Capítulo 12

5 1 0
                                    


Apago el despertador, me desperezo sentada en la cama y bostezo. Con un ojo algo entrecerrado miro hacia la ventana por la que se cuela la luz solar y llega hasta mí. Giro sobre el colchón y dejo mis pies suspendidos en el vacío y tocando el suelo frío con las yemas de mis dedos desnudos.

Voy hacia el cuarto de baño para asearme un poco y pienso mientras qué ponerme de ropa para no perder tiempo delante del armario. Por suerte, no tengo mucho donde elegir. La ropa ancha es la mejor para mantener mis michelines bien ocultos. El mundo no está todavía preparado para ver mi cintura en un vestido ceñido y mis muslámenes sobresaliendo de unos shorts.

Elijo un pantalón ancho lila junto a una camiseta blanca de mangas cortas con el diseño de un gatito en el pecho izquierdo.

Escucho una voz femenina que proviene de la planta inferior. Salgo de mi habitación y me acerco a la escalera. Voy comprobando que llevo todo en la maleta a la par que desciendo cada escalón.

En la cocina está mamá con una tarta de manzana entre sus manos. Delante de ella hay una mujer de cabello castaño oscuro con una pinza atrás recogiendo algunos mechones sueltos. Grace abre mucho sus ojos azules al verme aparecer y eso alerta a su acompañante femenina, que se gira para saludarme.

—Cómo has crecido—dice con dulzura y me sonríe—. Te has convertido en una joven muy guapa.

—Señora Fields, hacía mucho que no la veía.

—El ajetreo del día a día. He podido hacer un hueco para hacer esta tarta de manzana y traérosla.

—Tiene muy buena pinta.

—Me alegro de que te guste.

—También es la tarta favorita de Marc.

Mis mejillas se encienden. Me rasco el cuello y bajo un poco la cabeza.

—Marc también se ha convertido en un joven muy apuesto—interviene mi madre con la intención de llamar mi atención. Por suerte, la conozco lo suficientemente bien y sé que intenta que entre en su juego.

—La pubertad hace milagros. —La señora Fields no sabe cómo tomarse eso y mamá enarca una ceja, algo molesta por mi contestación. Busco el frutero, arrebato una manzana que no dudo en meter en la mochila—. Desayunaré por el camino. Hasta luego.

Papá está trabajando, limpiando alguna casa. Sigue teniendo el servicio en la mansión de la familia Crawford, así que no me es de extrañar que, en cualquier momento, me lo acabe cruzando. David nunca hace preguntas, sino que ofrece su confianza para que compartan con él lo que se desee. Sin forzar, sin juicios. Él escucha, valora y te aconseja. Intenta que tome mis propias decisiones sin influirme. Cree en los aciertos, pero mucho más en el aprendizaje de los errores.

Nate viene corriendo hacia mí y me agarra por el brazo.

—¿Conseguiste averiguar algo ayer?

—Más de lo que me hubiera gustado, pero menos de lo que ahora quiero saber.

—Creo que me estoy perdiendo.

—Nate, la chica de la carta, Cathy, era la hermana de Silma.

—¿Por qué lo dices en pasado? —pregunta. Antes de que pueda responderle, se vuelve hacia mí y gesticula con las manos y la cara sin llegar a decir nada—. ¿Ella está...?

—Sí. No sé todavía cómo ocurrió.

—Celestina ha metido la pata.

—Yo solo quería ayudar y he conseguido abrir heridas dolorosas. Debería hacer algo para compensar mi error.

Celest Saywell y los 80: Cartas a Celestina (PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora