Capítulo 18

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Abro mis ojos al oír a un pájaro piar sobre uno de los huecos sin teja. Al verme despierta se asusta y sale volando, desplegando sus alas y agitándolas cerca del agua, contemplando con sus enormes ojos negros su reflejo en el lago.

Ladeo la cabeza y encuentro a Sam de lado, durmiendo plácidamente, con su piel tatuada algo arrugada por la postura adoptada. Tiene el cabello algo húmedo y adherido a su frente. La luz del día que se cuela por la ventana incide directamente sobre la cicatriz blanca que atraviesa una de las mitades de su cara.

Lamento que no tenga los ojos abiertos, pues su iris verde se vería increíblemente hermoso con la luz solar.

Estoy desnuda sobre el colchón. Podría sentirme avergonzada, pero después de una noche donde unos ojos me han mirado como si fuese lo más bonito que pudieran ver, siento que no debo culparle por no cumplir con el estándar 90-60-90. Sam me hizo sentir anoche como si fuese la chica más sexy del planeta.

Con una de mis manos acaricio su mejilla marcada por una cicatriz y él cierra con un poco más de fuerza sus ojos y frunce su ceño. Busca la caricia de mi mano y lentamente va descorriendo sus párpados a este mundo. Me mira, envuelta en un haz de luz que saca a relucir las pequeñas partículas que tienden a permanecer en el aire y a pasar totalmente desapercibidas.

—Buenos días. —Su voz es ronca y suena tremendamente sexy. Acaricia mi nuca y la presiona un poco para conseguir acercarme a él y así besarme.

—Buenos días.

—Durmamos un poco más. Es temprano.

—Mis padres me matarán si no doy señales de vida.

—Tengo un plan mejor. —Muestra su dedo índice para que guarde silencio y escuche su sugerencia. Me envuelve con sus brazos, atrapándome y tirando de mí hacia el hueco libre de la cama—. Podríamos quedarnos todo el día en la cama.

—¿De qué nos alimentaríamos?

—Nos comeríamos a besos.

Besa toda mi cara y continúa con mi cuello. Rio con ganas por la cosquilla que me hace y pongo mis manos en sus hombros. Atrapa mi mentón con dulzura y me da varios besos en uno de los mofletes, atreviéndose, incluso, a regalarle un suave bocado.

—Qué cara tan bonita. Creo que me la comeré.

—No sabía de la existencia de tu lado caníbal.

—No puedo sacarlo a la luz tanto como me gustaría: la gente se asustaría. Aunque tú no pareces tener miedo.

—Tus besos son dulces y no infunden terror.

—Tendré que esforzarme más.

Se lanza sobre mí para repartir una buena tanda de besos por todo mi cuerpo, arrancándome fuertes carcajadas. El tiempo parece congelarse. El instante que estamos viviendo es todo cuanto importa. No hay preocupación. Tampoco atisbo de culpabilidad, a pesar de que debería estar muy presente.

—Tenemos que mantenerlo en secreto por ahora.

—Esperaba esta conversación.

—Tengo que encontrar el momento y la forma de decírselo a Gillian. Y luego está Silma. Debo cumplir su deseo.

—No será fácil de llevar que la empujes hacia mí cuando en mi cabeza hay otra persona.

—Tenemos que hacer ese esfuerzo. A ella le importa realmente tu amistad.

Sam menea la cabeza, inconforme.

—Silma quiere más que una amistad. ¿Serías capaz de seguir adelante sabiendo que ella puede intentar que ocurra algo entre nosotros?

Celest Saywell y los 80: Cartas a Celestina (PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora