Capítulo 16

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La noche se acerca y con ella el momento más esperado del día. Los nervios retuercen mi estómago y hacen que mis piernas tiemblen sin que pueda controlarlo. He estado practicando mucho para esta ocasión y no quisiera estropearlo. Hoy bailaré con la persona a la que quiero y será mágico, como cada una de estas veces atrás. Y cerraremos una noche estelar con un beso de película.

Con tan solo imaginar ese final se me eriza la piel, suelto un grito y pisoteo sobre el sitio, embriagada por la emoción.

Le lanzo una mirada a la chica del cristal, de sonrisa radiante y ojos azules que combinan con su sencillo, pero elegante vestido de falda de volantes, color hueso, de mangas cortas y ceñidas a los brazos, con un encaje fino cosido sobre los hombros. Unos largos guantes cubren hasta sus codos y un lazo tupido une cada lado del vestido en su espalda. Tiene el cabello suelto, a excepción de unos mechones que tiene peinados hacia atrás y sujetos con un pasador plateado.

Inspiro una bocanada de aire y la retengo en mis pulmones. Papá llama a la puerta de la habitación y aparece poco después con su sonrisa amable, sus ojos azules brillantes y sus manos a la espalda.

—Estás preciosa.

Besa mi mejilla y eso hace que se me llenen los ojos de lágrimas.

—Este vestido pesa demasiado. Punto para el siglo XX.

—Tengo algo para ti. —Saca de su espalda sus manos y deja a la vista una caja negra en forma rectangular. Con timidez extiendo mis dedos hacia ella y la abro. Sobre una almohadilla blanca hay un collar de cuencas del mismo tono del vestido—. Toda princesa debe contar, al menos, con una joya.

—Es muy bonito. ¿Me lo puedes poner?

Doy media vuelta. No necesito apartarme el cabello, pues es corto y no alcanza a cubrir mi cuello. Papá pasa el collar por delante de mi garganta, dejándolo caer suavemente sobre mi clavícula y sellándolo detrás de mi cogote.

Alzo una de mis manos y acaricio con mis yemas las cuencas.

—Será una noche inolvidable. Pásatelo genial. Disfruta mucho de estos años—aconseja papá con cierta nostalgia—. La vida cambia a partir de los veinte.

—¿Eso es algo malo?

—Para nada. Pero las prioridades y las circunstancias cambian. Pero es pronto para preocuparse de eso. Mi consejo es que vivas intensamente cada instante. Lo que vivimos es lo que nos llevamos de esta vida.

Abrazo a mi padre, estrechándole contra mí, sonriendo contra su hombro. Papá da sendas palmaditas en mi espalda para tranquilizarme. Me conoce demasiado bien y sabe que los nervios están apoderándose de mí.

—¿Nos vamos? —pregunta, tendiéndome su brazo. Asiento y lo envuelvo con el mío, clavándole ligeramente las uñas.

Bajo las escaleras con cierto temor a caer, pues no estoy acostumbrada a caminar con tacones y me es difícil mantener el equilibrio. Por suerte, David no me suelta y se convierte todo el tiempo en mi mayor apoyo.

Mamá está en el salón. Se lleva las manos a la boca al verme aparecer y en sus ojos hace uso de presencia una gran emoción. Viene hacia mí, me acomoda bien el encaje de los hombros y me sostiene la cara entre las manos, admirando el color de mis ojos y el escaso maquillaje que he decidido usar para esta noche tan especial.

—Esta noche las estrellas te envidiarán, cariño.

—Eso te ha quedado muy cursi.

—Soy una zalamera. Ya me conoces.

La despido con una sonrisa y continúo caminando hacia la puerta que conduce al garaje. El coche de papá no es el más elegante para llegar, pero como suele decirse con los regalos: te quedas con el interior y no con el envoltorio. Todos mis deseos están enfocados en llegar al castillo y encontrarme con Gillian.

Celest Saywell y los 80: Cartas a Celestina (PGP2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora