Desconocido

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Estaba jadeando, solo sentía las embestidas que la empujaban contra la pared llena de grafitis de ese oscuro callejón en la parte trasera del bar… y su mente no lograba conectar del todo lo que había sucedido apenas treinta minutos antes. Una media hora en lo que pasó de estar ligeramente ebria, por un par de shoots con sus amigas, a ser follada como una perra en celo por un desconocido.
La noche había comenzado como otras tantas, salida con sus amigas, buscar con que vestirse de forma provocadora, y con ganas de divertirse, esa noche iba a ser en un nuevo local de moda, una de sus amigas se había encargado de las reservas para la noche con temática de máscaras. Abrió la bolsa que había llegado esa mañana con una bonita máscara negra que le daba a sus facciones una expresión felina cuando se miraba al espejo. Y así fue como esa noche entro al bar, y así con la falda corta y sus piernas cruzadas, mirando a través de la máscara, pudo ver cómo el desconocido se acercaba.
No cruzaron palabras, pidió un doble de whisky con hielo, y lo saboreaba sin quitar sus ojos de ella, desde su mascara a sus piernas, sin ningún pudor. Sentado en el taburete de la barra a un metro de ella, con una pierna apoyada en el piso y la otra en el estribo, su erección era evidente.
Ella había dejado de prestar atención a la charla de sus amigas, a las preguntas que le hacían, miraba la mano fuerte y firme con la que el desconocido sostenía su vaso, la punta de la lengua que pasó por sus labios después del último sorbo de su bebida, sus dedos que pasaban sobre la verga marcada bajo de la tela antes de juguetear con la hebilla de su cinturón.
En medio del bullicio de un nuevo DJ que abría la fiesta, el desconocido deja su vaso en la barra, se levanta, y se acerca lo suficiente para sentir el calor de su cuerpo y hacerse escuchar por sobre la música.
-Te espero en el callejón, por la puerta trasera- su voz firme y sin dudas, sin lugar a malas interpretaciones, ella lo entiende perfectamente, su voz viaja por su cuerpo desde su oído a su pubis como un rayo. En ese segundo sin pensar el barman le sirve un shoot que ella se toma de un solo trago. Y toma conciencia que su braga está mojada, que se levantó del taburete y que le dijo a sus amigas que volvía en un momento. No recuerda cuánta gente cruzo de camino a la puerta, no sabe de qué color es la puerta. No sabe el nombre del desconocido que, apenas sale al callejón, la toma de la nuca y la besa buscando su lengua mientras que con la otra mano, bajo su falda, destroza su braga de encaje de un tirón.
Su mente está en blanco, o en rojo, lo que es innegable es que sus manos buscan el bulto que vio en la barra y lo aprieta y recorre con su mano ansiosa por deshacerse de la ropa que lo cubre, que desea sentir esa piel caliente en la yema de sus dedos y lo logra sin mucha perdida de tiempo, escucha los jadeos del desconocido que ya tiene sus dedos mojados dentro de ella moviéndose frenéticamente. Sin cruzar palabras, las fuertes manos del desconocido la dejan apoyada en la pared, siente la textura de los ladrillos en las tetas a través de la fina tela de su blusa, la mano firme en su nuca, y la otra que levanta su corta falda y le separa las piernas, que forman un triángulo con los tacones en la base, y su culo levantado en el vértice.
-Estoy deseando follarte desde que entraste-
La voz ronca, algo agitada, apenas susurrada en su oído, la orden implícita para que ella arquee la espalda y suelte un leve jadeo, y luego… la embestidas que casi la aplastan, que incluso con los tacones tiene que ponerse de puntillas, y los labios estirados por el grosor de la verga que la llena y golpea su cervix como si empujar su útero. Por un momento intenta pensar, por un momento casi recuerda como llego ahí, pero los dedos del desconocido se cierran apretando su clítoris, frotandolo sin detenerse hasta que el placer sordo, intenso, se mezcla con el dolor, con la urgencia de correrse, de mover la cadera como una puta para sentir que la llena, para apretarlo con las contracciones de su vagina. Solo puede pensar en la próxima estocada y el gruñido del desconocido en su oído. Se sonroja un segundo, aún más de lo que está por lo excitada, al pensar que se comporta como una puta. Pero el pensamiento se pierde de inmediato con una profunda embestida que la deja al borde del orgasmo, y en ese momento… desea ser una puta, y jadea, sin importarle nada, mueve su cadera para sentir cada centímetro de la verga que la folla, para sacarle hasta la última gota de leche al desconocido que le aprieta las tetas y le estimula el clítoris jadeando en su oído.
Su mente se cierra, una descarga eléctrica que comienza en su coño se extiende por su cuerpo, la tensión la arquea, eleva a cadera, y sus labios abiertos sueltan un último jadeo con las contracciones de su vagina que inmediatamente se va llenando se semen espeso y caliente. Ni siquiera escucha los jadeos del desconocido, ni las suciedades que dice a su oído, su cuerpo apenas reacciona hasta pasados varios segundos cuando siente la parte interna de sus piernas mojada, y con sus dedos recupera de su coño algunas gotas de semen que lleva a su boca.
El desconocido la ayuda a girarse, a apoyarse en la pared, y acomoda su pantalón, en ningún momento se quitaron las máscaras. Ella lo mira, varios segundos con los ojos de uno clavados en los de la otra.
-La próxima vez… voy a disfrutar ese culito- sin despedirse, el desconocido se pierde en la oscuridad del callejón dejándola sola.
No supo su nombre, ni siquiera conocía su rostro. Acomoda su ropa y tira los restos de su braga antes de volver con sus amigas. Sabe que solo conoce su voz, pero también que va a recordar esa noche mucho tiempo. Y espera que algún momento vuelva a tenerlo sentado a su lado, mirándola a través de una máscara.

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