Eran las seis de la mañana, apenas comenzaba una cierta claridad del amanecer. Había logrado llegar justo a tiempo, aunque todavía sentía cierta vergüenza de haber confesado que había salido de su casa sin permiso, pero el profesor solo le respondió con una sonrisa y acomodarle un mechón de pelo detrás de la oreja antes de levantarse a buscar las llaves del auto para traerla.
Estaba tirada en su cama, no iba a dormir, en una hora tendría que salir a clases, y pensaba ducharse y cambiarse de ropa, pero realmente no reaccionaba del todo, estaba agotada, la mente le funcionaba a mil kilómetros por hora, y tenia los labios sensibles, "ambos" resuena en su cerebro y solo puede soltar una risita divertida.
Estirada como una estrella de mar en su cama, intentaba reconstruir esa charla posterior al intenso beso que la dejo jadeando, y sonrojada por la intensa corrida que había humedecido hasta el jean de su profesor. Era difícil, sobre todo por ese tono de voz similar al de las clases que había sido el comienzo de todo lo que estaba pasando.
Sobre todo por qué en su mente, una charla sería con alguien implicaba estar sentados uno frente del otro, en una actitud reflexiva y dispuesta al diálogo. Está charla había sido con ella aún a horcajadas en la cadera de su profesor, con la camisa a medio desprender que dejaba ver el escote de su camiseta negra ajustada, las manos de su profesor en la cintura, y algunas medio sonrisas que no podía calificar más que de lujuriosas.
La situación no había sido incómoda. Oh, no, Julia hasta la había disfrutado, su profesor poniendo las reglas, ella aceptandolas, y no por qué se haya sentido obligada, sino por qué eran de lo más beneficiosas para que todo funcione a la perfección.
Cuestiones prácticas muy simples, nada de presiones, no iba a ayudarla con sus notas, que por otra parte no era necesario, en clases debía comportarse, el seguía siendo su profesor, y debía mantener todo el decoro propio de un colegio de señoritas. Julia había pensado que esa iba a ser la parte más difícil, incluso había puesto sus objeciones -si me mira como si fuera una presa a punto de ser cazada, va a ser difícil que logre comportarme correctamente, señor Bresson. -dijo con una sonrisa coqueta que le valió una suave nalgada y una sonrisa -te dije que seas discreta, no una santa, señorita Julia. -el dedo que acaricio su mejilla hasta la barbilla no era tierno, y la mirada que sintió mientras recorría su labio inferior con el pulgar, tampoco, solo logro que tenga una punzada en el pubis que en otras circunstancias la habría hecho perder el control.
Sin embargo, y aunque ambos sabían que deberían mantener un bajo perfil, también fue algo que se habló -No voy a hacerte un discurso ético, no teniéndote sentada sobre mí -una sonrisa de lobo y sus dedos recorriendo la cintura de Julia -pero no sería bueno para ninguno que se sepa que nos vemos fuera del colegio... Solo quedan seis meses de clases, y creo que fue suficiente experiencia dando clases a señoritas para mí, no voy a seguir trabajando ahí el año próximo... Y vas a ir a la universidad, después ya no sería un problema -el tema era bastante serio, pero Julia estaba más interesada en los dedos que se acercaban peligrosamente a el elástico de su pequeña braga negra. -entonces vamos a vernos a escondidas? Si, es la única forma... Eso lo entiendo, pero igual tendré que buscar una excusa... -Evitó especificar por qué la necesitaría, pero al menos tenía algo claro, realmente su profesor estaba interesado en ella y podía pensar en largo plazo, por ahora le servia.
-Si, no hay otra posibilidad más que mantenerlo en secreto... Por ahora. Imagina el escándalo que sería que descubran que una alumna de élite se masturba en el baño en medio de la clase de un profesor que la invita a su casa a medianoche -aunque lo dice en tono de broma, Julia entiende la gravedad del asunto, el profesor se pone serio y está vez solo la mira a los ojos mientras habla -podemos dejar esto acá, si no estás de acuerdo con la forma que tendríamos que manejarnos -Julia lo piensa unos segundos, solo unos segundos para evitar enredarse sola -Si, estoy de acuerdo, pero con una sola condición, va a tener que ser absolutamente sincero conmigo, si hacemos esto tenemos que serlo. -Julia levanta una ceja, una expresión que podría haber sido cómica, pero el profesor no aparto los ojos de los suyos, ni sonrió, solo estaba atento -no voy a molestarme, pero esto es solo divertirse con una alumna que lo calienta, o algo más? -ahora si el profesor sonríe -Me gustas, además de que tienes potencial y que me desafías, me pareces una chica muy... Interesante -Julia sigue con la mirada clavada en los ojos del profesor, pero se nota cierto rubor en sus mejillas -dijimos que sinceros, también me calientas mucho.
Julia flotaba, no en una nube, más bien en alguna corriente de aire caliente, demasiado caliente que hacía que unas gotas de sudor se formen en su frente a pesar del aire acondicionado, una cosa era sentir ese bulto duro sentada en la cadera del profesor, y otra que le diga que lo calienta y solo puede pasar su lengua por sus labios antes de soltar con un hilo de voz -mucho? -no tuvo su respuesta, al menos no de inmediato, con la vista baja por la vergüenza, que pensaba que había dejado atrás pero se equivocaba, ve como el profesor termina de desprender la camisa que lleva y la hace levantar los brazos para quitarla y tirarla a un rincón del sillón, siente los dedos que acarician su cuello y su nuca, y bajan por su pecho -mirame -la voz es casi una orden y ella obedece. En las grandes palmas de las manos del profesor sus tetas parecen pequeñas, y sus pezones diminutos botones que se erectan cuando los presiona entre sus dedos. -Demasiado, me calienta demasiado, señorita Julia -sabe el efecto de esa voz y la usa, igual que en las clases -me distrae cuando la tengo sentada frente de mi haciendo objeciones a lo que digo en medio de una clase, preguntándome de qué color es la braga que lleva ese día -Julia no se mueve, si llega a moverse perdería el control, y no quiere hacerlo, no quiere comenzar a frotarse como una gata en celo por qué disfruta estar a merced de esos dedos que la recorren con la misma maestría que recorre la historia con esa voz que la transporta dentro de un aula. Y casi flota nuevamente cuando siente las manos en la cintura que la hacen quedar de pie frente al profesor, que la mira desde abajo sentado aún en el sillón y sin decir nada recorre sus piernas desde las rodillas y sube la falda sin pudor y se toma unos segundos para apreciar la pequeña tanga negra que sabe que se puso especialmente para ese día, y la baja suavemente hasta los tobillos de Julia, no necesita preguntar para saber que es la primera vez que alguien le quitó la braga, que la vio tan expuesta, y deja que la joven disfrute la experiencia sin incomodarla, las palabras sobran, las miradas y el lenguaje corporal son más que elocuentes. Y esos cruces de miradas son pura lujuria, una lujuria contenida por parte de Julia, como si esperara una señal para dejarla correr libre y fluir sin control, y la señal no se hace esperar, las manos en su cintura, en un agarre tan suave como firme, que la acercan hasta que siente ese corto beso en el pubis. Uno, dos, tres, cada vez más abajo y Julia se agarra de esos fuertes brazos que la sostienen para no caerse. Olvidada la tanga, el tiempo que tardo para elegirla. Julia se siente deseada, se siente poderosa, pero también confiada a entregarse a las manos de su profesor que parece disfrutar con elevarla a las nubes y sumergirla en lava hasta que se incendie. La mirada y la sonrisa que la traspasan desde la altura de su abdomen antes del siguiente beso -dijimos que sinceros, Julia, ahora también está mi exigencia... Vas a ser sincera, absolutamente sincera con lo que te gusta, lo que no, y lo que quieras que hagamos. -otro beso justo encima de su clítoris, una mano que la recorre por la parte trasera de su pierna derecha, y que la levanta un poco dejándola apoyada en un solo pie, para luego hacer que apoye la pierna izquierda en el hombro del profesor -no voy a aceptar que te guardes cosas, igual que en clases, si tienes una duda, preguntas, y si piensas algo, lo dices -la voz es firme, didáctica, pero con el peso de la autoridad que a Julia la enciende y empuja su cadera al rostro del profesor mientras se aferra al cabello de la nuca del hombre.
Julia comienza a responder, como puede, como le sale -tengo muchas... pre... guntas... -una serie de besos sobre los labios, y la juguetona punta de la lengua se sube apenas rozando hasta jugar un segundo en su clítoris la hacen terminar la frase con un jadeo, -pero se las haré... se las haré... Cuando me invite otro café... Con sus manos lejos de mi culo, y una braga limpia -Julia piensa con una sonrisa que después de ese día va a ser difícil tener la braga limpia frente del profesor, pero eso no es importante, tampoco es importante que no iba a poder salir otra frase completa de su boca por el momento, otra minucia sin importancia era la hora, casi las cinco de la mañana. Y esa lengua que recorre en medio de pequeños besos que demuelen cualquier pensamiento racional en su mente, y esas manos fuertes que hábilmente la levantan de la cintura y la dejan acostada en el sillón, para levantarle los brazos y despojarla de su camiseta.
Más tarde en su cama piensa como sus manos lograron la misma hazaña con la camiseta del profesor, y también con el cinturón y el pantalón mientras lo besaba con hambre desesperado y animal. En cómo primero tímidamente lo había masturbado por sobre el boxer, y cuando sintió los besos y la lengua que ponían sus pezones duros al punto de casi dolerle, tener la necesidad de sentir directamente la piel, la dureza y el calor sin nada que la interrumpa y masturbarlo cada vez más intensamente hasta sentir la respiración agitada y algún jadeo que sintió directamente en sus entrañas.
Besos, si besos podían llamarse a esas presiones de los labios, los juegos de las lenguas fuera de la boca mezclados de jadeos y mordidas, de las manos que lograban hacerse espacio entre sus cuerpos casi fundidos en un constante frotar de pieles. Los dedos que exploran y sus piernas que instintivamente le dan espacio para libertad de recorrer cada rincón de su cuerpo inexplorado, esos poderosos latidos que engrosan la carne que tiene apretada en su mano. Y a lo lejos una alarma, débil, casi imperceptible, tan imperceptible que no la distraen de los dedos que son una droga a la que sabe se va a volver adicta, y casi en la cúspide del placer, con las frentes casi tocándose y jadeando en los labios del otro, mirándose, devorándose con los ojos, Julia solo acelera su mano al ritmo de su cadera que ya tiene vida propia, se escucha ella misma como a la distancia, una sinfonía ininteligible de gemidos y jadeos.
El beso pudo haber comenzado antes de correrse, o después, eso ya no lo sabe, tampoco sabe si el calor de los espesos choros calientes en su abdomen y su mano acompañados de un gruñido de satisfacción dispararon su orgasmo, o lo completaron. Solo sabe que de a poco la alarma va aumentando de volumen, varios minutos después cuando ya su respiración se está regularizando.
-Es tu teléfono?. -escucha en su oído, con el profesor aún sobre ella, abrazándola posesivamente.
Varias alarmas más se encienden en su cerebro sumándose a la del celular, comienza a revolverse para salir debajo del profesor que con calma le deja espacio. -Lo siento, lo siento, tengo que ir a casa... salí sin avisar. -Julia está sonrojada, un poco avergonzada, con la ropa desparramada por el sillón, y pensando que se ve un desastre, que el profesor va a tomarla por una niña (otra vez, y está con razón), y todo eso pasa al olvido con una mirada calmada, una media sonrisa, y los dedos que la toman de la barbilla, le acomodan un mechón de pelo y le dan un corto beso en los labios.
Ni siquiera había pensado en lavarse, y ahora tirada en la cama, aún puede sentir el aroma del profesor en su camiseta que se puso con las manos sucias.
Tiene que ducharse, y prepararse para ir a clases. No sabe que le espera ese día pero no le importa, tampoco le importa el hecho de que olvidó su braga en la casa del profesor, y piensa con una sonrisa que ese pequeño beso antes de que se baje del auto y corra a la puerta de su casa valía tanto como todo lo que pasó a la noche.Bueno, con este capitulo termina la primera parte del libro, como Julia conoce al profesor y todo se pone en marcha.
Este relato es uno de esos que toma vida propia, y no se ajusta a lo que yo quiero, muchos capitulos para lo que iba a ser un relato de máximo dos partes.
Cómo sea, una vez terminada está parte de la historia, veo necesario editar y aumentar detalles y contexto que me permitan seguir adelante con el relato.
Así que antes de subir un nuevo capítulo voy a publicar, en un libro aparte, la versión extendida de todo lo que ya está disponible.
Prometo hacerlo en la brevedad.
Saludos.
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Cuentos eróticos
Short StoryUna serie de cuentos cortos +18 escritos por mi. Si no te gusta este tipo de contenido, directamente no entres.