Cony

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Ella regreso a su casa y sin pensarlo se encerró en su habitación, no quería ver a nadie, solo tirarse en la cama a solas con su dolor. Hoy se cumplían seis meses de su muerte, su primer novio, y lo extrañaba terriblemente.
Como cada mes, el día 13, ella visitaba su tumba, luego lo recordaban todo el día encerrada en su habitación... sus besos, sus caricias, su lengua rozando la suya mientras sus manos acariciaban bajo su falda. Mientras lloraba, las manos de Cony recorrían su cuerpo, sus pechos, imaginando sus manos sobre la tela, bajando por su abdomen, siguiendo hasta levantar su falda y recorrer su braga, lamentándose nunca haber dejado que el acaricie directamente su piel desnuda mientras desprende su blusa.
Sollozando, tirada en la cama, casi sin darse cuenta logra deshacerse de la blusa, del sostén, recordando esa última noche junta, antes que la leucemia lo deje en el hospital. El, tan correcto como siempre, besaba su cuello, solo llegando hasta el borde del escote, sus manos suavemente acariciaban la espalda de Cony, bajando sin desacomodar su falda. Como tantas veces antes, sus labios subieron por el cuello de la chica, rozando con la punta de la lengua hasta mordisquear su orejita, y por primera vez susurra en su oído -te deseo, quiero hacerte mía, sentir tu piel contra la mía- y ella le responde, entre suaves gemidos y una ardiente sensación entre sus pierna -no estoy lista-. Cony lo recuerda ahora, varios meses después, sola en su habitación, y su mano instintivamente se dirige a su entrepierna -por qué no te lo permití en ese momento? Realmente te quería dentro de mí-
Solo podía recordar los roces de su cuerpo, nunca habían pasado de ahí, caricias sobre la ropa, la presión de su miembro erecto bajo del pantalón, la vez que se animo a acariciarlo mientras lo besaba pasionalmente, mientras su conciencia deja lugar a la fantasía casi puede imaginarlo, duro, caliente, presionado sobre su piel mientras su mano pasa bajo el elástico de su braga, los sollozos de Cony se transforman en gemidos mientras su falda y su braga quedan abandonadas al borde de la cama.
Cada mes, en el recordatorio de su muerte, Cony le ofrecía lo que en vida no llego a darle, desnuda en su cuarto, pasaba el día entre sollozos y gemidos, imaginando que esa noche decía que si, y él la tomaba. Primero suave y tiernamente, y sus manos recorren su cuerpo despacio, acariciando sus pechos de lado en la cama, sus dedos acarician su vulva suavemente, apenas rozando el clítoris, imaginando su voz, sus suaves gemidos, sus susurros en el oído diciéndole que la ama, de a poco la voz cambia, haciéndose mas dura y excitada, diciéndole palabrotas que nunca había escuchado en realidad, pero que la excitan enormemente, haciendo que se ponga de espaldas en la cama, empinando su colita, acariciándose furiosamente mientras imagina que el entra y sale de ella, profunda y rápidamente. Cony jadea, gime, y sus cadera se mueve sola, escuchando la voz imaginaria de su amado muerto diciéndole -córrete Cony-.
Y Cony no puede resistir a su voz, sus dedos recorren los labios vaginales y terminan su recorrido haciendo círculos en el clítoris, cada vez mas rápido, su rostro apretado en la almohada, contraído por el placer, entre gemidos descontrolados solo puede decir -aun te amo, hazme tuya, lléname de ti- y en un último gemido se corre, sintiendo los espasmos de su miembro dentro de ella, muy profundo, su piel contra la suya, y el calor de su semen inundándola. Cuando recupera la conciencia sigue sola, cansada, y vuelven los sollozos, el no está, el nunca estuvo, nunca pudo tomar su virginidad, Cony vuelve a sumirse en las lagrimas.
Parte 2
Al final del día Cony, cansada, con los ojos hinchados, y cubierta con una camiseta grande y cómoda para dormir, mira por la ventana de su habitación, esperando una señal de su amado muerto, casi decidida a terminar con su vida. Los susurros en sus oídos ya desvanecidos, así como la humedad entre sus piernas. Sin embargo algo la detiene, una caricia que solo ella siente, recorriendo su columna vertebral, y más que palabras, un sentimiento que le dice -espera, todavía puedes seguir adelante-
Tres semanas después, recordando esa última noche se pregunta si todo fue obra de su amado, si ese hombre que conoció al día siguiente en la librería fue puesto por él, o quizás era él. El hombre de la biblioteca hablo con ella como si la conociera desde siempre, aunque era la primera vez que la veía, ese día hablaron por horas, y así siguieron toda la semana, encontrándose en la librería donde servían café. Así pasaron a los besos, primero tiernos, después apasionados, las fuertes manos de Charles recorrieron su cuerpo, sacando sensaciones casi olvidadas por Cony, pegando sus cuerpos en la esquina antes de volver a casa, fundidos en un beso, hablando sin palabras con el juego de sus lengua y las señas de sus manos en cada rincón de sus cuerpos. Esa noche, ella soñó, en su sueño Charles, el hombre de la biblioteca y su amado muerto se fundían en uno, sentía las fuertes manos recorriéndola, mientras dormida aun se deshacía de sus bragas, y gemía sin sollozos esta vez, saboreando los besos de esa noche nuevamente, recordando los besos antiguos mientras sus dedos cada vez mas acelerados la llevaban al éxtasis.
Cony y Charles hablaron mucho, ella le conto su vida, sobre su amado muerto, sus dudas, fueron juntos al cementerio el siguiente mes, y luego la acompaño a su casa limpiando las lagrimas de sus ojos, y se despidió de ella en la puerta con un suave beso en sus labios. Cony en medio de su confusión, disfruto del beso, sus sentimientos revueltos entre su amado y Charles, mientras él se alejaba una sensación desde su nuca a su entrepierna casi hace que se le doblen las rodillas, y una voz en sus oídos, la voz de su amado muerto diciéndole -hazlo, no pierdas otra oportunidad-. Cerró sus ojos, solo un segundo, y lo llamo -Charles, por favor, quédate-
En la habitación, tímidamente lo beso, dejando que el lleve la iniciativa, dejando que su cuerpo la guie, dejando que sus manos recorran su espalda, acaricien la ultima curvita, haciendo círculos, antes de bajar por sus nalgas, dejando que su lengua invada su boca, juegue con la suya, solo dejándose llevar, reaccionando a sus manos, a su lengua recorriendo su cuello, sus labios y sus dientes mordisqueando el lóbulo de su oreja mientras sus manos subían desde su cintura a sus pechos, apretándolos suavemente sobre la tela, masajeándolos hasta sentir sus pezones entre sus dedos.
Charles sentía como su excitación aumentaba al contacto del cuerpo de Cony, su respiración acelerada, el cuerpo de ella presionado a suyo, cada vez mas ansioso, como un sediento frente a un vaso de agua fresca, sus labios recorrían su piel, sentían su sabor, mientras sus manos exploraban mas allá de donde habían llegado antes, sentirla sobre la tela no era suficiente, y con un gemido en su oído mete sus manos bajo la blusa de Cony, recorriéndola por su espalda hasta desprender sus sostén, siguiendo hacia adelante para sentir sus suaves pechos y duros pezones.
Cony siente por primera vez unas manos en su piel desnuda, se estremece, y besa con fuerza a Charles, pegándose a su cuerpo, frotándose a él, queriendo sentir cada centímetro, su espalda firme con sus manos, su abdomen pegado al suyo, la dureza que se adivina bajo de la tela de sus pantalones, mete sus manos bajo de la camisa y siente su espalda, con un gemido mientras sus pezones son recorridos por los dedos de Charles, y sus bragas se vuelven insoportablemente húmedas presionadas a su sexo, se deja llevar. Sin pensarlo, solo por instinto, desprende su pantalón, decidida a seguir adelante.
Sus manos entran bajo de su bóxer, un momento de duda y la voz de su amado muerto la sorprende -sigue, lo disfrutare como si me lo harías a mi- y sus manos avanzan, siente la piel de su abdomen, su pubis, y como una señal, siente que Charles desprende su blusa y baja besando entre sus pechos mientras su manos, sus fuertes manos suben por sus piernas levantando un poco su falda hasta recorrer sus nalgas, su braga por los bordes hasta llegar a la humedad y el calor entre sus piernas. Cony no piensa, solo siente, mientras su mano suavemente se cierra en torno al duro miembro de Charles, gime en su oído, apenas en un susurro le dice -estoy lista, hazlo-
Las manos de Charles siguen explorando, Cony es arcilla en manos del alfarero, sus dedos recorren la húmeda braga, siguiendo sus bordes entre las piernas de ella, su respiración acelerada, sus labios recorriendo los pechos de Cony, deteniéndose un segundo para que su lengua trace círculos al rededor de sus pezones. El contacto electrizante de su mano en su miembro lo impulsa, suavemente la acomoda en la cama, sosteniéndola de la cintura, despojándola de su falda, y buscando su sexo, acariciándolo sobre la braga.
Cony perdida en sus sensaciones, vuelve casi a su sueño, Charles y su Amado se confunden, los dos son uno, y su piel solo quiere más sensaciones, recorre la espalda de Charles, ayudándolo a quitarse su camisa, besa su cuello, su pecho, su lengua traza complejos diseños en su piel, como si pidiera la lengua de Charles en la suya. Sin ninguna limitación ya, baja sus manos recorriendo las nalgas de Charles mientras le va quitando su pantalón, mientras su sexo pide ser despojado de su pequeña braga.
Charles besa, lame, y suavemente chupa sus pezones, luego, despacio, sube besando su cuello, rozándolo con la punta de su lengua, susurrándole a su oído, en un jadeo -voy a besar cada centímetro de tu piel- y sin perder tiempo, suavemente, va quitando la braga, como una caricia, baja la tela por sus nalgas, sus muslos, junto con su boca que baja entre sus pechos, y sigue bajando por su abdomen mientras la braga llega a los tobillos de con. Besa su pubis, y su lengua marca el corto camino a sus labios, sus húmedos labios, que recorre, besa, y abre con su lengua, moviéndola como una serpiente entre ellos hasta encontrar su clítoris y frotarlo, presionarlo entre sus labios.
Ella siente los besos, su lengua en su vulva, el calor y el placer se extienden por su cuerpo, su cadera sin control se mueve rítmicamente, y en su cabeza, la voz de su Amado -disfrútalo, sigue, como si fuera nuestra primera vez- y Cony solo quiere más, Toma los cabellos de Charles, presionándolo entre sus piernas, y entre gemidos solo se entiende -hazlo más duro, cómeme toda-
La lengua de Charles recorre toda la vulva de Cony, sus manos sostienen con fuerza sus nalgas, sus dedos exploran entre ellas, desparramando sus jugos, besa y frota su clítoris, su lengua se funde con él y baja presionando su virgen abertura, su miembro duro y palpitante está ansioso, abre las piernas de ella, sube besando su abdomen hasta llegar a mirarla a los ojos.
Cony sin control solo jadea, gime, al sentir el contacto de un pene por primera vez en su vulva, duro y caliente, frotándose en sus húmedos labios, mueve su cadera aumentando el contacto, aumentando la presión, recorriéndolo todo a lo largo, suelta un gemido con los besos y mordidas de Charles, se frota en su miembro, deseándolo dentro de ella, y lo rodea con sus piernas, dispuesta a no dejarlo ir hasta sentirse saciada.
Charles la besa como un salvaje, siente el calor de Cony, su pasión, sus ganas, jadea como una animal, y acomoda su pene entre los labios de Cony, escucha sus gemidos, la presión de sus piernas en su cadera, y empuja, despacio, suavemente, abriéndola, penetrándola de a poco, quitando su virginidad hasta llegar al fondo de ella, hasta sentir como sus caderas se juntan al estar profundamente dentro de ella, la besa, con pasión, disfrutando la caliente y apretada vagina de ella.
Ella siente como el pene de Charles la invade, la llena, su mente se vacía, y solo quiere mover su cadera, lo besa, gime y siente como despacio comienza a moverse, entrando y saliendo de ella, las manos que la recorren, la lengua que la electriza al sentirla en su cuello, jadea, excitada como una gata en celo, retorciéndose, buscando apretarse más a él, inconscientemente, palabras que nunca dijo, salen de sus labios -no pares, sigue cogiéndome-

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