Si alguien se habría asomado al callejón poco habría visto, la luz trasera de bar estaba rota hacia tiempo gracias a los jóvenes e inexpertos ladrones que desvalijaban a los incautos borrachos que salían a orinar, una gotera persistente se mezclaba con el húmedo sonido de besos, lenguas chasqueando y frotar de ropas. Si alguien se asomara poco podría ver por la poca luz que salía de la puerta, pero nadie se asomo, nadie interrumpió, y unas ávidas manos invadieron pantalones y faldas, buscando humedad y dureza.
Quince minutos antes, ella se arreglaba el labial, sentada en una esquina de la destartalada barra, camuflada con perfume barato y una falda que en su estudio jurídico no sería apropiada, incluso tampoco lo seria en un bar de mas categoría que este, pero acá eso no importaba, ella solo quería cazar, salir de la rutina de chica buena, y seis pares de ojos fijos en sus piernas o escote le confirmaban que estaba teniendo éxito.
El otro cliente que quedaba no había levantado su vista de su whisky, pero era la presa, o quizás el cazador, oculto en un reservado con una débil luz de una pantalla colgante, con diseños que alguna vez parecieron japoneses, el no la miraba, pero sabía que ella estaba ahí, podía oler bajo su perfume, y dejando un par de billetes en la mesa, se dirigió sin prisas a la barra.
Acerca un taburete y se sienta confiadamente, pide dos whiskys haciendo una seña con la cabeza a la chica que responde con una mirada complacida, y pasando su mano grande y recia por su cintura, se acerca a su oído para hacerse oír sobre la música estridente de una rockola medio oculta en una esquina -apuesto que bajo esa falda barata llevas una braga de diseñador- le dice con su acento culto, pero de otra ciudad.
Ella no contesta, solo lo mira, mientras con su lengua recoge una gota de whisky que resbala por el costado del vaso, su lengua roja y húmeda juega un segundo en el borde antes de tomar un sorbo, y descruzando sus largas piernas, arqueando un poco la espalda para reclinarse sobre la barra para dejar mejor vista de su escote le dice -esas las deje en casa, en realidad deje todas en casa-
Sin importar los seis pares de ojos, con una expresión de superioridad, la atrae a su taburete, sin pudor su mano recorre la piel suave de las piernas, justo en el borde de la falda, ella no solo se lo permite, abre un poco sus piernas, y entrelazando sus dedos con los de él, lo lleva a hasta mas allá del borde, dando un breve jadeo mientras su mano libre saca dos billetes del pequeño bolso dejándolos descuidadamente en la barra -no me gusta perder tiempo, y sé que a ti tampoco-.
Ambos se levantan, el bulto en su pantalón lo delata, pero eso ya no importa, ella toma su largo abrigo, sonríe a los seis pares de ojos, y se pierde por la puerta trasera, seguida de cerca por su conquista.
La puerta entreabierta dejaba pasar algo de luz, ella tira su abrigo sobre un cajón de fruta vacio, inclinándose a dejar su cartera, y es tomada por atrás con fuerza, las grandes y firmes manos del cazador toman su cintura y suben rápidamente a sus pechos apenas cubiertos por una fina blusa, aprietan sus pechos pequeños y firmes, mientras su lengua hace un húmedo recorrido por su cuello y su cadera se presiona a sus nalgas, solo interrumpida por la dureza bajo de su pantalón, empujándola hasta una pared.
Las goteras de un caño dañado se mezclan con el ruido de los tacones de la mujer mientras es embestida y levantada cada vez que el frota su miembro contra ella, levantando un poco su falda. En la oscuridad la explora a conciencia, recorriendo cada centímetro de piel, abriendo su blusa de un tirón, arrancando botones y buscando sus pezones.
Ella jadea, inmovilizada, presionada, mojada, disfrutando la rudeza de su amante, esperando la oportunidad de tomar parte activa, cuando el muerde su cuello, ella se gira, busca su boca, muerde sus labios, y sus manos desprenden su cinturón, mientras siente como el baja lamiendo a su pecho, lame su peso, lo chupa, dejando un pequeño rastro de sangre de su labio mordido.
El siente la pequeña mano bajo de su bóxer, los dedos cerrarse apretando la base de su miembro, duro y ansioso, sin perder tiempo baja sus manos a las nalgas de ella, levantando la breve falda, y desde atrás invadiendo el calor entre sus piernas, guiándose por la humedad, comprobando que no había bragas, ni caras ni baratas, frota su sexo con los dedos, con fuerza, cubriéndolo por completo, sintiendo el clítoris abultar apenas, los jadeos de ella lo incitan y mete sus dedos ya mojados en su caliente coñito, moviéndose frenéticamente.
Ella abre su pantalón de un tirón, dejándolo caer por sus piernas, metiendo las manos bajo su bóxer, recorriéndole las nalgas mientras lo baja, lo sostiene con fuerza, mientras baja decidida, arrodillándose y pasando su lengua desde los testículos al glande, mirándolo excitada desde abajo mete el miembro en su boca al mismo tiempo que lo masturba, con pericia lo llena de saliva, lo chupa y lame con gusto, para rápidamente levantarse y rodeándole la cadera con una pierna le dice -suficiente, ahora dame placer- y con un jadeo en su oído completa -pero no te corras-
El ya no piensa, mueve su cadera y su verga, tanteando entre embestidas como el bastón de un ciego busca su coñito, apretándola contra la pared la penetra con una certera estocada hasta lo más profundo de su cuerpo, abriéndole sus labios con su dura y caliente carne, y entre gruñidos, la embiste una y otra vez, empalándola en su verga hasta dejarla de puntillas entre gemidos.
Ella mueve su cadera, presionados, frotándose, buscando sentirlo más profundo, y da un largo jadeo al sentir los rudos dedos explorando entre sus nalgas, presionando y sobando su apretado culito hasta obligarla a relajarlo, muerde sus labios, descontrolada, y grita -así, sigue-
Sosteniendo sus piernas para que rodeen su cadera, el se mueve, jadeando, lamiéndole el cuello, mordiendo, disfrutando la humedad y el calor de ella, siente las contracciones de su vagina apretando su pene, mientras ella arquea su espalda, quedando casi sostenida solo del duro miembro que la penetra, sus pechos se mueven y se aplastan en el cuerpo que la éxito. Ambos se unen, se funden, ahora como una pelea, después como animales en celo solo preocupados de sus instintos.
Ella tensa todo su cuerpo, mientras las rápidas embestidas, acuciadas por las contracciones de la vagina, se vuelven frenéticas. Con un largo gemido, ella se corre y se relaja, aun con la respiración acelerada, y cubierta de sudor, empuja a su amante liberándose de él, graciosamente se agacha, besa la punta del duro glande, y recoge su abrigo, cubriendo sus ropas desacomodadas con él, dirigiéndose a la salida del callejón donde la espera un auto importado con chofer. -Señorita- saluda al abrirle la puerta, un logo corporativo de una prestigiosa firma de abogados se nota, bordado en el bolsillo de la camisa del chofer.
Antes de subir, se gira, mirando a su abandonado amante con una erección difícil de cubrir con el pantalón que intenta abotonarse, y le dice en tono burlón - nos vemos mañana en el juzgado sr fiscal de distrito, piense en lo que ganarías si mi cliente es absuelto-
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Cuentos eróticos
Short StoryUna serie de cuentos cortos +18 escritos por mi. Si no te gusta este tipo de contenido, directamente no entres.