Capítulo 29: Caminando a China

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Llevaba poco más de cuatro meses saliendo con Hope, cuando recibí una notificación por correo electrónico de que Goldfrapp, se presentaría el siguiente sábado en una pequeña sala de conciertos, de esas que tienen capacidad para menos de mil personas.

Yo idealizaba Strict Machine como nuestra canción, así que compré los boletos y decidí sorprenderla cuando la viera esa noche. Cuando le entregué los boletos, ella reaccionó con mucho menos entusiasmo del que yo esperaba, pero sonrió y me aseguró que pediría el sábado en el trabajo para que pudiéramos ir.


El sábado por la noche llegamos al lugar a buena hora, pero la fila ya rodeaba la manzana. Cuando por fin entramos, la banda que abriría el concierto estaba por comenzar a tocar, pero no nos apresuramos. Hope quería comprar un souvenir, así que nos quedamos en el fondo, donde se encontraban los artículos en venta. Escogió una playera blanca que tenía impresa la portada del álbum, y se la puso encima de la que tenía. Estaba tan contenta, que yo me sentía realmente bien conmigo misma por haberla llevado.

En lo que la banda terminaba sus últimas canciones, comenzamos a abrirnos paso entre la gente. Cuando los dos integrantes de la banda tomaron el escenario, seguidos por sus músicos, el lugar entero explotó en un grito unísono de emoción.

Abrieron el concierto con Deep Honey, luego cantaron Human y después, Lovely head.

Hope se sabía la letra de todas, y las cantaba disfrutándolas en el alma. Yo solamente estaba ahí por una canción: la nuestra.

El concierto estaba ya bien avanzado, cuando decidí ir a la barra por un par de cervezas. Y tal como había temido que sucedería, estaba a dos personas de ser atendida, cuando los primeros acordes de Strict Machine empezaron a sonar. Entonces comenzaron a comerme las ansias de regresar al lado de Hope. Quería estar ahí, junto a ella, para ver una vez más esa luz en sus ojos que solamente se encendía con esa canción.

La fila se movió y entonces pude comprar las cervezas. Caminé rápidamente, pero siempre cuidando los vasos de plástico, para no derramar su contenido.

Estaba ya en el último tramo de mi recorrido entre la gente, cuando levanté la mirada para descubrir que Hope no estaba sola. Estaba discutiendo acaloradamente con alguien mientras nuestra canción, avanzaba hacia su clímax.

Al dar el siguiente paso, el ángulo me permitió ver de quién se trataba. Mi estómago se hizo nudo y me faltó el aire al reconocer a Paige, la exnovia; aquella que le llamaba insistentemente cuando sus amigas se encontraban a Hope en la calle; aquella cuyas fotos aún estaban en una caja de zapatos debajo de la cama de Hope; aquella que aún mandaba en su corazón.

Me detuve. No tuve valor para seguir acercándome. No tuve las agallas de interrumpir lo que a leguas se notaba que sucedería después. Permanecí ahí parada, sosteniendo los dos vasos de cerveza, observando la escena como si se tratase de una película muda.

Sin que la intensidad de las gesticulaciones disminuyera, Paige tomó a Hope por la nuca y la jaló hacia ella para besarla como si el Armagedón se estuviese desatando sobre la Tierra y no hubiera tiempo qué perder.

El nudo en mi estómago pasó a ser un remolino de ira. La garganta me ardió como si pudiese generar fuego. El beso me pareció infinito. Ya no lograba distinguir sonidos, era como si la canción se hubiera distorsionado hasta convertirse en una versión maquiavélica de sí misma; como si las figuras se hubiesen nublado y el tiempo se hubiera ralentizado, ocasionando que unos segundos durasen lo mismo que un milenio.

Ese beso infernal entre Hope y Paige se prolongó más y más. Yo seguía ahí, observando con la esperanza absurda de que al apartarse, Hope la rechazara, le dijera que estaba con alguien más y ese fuera el final de la historia.

Sólo a ella | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora