Vigesimotercera sesión con el doctor Cantú

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Mauricio se acomoda en el sofá del doctor Tello, su psiquiatra. Cruza las piernas, luego se arrepiente; las vuelve a cruzar y se vuelve a arrepentir. Pocas se veces se ha sentido así de incómodo durante una sesión.

—Hacía mucho que no me proyectaba con un paciente del modo que lo hago con Eva —dice, negando con la cabeza.

—Más o menos cuatro años, según mis cálculos —responde el doctor Tello.

—¿Ves algún patrón entre entonces y ahora? —pregunta Mauricio.

—¿Tú no lo ves? —pregunta el doctor Tello.

Las respuestas parecen eludirle, no obstante, Mauricio decide aventurarse a compartir un autodiagnóstico que no le convence del todo.

—He tenido suficientes pacientes homosexuales para saber que esa no puede ser la razón.

—Vamos —insiste el psiquiatra—, tú sabes perfectamente cuál es tu mayor debilidad.

—Sé que antes tenía un problema serio cada vez que encontraba un paciente que estaba enfrentando una incomprensión tan severa en su familia —defiende Mauricio, con el ceño fruncido y la mirada perdida en el relieve de la pared que se encuentra detrás del sofá en el que está sentado su doctor—; una especie de culpabilidad por haberla tenido tan fácil con mis padres, pero eso lo superé hace años.

—Es la persecución religiosa por parte de sus padres lo que te tiene así —dice el doctor—. La última vez que te descompusiste tanto con un paciente...

—Fue porque sus padres eran Testigos de Jeová y lo golpearon, lo dejaron en la calle y hubieran preferido verlo muerto antes que aceptar su orientación sexual —interrumpe Mauricio, hablando más para sí mismo que para su doctor.

—Anteponer la fe a la familia es algo que no logras procesar bien mientras atiendes a un paciente.

—El fanatismo religioso —dice Mauricio, perdiendo un poco el control sobre el tono de su voz.

—¡Ahí está de nuevo! —señala el doctor Tello.

Mauricio exhala, desganado. El doctor lo había puesto a prueba y él había caído en la trampa.

—Una parte irracional de tu mente cree que el sufrimiento que Eva ha padecido debería concederle una especie de «pase libre» para el resto de su vida; quieres salvarla del dolor, incluso si eso significa ayudarle a evadir las consecuencias de sus actos.

Mauricio no responde, sabe que intentar mentirle a su doctor sería inútil, e incluso contraproducente.

—Sé que no necesito recalcarte la importancia profesional de poner distancia entre tus emociones y tu paciente —El doctor Tello inclina su peso hacia adelante, para quedar muy cerca de Mauricio, enfatizando su discurso—, pero este caso particular amerita que te recuerde cuál es tu papel en la vida de Eva: no eres su amigo ni su confidente ni su quijote, eres su doctor...

—No es necesario —asegura Mauricio—. Sé muy bien como mantenerme en el lado profesional de este asunto.

Al terminar esa intervención urgente que no era parte de su terapia semanal, Mauricio se apresura para llegar a su cita con Eva.

Sólo a ella | #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora