El sol ya había caído y todos se encontraba en los grandes aposentos del sultán.
El sultán quería compartir con su familia un momento agradable, este se encontraba conversando con su hijo mayor, mientras la sultana Hurrem platicaba con su hija menor.
Pero en la cena habían dos personas que no hablaban, la sultana Mahidevran se encontraba muy incómoda, toda la cena ha sentido la mirada del príncipe Mehmet en ella.
Ya debería estar acostumbrada, ya que no era la primera vez que el príncipe la miraba de más, pero ahora sus ojos la miran de una forma diferente.
Cada vez que el la miraba podía sentir que la miraba con admiración o eso ella quiso creer, pero esa noche, en esa cena, pudo ver en sus ojos el enojo, pero más que eso decepción y tristeza.
Los ojos de Mahidevran se encontraron con los de Mehmet, el príncipe en ese momento tomó la copa de vino la cuál apretó fuertemente, la sultana observaba cada movimiento de él y viceversa.
- Sultana está bien? - preguntó Mahrimah esto hizo que todos los demás la miraran.
- solo estoy cansada. - trató de sonreír pero pareció más una mueca.
- Majestad mi madre y yo nos retiraremos. - dijo su hijo viendo la incomodidad de su madre.
- claro, todos pueden retirarse, deben estar cansados por el viaje. - se levantó.
Todos salieron de los aposentos del sultán, cuando iban por el pasillo...
- madre te sientes bien? - preguntó Mustafa.
- si solo quiero dormir. - caminó rápido hacia sus aposentos, sin siquiera despedirse.
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Ya era muy noche, no faltaba mucho para amanecer, la sultana de encontraba en el tocador peinaba su cabello, no pudo dormir así que decidió levantarse.
No podía sacar de su mente los ojos de Mehmet esa manera de mirarla la había descolocado totalmente.
Luego de unos minutos sintió que las puertas de sus aposentos se abrieron y unos pasos acercándose. No tenía que voltear pudo oler su aroma desde que entró, sintió que un escalofrío recorrió su cuerpo.
- que es lo que quieres? - suspiró Mahidevran. - te dije que no volvieras a entrar a estas horas a mis aposentos.
- sultana perdóneme, pero usted sabe que sin usted no puedo vivir. - se acercó y besó su cuello.
- tienes que hacerlo. - dijo con los ojos cerrados. - esto no puede ser.
- te he dicho que me gusta tu cabello. - acarició su cabello. - me encanta cuando lo llevas suelto, me gusta como te queda ese camisón. - la miró con lujuria.
- Basta, quiero que te vallas. - se levantó tratando de ocultar sus mejillas sonrojadas.
- se que no quieres que me valla, quieres estar conmigo, me deseas como yo te deseo. - dijo apunto de besarla.
- No. - dijo firme separándose. - no me vas a volver a besar jamás, fue un error entiéndelo ya.