Mehmet
- hermano que haremos, debemos avisarle a nuestro padre. - le sugerí preocupado.
- no Mehmet primero debemos estar seguros de que son ellos, Atmaca ve con tus hombres. - se levanto de su asiento. - quiero que me averigües cual es su ubicación exacta. - el hombre sólo asintió, se reverenció y se marchó.
- Mustafa no podemos arriesgarnos, que pasa si deciden atacarnos. - temí.
- acaso no confias en mi, crees que soy un cobarde como lo piensa el sultán. - exclamó enojado.
- como puedes decir eso, eres mi hermano mayor, mi ejemplo a seguir. - me enojé. - sólo que tienes que entender que esta vez te estás equivocando, quieres esperar a que nos ataquen para hablar con su Majestad.
- no nos atacaran, si se atreven a hacerlo estamos preparados para eso.
- sabes bien que sin el apoyo del sultán no ganaremos esta guerra, el ejército de manisa no es tan fuerte como el de la capital.
- sólo veremos si son ellos, tengo que asegurarme antes de decirle a nuestro padre. - respondió más calmado.
- está bien hermano.
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Mi hermano, atmaca, un pelotón bien armado y yo no se encontraba desde una montaña observando a un grupo de personas.
- esos con los Persas. - confirmó Mustafa despacio.
- hermanos debemos avisarle a nuestro padre.
- no, nosotros podemos con ellos nuestro ejércitos es lo suficientemente fuerte para poder sobrevivir a esta guerra, no necesitamos al sultán. - dijo serio. - volveremos al palacio está apunto de anochecer.
- no Mustafa, sabes como se pondrá nuestro padre si se entera, quieres tener un problemas con él. - trate de convencerlo. - piensa en la Sultana, estará devastada si el sultán se enoja contigo.
- tienes razón, mi madre se molestaría conmigo. - dijo pensativo. - Atmaca.
- dígame mi príncipe. - dijo acercándose.
- quiero que mandes una carta a la capital para el sultán, informale todo lo que sucede. - en ese momento pude respirar tranquilo, ese sentimiento me hizo abrazar a mi hermano.
- ya aléjate de mí. - se rió. - vamos, mira ya calló la noche, es un camino largo.
- si hermano. - respondí feliz.
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Era muy noche ya, pero gracias allah ya estabamos cerca del palacio, Mustafa y yo veníamos platicando por el camino, le dije que tenía sueño y desde que le dije eso no ha parado de hablar para que no me duerma.
- clara debe de extrañarte ya. - acarició el pelaje del caballo.
- puede ser, no lo sé.
- tu la extrañas? - preguntó divertido Mustafa. - si te sientes sólo puedo obsequiarte una de mis concubinas.
- no. - respondí pensativo ya que me había dado cuenta que desde que llegué a Manisa no había pensado en en ella, ¿tan rápido se había esfumado el amor que supuestamente sentía por ella?
De hecho no me sorprende no pensar en ella, como no después de ver los hermosos ojos de mi sultana, sólo con verla se me olvida hasta respirar.
- já ya se, estas enamorado. - Mustafa me sacó de mis pensamientos.
- que claro que no. - dije nervioso.
- te conozco... - iba a decir algo pero no termino y se detiene en seco con su caballo.
- Mustafa que pasa, por qué te detienes?
- hermano el palacio se está quemando.