INVOCANDO DEMONIOS

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ROSANA

Los besos que siguieron después del intenso orgasmo, nos prepararon para una segunda ronda, esta vez Mario no se demoró tanto en explorarme. Me puso boca abajo y tomo mis caderas, había azotado sus manos contra mis nalgas hasta que la piel me escoció de forma deliciosa y luego me tomo por detrás, sujetándome las manos en las caderas para que yo no pudiera aferrarme a la cama y estuviera dulcemente indefensa.

Gemí su nombre más de lo que puedo recordar hasta que dejó mi coño nuevamente chorreando con su semen.

Después, volvimos a besarnos al caer rendidos en la cama.

Él no estaba bromeando con esas promesas sobre hacerme recordar lo bien que había encajado en mi interior y susurró cosas obscenas contra mi oído en los últimos empujones.

Cuando todo terminó, no me esperé que besara mi frente, me atrajera a su pecho en un gesto protector, sus caricias relajaron todo mi cuerpo. Un cuidado dulce para un sexo salvaje. Podía sentir todavía dentro de mí, con su leche caliente deslizándose lentamente fuera de mi coño cuando me moví para encajar perfectamente nuestros cuerpos.

Y me quede dormida, con sus brazos alrededor de mi cuerpo y el sonido de su corazón acelerado sirviéndome como una canción primitiva de cuna.

Despertar me cuesta cuando estoy cómoda entre sus brazos, no hay manera que olvide que he pasado la noche teniendo orgasmo tras orgasmo abrazando su verga con mi coño.

Me muevo ligeramente, y como la primera vez que estuve con él dentro de una cama mi cuerpo protesta, el dolor no me martillea en la cabeza, pero está en todos mis músculos, mis piernas se tensan, mi vientre se contrae, lo siento todo el cuerpo.

Sonrio moviéndome poco a poco.

—Alguien debería decirte que no eres para nada sutil cuando te despiertas.

Murmura, y yo volteo para sonreírle. Sonreírle genuinamente.

"Un hombre acaba de salir de tu departamento y estás de malhumor, es una señal de que lo ha hecho mal"

Otra cosa que ese engreído me demuestra con suma facilidad. Así que yo dejo que mi cuerpo desnudo caiga nuevamente en la cama, me duele hasta el trasero y recuerdo que seguramente no podré sentarme sin recordar que sus manos están literalmente impresas en mis nalgas.

—Lo siento, puedes seguir durmiendo.

Me disculpo, su cabello le acaricia el hombro apenas, más ondulado de lo que lo he visto nunca, debe ser por la forma en que mis dedos se enredaron en sus mechones.

Mario se mueve para alzarse sobre un codo, le doy algunos puntos por mirarme a los ojos y sonreír antes de que su mirada se desplace por mis pechos desnudos. La mía hace lo mismo, tengo marcas rojas adornando mis tetas y mis pezones traicioneros lo saludan.

—Rosa pastel.

Susurra y yo junto las cejas. Él se echa a reír cuando ve mi expresión, sus nudillos tatuados acarician mi vientre. la curva de mi seno, sus dedos encuentran mi pezón, yo gimo por el placer de su roce.

—Llevabas un conjunto rosa pastel la primera vez que te quite la ropa. Todavía lo tengo grabado en la mente.

Saber que ha estado pensando en esa mañana tanto como yo me hace sonreír más.

—Pervertido.

Mi queja es divertida.

—No decías eso cuando me suplicaste que por favor te metiera la verga.

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora