ROSANA
No importa cuántos años tengas, no importa si vives sola, si tienes tu propio negocio, si puedes alimentarte y pagar tus cuentas por ti misma, los padres mexicanos siempre tendrán algo que decir respecto a tus decisiones de vida, sobre todo cuando de parejas se trata.
Pincho una de las tortillas que ha perdido su forma rectangular, la salsa es picante, lo justo como para poder haberme sacado de una cruda terrible si hubiese bebido hasta el cansancio la noche anterior. Mario está vestido con su camisa blanca, se la arremangó hasta los codos, tiene los primeros botones abiertos lo que hace que quiera enterrar mi rostro en él y besar el tatuaje que se asoma apenas, su mano baja como quien no quiere la cosa para apretarme la rodilla, estoy tan tensa a su lado que apenas y puedo pasar la comida por mi garganta.
—Así que tu eres el chico de al lado.
La voz de mi padre dice esto como una afirmación y no como una pregunta, él ya lo sabe, simplemente ha aprovechado cada segundo de este desayuno para juzgarlo con la mirada, Mario, si tengo que admitir, ha estado relajado todo este tiempo, ha comido de forma tranquila, respondido a mi madre con tanta educación y paciencia que bien podría ser un diplomático, es la sangre Vega corriendo por sus venas, años y generaciones lo han preparado para la mirada inquisitiva de mis padres.
—Sí, llegué hace un año.
—¿El vecino loco? —suelta mi madre y yo escupo el jugo de naranja que ella ha traído. Mario voltea a verme con una sonrisa que muestra todos sus dientes, mi madre se pone roja y sé no tiene nada que ver con lo que ha soltado. Es el efecto de Mario en ella.
Sí, mamá esa sonrisa también me hizo temblar a mí, esa es la sonrisa del chico de al lado.
—Pues yo no diría que la locura está de mi lado del edificio —se defiende él y yo me río, a mi padre no le hace nada de gracia.
—¿Te ocurre algo?
Su pregunta es directa, aunque amorosa, mi padre me inspecciona para entender porque me ahogo y yo niego, alzo la mano, tosiendo poco a poco para poder contrarrestar el picor en mi garganta.
—Mamá se pasó con el chile —me quejo, la mano de Mario me da golpecitos en la espalda.
—Puedes soportarlo —murmura y le doy una patada por debajo de la mesa —la he visto comer cosas más picantes.
Se explica Mario entre dientes por el golpe, aunque su tono es completamente inocente todo mi cuerpo se tensa, y se calienta, lo siento cosquillearme en la garganta, los pezones, entre las piernas, cada parte que él ha recorrido con la boca todas esas veces por la mañana, cuando mi miedo a que dijese algo tonto me llevó a subirme sobre él y demostrarle de la única forma que podía que estaría a su lado, sin importar lo que sucediera, ni lo que él pensará de sí mismo.
—Sí, siempre le he advertido que terminará con problemas serios en el estomago por eso —mi madre se queja como siempre sobre mi rutina alimenticia, me alimento demasiadas porquerías eso es lo cierto, pizza, tacos, comida chatarra eso es lo mío, no lo sería si supiese cocinar decentemente.
—Si alguien tan solo me hubiese enseñado a cocinar como dios manda, yo podría.
—No me eches la culpa, ya estás grandecita, así que Mario ¿cierto? ¿A qué te dedicas?
Ruedo los ojos ante la pregunta, ella sabe bien cuál es su nombre, llevo diciéndolo por teléfono y en persona cada vez que los visito o ellos vienen, a mi madre le encanta el dramatismo.
Mario Vega, sí, ese mismo el hijo del Senador o lo que sea ¿qué importa cuáles son los del senado y cuáles son los diputados, sí, papá, ya entendí, no, no importa mamá, valen para lo mismo.
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El chico de al lado.
Romanceㅤㅤ ㅤㅤElla ama los libros, su pasión por la literatura fue cultivada desde que era pequeña y siempre ha soñado encontrar un amor tan cliché como el de los libros que suele leer. ㅤㅤUn hombre apuesto, generoso, un amor para siempre, sin importar cuá...