TATUAJES

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ROSANA

—No puedo creer que también dibujes.

Mario ha encontrado el portafolio para dibujos que tengo en la mesilla de mi sala, a veces, suelo sentarme al sofá poner alguna película que me sirva como ruido de fondo y entonces dibujo, cualquier cosa que se me venga a la mente, muchos de los dibujos son borradores de las portadas que creo para los libros de la editorial o las ilustraciones para los mismos.

Me muerdo las uñas. Mis uñas siempre son un desastre, tengo que hacerles manicura para mantenerlas bonitas, cuando no hay una fina capa de acrílico nude protegiéndolas como ahora, mis dientes atacan, atacan tanto que a veces termino con la piel a carne viva por morderlas más de la cuenta.

He visto lo que Mario hace, lo he visto a primera fila. Yo tengo noción del dibujo eso lo sé ahora, porque atreverme a decir que tengo talento cuando he visto de primera mano lo que eso es junto a él sería ser irrespetuosa con el arte.

—No son tan buenos como los tuyos. Lo que yo hago es todo a computadora.

—Pero no te quites crédito por eso, la tecnología es una buena herramienta para el arte, no es que lo haga más sencillo.

—Pero si lo hace, todo es pinceles artificiales y combinación de colores, si te equivocas lo borras fácilmente, estoy segura que has desechado hojas y hojas intentando encontrar el color perfecto.

—Bueno sí, pero me gusta lo que haces.

Mario me sonríe.

Estamos desnudos en mi sofá, después de otra ronda de sexo en la que me puse en cuatro sobre el mullido cojín y le ordené que me tomase por detrás, intentamos dilatarme lo suficiente para el sexo anal, pero no soporté demasiado, así que él dejó a mi cuerpo descansar y nos decantamos por otras opciones.

Si me muevo lo suficiente todavía siento el delicioso dolor en mi cuerpo.

—Pero, estoy segura que tú podrías hacer algo mucho mejor que esto en menos tiempo, sin duda.

—Mhm, no lo sé, probemos.

—¿Qué?

—¿Tienes otro cuadernillo?

—Eh, sí.

—Esto haremos, vamos a dibujar algo que nos recuerde al otro y solo tenemos media hora para hacerlo.

—¿Estamos haciendo una competencia de dibujo?

—Claro, el que pierda le debe un favor al otro.

Yo me echo a reír.

—¿Un favor sexual?

Pregunté con media sonrisa en el rostro.

—No, Rosita. Yo sé que tu no me estás haciendo un favor a mí y definitivamente yo no te estoy haciendo un favor a ti.

Asiento, porque tiene razón. Hay demasiado placer en medio como para tratarse de un favor, entonces suspiro y lucho contra la protesta de mis muslos cuando me levanto para buscar el viejo cuadernillo de dibujo y un lápiz.

—¿Cualquier clase de favor entonces?

Pregunto, volviendo a mi lugar, cubriéndome con uno de los cojines, él está sentado con una de las piernas estiradas por todo el sofá, así que cuando tomo lugar en el siento su tobillo en mis caderas, no me molesta en lo absoluto, mi espalda baja descansa en el reposabrazos del extremo contrario en el que él está apoyado como dos estudiantes que buscan poner la mayor distancia entre ellos para que ninguno espíe el examen del otro.

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora