PERTENECER

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MARIO

No sé por cuánto tiempo estuvimos así. Solo él abrazándome para dejarme llorar entre sus brazos. He llorado ríos y mares, tanto llanto reprimido por tanto tiempo, sus palabras me destrozan, arrancan espinas sangrantes, enredaderas que luchan por permanecer en el lugar en el que han estado durante décadas, destrozan ladrillo a ladrillo, el dolor supura una herida abierta. Solo hay escombros.

He permanecido estoico, intacto, me he cegado con marihuana, alcohol y dolor físico. Música, arte. Cualquier cosa que pudiese mitigarlo todo.

Todo cuanto construí se ha derrumbado y no puedo dejar de llorar, no puedo dejar de sentir. Mi padre sigue allí, susurrándome cuánto me ama, cuánto se arrepiente, cuánto lo siente.

Me pide perdón una y otra y otra vez, y yo solo lo escucho balbucear, cada vez más cerca, más cerca.

Hay algo que se aferra a los escombros que no me deja ir, es una criatura oscura que se retuerce y grita, que encaja las uñas y lucha por que las enredaderas vuelvan a vivir, porque los ladrillos vuelvan a formarse. La miro a los ojos.

La culpa.

La están matando, una culpa que lleva creciendo durante años y años, me mira a los ojos y me jura que nunca podré derrotarla, que estará allí para siempre, pero intento alejarme de ella. Intento acceder al perdón que mi padre me ruega, intento.

—No será fácil.

Vuelve a decirme y sé que no, que hay mucho que arreglar, que barren, que destrozar y volver a construir, como una pintura llena de capaz y capaz de acrílico.

—Vamos a lograrlo, Mario, quiero que lo logremos, que confiemos, por favor deja de correr, deja de huir.

Pero no sé si puedo, no sé si podré hacerlo. Cierro los ojos con fuerza, el monstruo dentro de mi sigue chillando malherido, sangra, y se retuerce, pero hay una imagen en su oscuridad, hay una hermosa mujer parada al lado de él, una mujer que tiene mis ojos y una sonrisa encantadora, una mujer que me sonríe y lo ilumina todo, que intenta llegar a mí, mi madre siempre ha estado detrás de esa línea reforzada, y me he impedido llegar a ella, me he negado todo lo bueno que me dio porque no puedo soportar la culpa.

Quiero llegar a ella, quiero poder llegar a ella.

Mi padre sigue a mi lado, sigue aferrado a mi como si lo entendiera, que todo se ha roto, que con mis palabras he explotado todo en mi interior y necesito que me sujete.

Rosana esta en la habitación continúa esperando por mí, esperando. Rosana sigue esperando. Mi Rosana.

Sé que necesito matar la culpa para poder llegar a todos ellos, para llegar a mi madre, para llegar a mi padre, para llegar a mi amor.

Pero ¿qué pasa si nunca puedo? Qué pasa si esa bestia que se retuerce en mi gana una batalla que ha controlado durante todo ese tiempo.

—No será fácil, pero no es imposible.

Me recuerda.

Carina también me sonríe del otro lado, el recuerdo de una figura materna dulce, amorosa y comprensiva.

He hecho a perder tanto tiempo, tanta ira, tanto rencor, tanta culpa.

Culpa.

Culpa.

Quiero pertenecer.

Quiero arrancarla de mi y volver a pertenecer.

Quiero ser un hijo, un novio, una persona.

Quiero.

Quiero.

Quiero.

Deseo poder ver a mi padre sin sentir que arranque algo de su lado.

Quiero ver a Carina con orgulloso y decirle que ya no lloro por las noches, que ya no duele, ya no hay espinas sangrantes.

Quiero ver a Rosana y entregarle un corazón entero, que es solo suyo.

Quiero pertenecerles a todos, y pertenecerme a mí, no al a culpa.

—Deja que lo hagamos juntos.

Yo asiento, no puedo hablar, pero intento hacerlo. No soy un hombre ahora, no puedo ser un hombre ahora, soy un puto niño asustado, roto.

Pero hay algo que hace gritar más a la criatura dentro de mí, la certeza de saber que algún día será derrotado y que hoy, esta tan malherida que le costará tomar el control sobre mí, tan fácilmente. 

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora