TUYO

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MARIO

La luz solar me pega de lleno, hace que me duelan los ojos incluso cuando no los he abierto, sé que he llorado y que pude parecer patético, comienzo a sentirme fatal cuando las imágenes de la ultima noche llegan a mí. Vergüenza es un sentimiento poco apropiado para expresar lo que siento, la manera en que me comporté con mi padre frente a Rosana, discutir de ese modo no es nada nuevo entre nosotros, mi padre abre la boca y a mi se me calienta la sangre, de culpa quizás, por haberle arrebatado a su esposa de esa manera.

Rosana sigue a mi lado o, más bien, soy yo quien esta en su cama, luce tan hermosa con los rayos de sol iluminándole el rostro, su maquillaje se ha ido, con cara lavada y todo es como un ángel.

Escuchó su voz entre mis sueños.

Soy toda tuya Mario, si tú me quieres.

No la merezco, en lo absoluto merezco que esta mujer desee ser mía, pero he vivido siendo egoísta toda mi vida y no deseo, por Dios que no deseo apartarme de ella, le acaricio el rostro con suavidad, pienso en los colores que podría mezclar para encontrar el tono perfecto y pintar esta escena, la luz del sol sobre su piel casi rosada.

Ella se remueve pegándose a mí, una de sus piernas se enreda con la mía, intento no lanzarme sobre ella venerarla con besos, recorrer cada parte de su cuerpo con mi boca y mis manos, decirle que estoy loco, demasiado loco por ella que la amo, y ese sentimiento me resulta impactante es tan fuerte que tengo que contenerlo, una cosa es abrir mi corazón de esa forma y otra decirle que la amo, todo esto ha ocurrido tan rápido, incluso cuando sospecho que mis sentimientos por ella se han estado germinando lentamente durante todo ese año.

Me siguen doliendo los ojos por el llanto.

Rosana escuchó mi historia, la desnudé ante ella, y cree, tan dulce como es, que no soy el culpable. La abrazo a mi cuerpo, besándole la frente, ella se acomoda en mi pecho. Intento no pensar en el hecho de haberme derrumbado frente a ella de la forma en que lo hice. Estoy harto, harto de vivir de esta forma, de no poder ver a mi padre a la cara sin sentir todo lo que siento.

Estoy avergonzado hasta la medula de haberme comportado así frente a Rosana, como un idiota, cuando ella me grito en la fiesta todo se rompió de una forma en la que entré en pánico, tanto pánico que no pude hacer nada más que llorar. Rosana ya había visto dentro de mí, el monstruo furioso que ataca y ataca, y no le había gustado, y ahora la idea de perderla me estaba asfixiando.

Pero ella se había quedado, me había traído a su departamento y me había dado el espacio que ciertamente necesitaba, una prueba más de la bondad que vivía dentro de ella, toda esa luz.

—Me estás babeando —digo, porque sé que ya ha despertado, ella suelta una risita.

—Pero si te encanta.

—Nunca diría lo contrario —alza lentamente el rostro para verme, mi mano acuna su mejilla, se estira para besarme, dejo de respirar, mi corazón deja de latir.

—Rosita.

—Shhhh.

Me dice, colocándose a horcajadas sobre mí, mis manos se aferran a sus muslos, su boca se aferra a la mía, nos besamos de forma hambrienta, tengo una necesidad de ella que no podría saciarse solo con enterrarme en su interior, necesito abrazarla con tanta fuerza hasta que sienta que mi pecho se funde en el suyo, que somos un solo cuerpo, un solo corazón, una misma alma.

Me asusta todo esto que siento, jamás lo había sentido, tiemblo solo de pensarlo, de sentirme así, pero ella lo toma, me acaricia los músculos de los brazos, va hacía mis hombros, sus dedos se entierran en mis cabellos y tiran suavemente de ellos.

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora