MAMÁ GALLINA

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ROSANA

Tengo todo el cuerpo caliente, aprieto las piernas como una medida para protegerme de mi desnudez, no sé por qué lo he hecho, pero provocarlo de esa manera me agrada, podría solucionar la falta de bragas subiendo a mi departamento y simplemente cambiándome, pero tengo la sensación de que un juego nuevo entre nosotros ha comenzado y no quiero perderlo simplemente porque él se ha llevado las bragas como un premio.

—¿Mario Vega se sabe mi nombre?

Ingrid se acerca rápidamente a mí, también tiene las mejillas sonrosadas, aunque sé que, a diferencia de mí, mi amiga no las tiene así por la excitación, sino por las ganas que tiene de burlarse de lo que ha pasado.

—Ah, le hablé de ti, supongo que sí me escucha.

Ese hecho también me hace sonreír.

Le conté uno de mis secretos a Mario, un secreto que ni siquiera le he dicho a mis padres, me obligaba a salir de casa, solo para verlos contentos cuando animaban a hacer amigos y no dejarme intimidar por los bully de la escuela.

Mi madre, que entendía mi pasión por la lectura, también entendía las desventajas de una vida social pobre.

"En algún punto de nuestras vidas, todos necesitamos un amigo que pueda respondernos de vuelta, cariño."

Y debía agradecer por ese consejo, Lilian e Ingrid era una respuesta para lo que los libros no podían darme y eso era muy cierto a pesar de todo.

Pero me aterraba salir sola, me aterraba ir por las calles sin que nadie estuviese a mi lado.

Sentía que alguien llegaría por detrás y me empujaría por la espalda y me quitaría el bolso, no con el fin de asaltarme sino con la idea de simplemente hacerme sufrir tirando mis cosas al bote de basura.

Pensaba que encontraría a alguien mirándome de lejos con su grupo de amigas y se reiría de mí, de mis kilos de más, y me avergonzaría frente al chico que me gustaba.

Sé que no puedo seguir dándole poder a este tipo de cosas.

Ya no soy una adolescente frágil, pero supongo que hay cosas que se quedan en ti.

Todavía siento escalofríos cuando alguien camina demasiado cerca a mis espaldas.

En las fiestas sentía que se fijaban solo en mis amigas hasta que comencé a perder kilos de más y estar conforme con mi cuerpo, hasta que aprendí a amarme a mí misma y cada cicatriz en forma de estría sobre mi piel.

Fue suficiente para afianzarme a dos personas increíbles como mis amigas, y mantener alguna que otra relación decentemente duradera.

Pero no para olvidar los malos tratos.

Mis padres no lo supieron, claro, la forma en que siento que toda la ciudad se me cerrará encima.

Por qué no salía a fiestas como las adolescentes normales, por qué no iba a los viajes escolares.

Pero Mario lo sabe.

Mario lo sabe y sabe mi necesidad por darles a personas como yo, juzgadas por ser como son, por como lucen, por sus gustos, un lugar a salvo de sentirse aplastados.

Y no me aplasto.

"Entonces tu cliché es hermoso"

Y lo era.

—¿Hola? ¿Rosana?

Ingrid se me queda viendo con una sonrisa.

—Ay por dios, ya te perdimos.

—¿De qué estás hablando? —Me quejo, volviendo a mi trabajo, actualizando el stock de libros.

—¿Cuántos días llevas acostándote con él? ¿Cómo dos?

Me río sin decir nada.

—Vale, digamos que llevan casi un mes con la tensión sexual, y algún par de noches juntos.

—¿Qué importa?

—No sé —mi amiga se encoge de hombros— que antes lo odiabas por simplemente respirar el aire pesadamente en tu dirección y ahora no dejas de sonreír. Tienes brillo y más vida, y te quitas las bragas en la biblioteca para dárselas al chico malo.

Volteo tan rápido que me duele el cuello.

—Si lo vi.

Yo suelto un chillido.

—Solo parece el estereotipo de chico malo, pero no lo es —. Tengo la necesidad de defenderlo, sobre todo cuando he sido yo la primera en crear una campaña Anti Mario Vega el Vecino ruidosamente Sexy e Insoportable.

—Tal parece, pero no estoy segura. No me importa si Mario es amable y dulce y sí está más bueno que mis biscochos y podría untarle mermelada y comerla desde su cuerpo solo porque se sabe mi nombre, pero si te rompe el corazón...

—No me voy a enamorar de Mario Vega.

—Rosana.

La manera en que dice mi nombre, una palabra tan suavemente cantada, como una madre que se preocupa. Tomo aire dejando de teclear, coloco las manos sobre mi regazo y la miro.

—Ingrid, te prometo, que no voy a enamorarme de Mario. Somos dos adultos disfrutando de un buen sexo. Es un amante generoso e imaginativo, siempre busca mi placer antes que el suyo y sabe seducirme ¿está bien? También es inteligente y talentoso. Y sí, quizás comienzo a sentir aprecio por él.

Ingrid vuelve a mirarme como si ella tuviera la razón sobre que me estoy enamorando, pero yo niego.

—Siento haber sido estúpida con él, simplemente estaba asustada, asustada de tener un hombre con su apariencia, con todos sus amigos, que suelen verse como los idiotas de la prepa, presuntuosos, bulliciosos y rebeldes. Estoy intentando enmendar las cosas siendo amable con él. Me siento cómoda en su presencia ahora y lo más cercano a cualquier sentimiento que creas que estoy teniendo por él es que me cae bien.

Todo eso es verdad. Lamento no haberle dado la oportunidad antes.

Lo vi con su ropa oscura, su cabello largo, los tatuajes en su cuerpo, el rostro con facciones duras y sensuales y me asusté.

Me asusté y lo juzgué antes de tiempo, creí que era un adolescente malvado y ahora me siento ridícula por permitir que mis mierdas estudiantiles del pasado afectaran mi presente.

Debí y debo parecer una tonta por dejarme llevar con traumas así que no justifican en lo absoluto mi tonto comportamiento.

—Eres una mamá gallina —. Me quejo volviendo a teclear en la computadora.

—Te quiero, estoy preocupada con este cambio tan repentino, solo digo—sus manos se alzan cuando la miro de reojo con fastidio —. Me hace feliz verte contenta y sonriendo y por fin relajándote en la vida, pero me asusta que te rompan el corazón.

—No va a suceder.

—Si te rompe el corazón puedo hacerle un cup cake con veneno.

Nos echamos a reír.

—Te quiero, boba.

—Y yo a ti. 

El chico de al lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora