_ ¿A qué esperas? -Susan dice, sentando a cada niño sobre cada caballo- ¡Súbete!
_ Yo...
_ Sin titubeos, subes o te quedas. Y si te quedas, te quedarás sola. Solita -Lorena señala a Adam- Ya, súbete
_ Agh, ayúdenme -digo acercándome despacio-
_ No, si no consigues subirte sola jamás lo dominarás –Leandro acaricia el hombro de su caballo-
_ Si te llevas bien con él, el caballo seguro dejará que lo montes –Albertina agrega-
_ Bien -suspiro- Hola Adam...te ves muy guapo hoy -sonrío bobamente, como si de un cachorro se tratara-
_ ¿Vas a coquetear con él o a trabajar? Prefiere a las rubias -rueda los ojos Lorena, burlona- Dijo que te hagas amiga del caballo, no que te enamores
_ ¡Ey! No sé cómo tratar a un caballo
_ Es como un perro...con cascos, velocidad y una fuerza con la cual es capaz de matarte lenta y tortuosamente -Susan hace una mueca de miedo-
_ Pero no debes tenerle miedo, o lo olerá -María dice, tranquila-
Dios, no puedo estar tranquila. Creo que sudo miedo, mi cuerpo huele a miedo y Adam abre sus ollares ampliamente. Si esto le pasó a Hércules, yo no me sentiría tan humillada. Quizá tener una montura, cositos para poner los pies y riendas decentes sería de ayuda. Dudo que un pedazo de soga detenga a un corcel desbocado. Me preparo y...
Allí voy. Me trepo de alguna forma al poste y después de un enredo de piernas, dedos y brazos termino perfectamente sentada sobre el animal, en el lomo con nada debajo. Sólo mi trasero y su pelaje. Desato las riendas y deduzco que debo golpearle los costados con los talones, así que lo hago. ¿Para qué? El caballo lanza una patada al aire, se para con las patas traseras, gira mientras lo hace y sale a todo galope. Por supuesto, que para cuando Adam hizo el primer movimiento que nombré, yo ya estaba volando en el aire a los gritos agudos. El resto ya se había ido a tal velocidad que quede sola, tirada en el pasto con una pierna rota y un tajo en el brazo.
_ ¡Ayuda! -grito. O más bien me desgarro la garganta-
Siento moscas en el brazo y me puedo imaginar muerta, agusanada y con la pierna doblada hasta el hombro, más o menos. Me imagino putrefacta, apestosa y con buitres devorándome los ojos. O quizá de mí queden solo huesos.
Tiempo después el único que se digna a aparecer es Adam, el maldito corcel bailador de rap. Intento arrastrarme lejos, lo único que me falta es que me aplaste de una pisada la cabeza. En cambio, me toca el brazo con el hocico suspirando. No es que vea muchas películas ni que sepa mucho sobre caballos, pero creo que está arrepentido. Dicen que los animales no piensan y los científicos saben ya que por algo son científicos. ¿Está arrepentido? Nah, no me importa.
_ ¡Vete! ¡Busca a tus estúpidos amigos cuadrúpedos! -hago un hush hush con las manos-
Nunca fui amante de los animales. De ningún tipo. Puede tener o no pelo, puede tener o no esa carita pedigüeña, pero no me interesan. Tuve un perro hace mucho, pero la verdad es que era la bola de pelos más aburrida de mi vida. Y esta cosa gris que tengo en frente es el animal más maléfico de la Tierra, me lo imagino con cuernitos y ojos rojos, sin juzgarlo por su actitud de ahora.
Adam baja las orejas y se va a paso firme. Sigo gritando por al menos una hora, hasta que finalmente aparecen Lorena, Albertina, Leandro, Alicia, María y Susan, acorralando a unos bistecs con patas y al estúpido caballo que casi me mata. ¿Se le podrá hacer un juicio a un animal? Porque lo único que quiero es matarlo, y sé que la ley esa de los animalitos es seria. Cautiva, sola...y ahora lastimada. Semi muerta, más bien.

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Cautiva
Teen FictionSina Parker, una joven de veinte años siempre ha querido viajar a India. Finalmente, el día de su cumpleaños sus padres le regalan un pasaje hacia aquel soñado lugar. La joven parte, pero lo que no sabe es que India es peligrosa. En el pleno viaje l...