Capítulo 19

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Retrocedo y me apoyo en el umbral de la puerta que lleva al pasillo, deslizándome hacia abajo lentamente. Me debilito ante cosas como esas, esas en las que la muerte aparece. Dejo el cuchillo en el suelo pero al alcance de mi mano, por las dudas. No me gusta parecer débil, ya he pasado por la etapa de cobardía cuando era una niña. Siempre me metía en problemas y no tenía el valor de afrontar el castigo que merecía. No es que haya sido golpeada, pero era una niñita muy cobarde.

Así que este cuchillo es mi espada, con la cual voy a combatir a quien se me quiera acercar. No me hablen, no me miren, no me toquen. Incluso ni sé por qué toda esta gente me cae bien, debería asesinarlos a todos. Manga de secuestradores mentirosos y traicioneros, supongo. Todo este misterio misterioso me saca de mis casillas.

Zack se queda allí parado algunos minutos, sólo torturándome con su mirada turquesa, y después se acerca despacio hacia mí. Como si fuera un asustado cachorrito que se esconde en los callejones, solo, inocente. Instantáneamente levanto el cuchillo y lo apunto. Allí va la parte inocente de este cachorrito.

_ Veo que alguien no está de humor -suspira- Muévete, quiero pasar -dice, viendo que bloqueo su única salida. Se nota que lo dice con ironía, no cree que sea capaz de hacerle daño-

_ No -alargo el brazo, acercando el cuchillo a su torso - No, ni me voy a mover ni voy a soltar el cuchillo -aclaro-

_ Oye -creo que intenta calmarme- Deberías ir a la habitación y descansar. ¿Quieres té?

_ ¿¡TÉ!? Carajo, ¿Té? ¡Me desquicias! Déjame en paz, no me voy a mover porque NO tengo ganas -me levanto y sigo apuntándolo, cada vez más cerca-

_ ¿Qué tal chocolate caliente? -se encoge de hombros, con los ojos bien abiertos ante mi reacción-

_ ¡No! ¡No, mierda, ni té, ni limonada, ni jugo! -aprieto el puño que tengo libre- N-A-D-A

_ Te calmas -me ordena. ¿Y éste quien se cree que es? Ah...un maniático, hijo de un secuestrador. Lo olvidé-

_ No eres quien para darme órdenes -hago círculos en el aire con mi arma letal- Y además, tengo un cuchillo

_ Lo he visto -asiente- Pero no tienes idea del daño que alguien puede hacerte si no me obedeces

_ A ver, ¿Quién? ¿Y cómo se va a enterar de que no te obedezco sin pruebas?

_ Cámaras, niña -señala una pequeña bolita, que al parecer es una cámara con sensor de movimiento o calor-

_ Sólo es un juguete -ruedo los ojos-

_ No. Sina, no. Haz lo que te digo. En serio -¿Qué es esa seriedad repentina?-

_ Vete -lo apunto y toco su abdomen con la punta del cuchillo, sin herirlo-

_ Eh, eh...deja eso. Yo no te hago daño

_ Oh, sí, claro. Tú eres el simpático chico y yo la descerebrada mental -bufo- Claro

_ No, no soy tan simpático como crees -me mira a los ojos, profundamente- Soy mejor de lo que crees

_ ¡Pero si eres un pan de Dios! -río, sarcástica, obvio. Que idiota-

Esto no le gustó nada al ojos océano. De un rápido movimiento Zack me levanta y apresa mis manos en la espalda. Mis poco agiles dedos dejan que el cuchillo se deslice, y lamentablemente caiga. Me sacudo, pateo e incluso muerdo por doquier. Pero mi puntería es pésima y no logro ni rozar a Zack

_ Cursos de defensa personal -ríe el desgraciado-

_ ¡Te denunciare!

No me hace caso y me empuja a la habitación.

_ Si no te callas voy a poner un hermoso pañuelo en tu bocota -me sacude-

Asiento, como resignada. Sonríe...aunque a mí, no me hace ninguna gracia. El silencio incomodo me da la oportunidad dorada.

_ ¡Auxilio! -grito a todo pulmón y Zack se tapa los oídos-

Él gruñe y saca un pañuelo gris de su bolsillo. Ah...con que parodiando a Christian Grey. Me lo ata a la boca bien ajustado, aunque en el proceso intento morderlo, y me carga hasta la habitación. Me sacudo como una lombriz pero sus musculosos brazos me rodean entera. Me deja (más bien me tira) arriba de la cama y se sienta en la otra, que está en frente.

_ Mira lo que haces que te haga -me recrimina- ¿Crees que me gusta hacer esto? No respondas, porque no puedes. Simplemente quédate ahí callada hasta que llegue Charlotte...ella te va a salvar el pellejo

Asiento y me levanto. Me mira inexpresivamente y frunzo los labios. Ni siquiera me ató las manos y los pies. Rápidamente, le pego fuerte en la pierna. Uh, para qué. Se levanta como un torbellino y empieza a perseguirme alrededor de la habitación, que de hecho es enorme. Yo corro lo más rápido que puedo, saltando sobre las camas y tirando cosas al azar para alcance. Pero el muy hijo de puto (Sí, no voy a insultar a su madre, pues no la conozco) parece Flash, por lo que no tarda más de un minuto en alcanzarme. Me agarra de la camiseta y freno en seco, un poquito ahorcada por el cuello de mi remera. Pero enseguida sigo tirando y arañando sus manos. Dios, que patética, no hago más que arañarle las manos. De repente, paro y él me gira.

Se produce una incómoda quietud, de la calma que precede al huracán. Ambos nos miramos  los ojos, sin saber por qué. Trago saliva y sonrío. No sé qué me hace sonreír, aquí apresada en sus brazos. Dios, que hermosos ojos. NO. No. No, Sina, no debes caer en la tentación de sus ojos. Sacudo la cabeza y retrocedo lentamente, pero sus brazos solo me aprietan más. Lo empujo y entonces sí, se aleja. Se ve confundido, de seguro por la situación.

Otra oportunidad dorada capta la atención de mis ojos. Me acerco lenta y seductoramente a Zack, para luego de un solo movimiento agarrar las llaves y salir corriendo. Ja, ja, engañado. Comienza a perseguirme; parecemos Tom & Jerry. Cierro la puerta justo antes de que me alcance y cierro. Con llave. Sí, soy un pilar de la estrategia.

Golpea y golpea la puerta, pero ésta no se abre. Obviamente, porque yo la cerré. Voy otra vez al patio trasero, mirando por encima de mi hombro varias veces. Sé que las cámaras me ven, y sinceramente, no me importa. Trepo el muro. Lo hago. Lo hice, Dios, estoy en la vereda. La gente que va por la calle me mira perpleja, pues me quedo parada allí por largos minutos. El barrio es inmenso, lleno de mansiones idénticas pero de diferentes tonos pastel. Parece una obra de arte en 3D, con todas las personas trajeadas.

Avanzo lentamente, intentando divisar a Charlotte o a cualquier conocido que pueda atraparme o dañarme, porque ya saben que Seaside Farms es un barrio peculiar. Camino y camino pero no encuentro la salida por ninguna parte. Es como si no hubiera un final ni un comienzo. Comienzo a desesperarme mientras mis ojos siguen viendo casa y más casas. Agotada, me siento en el cordón de la vereda y pienso. Pienso sobre si alguien me estará buscando o si simplemente me dejarán salir cuando encuentre la salida. Pienso en sí las cámaras alertan a la policía o  si son simplemente para saber. Pienso en mi familia, amigos y en la policía, si me seguirán buscando a pesar de todo o si aparecerá un nuevo caso y se rendirán.

Los pensamientos me llevan a la tristeza, y lentamente, a la depresión. ¿Cómo puedo pasar de tener adrenalina a deprimirme en media hora? Así. Pensando, porque si las personas no tuviéramos cerebro, tampoco sentiríamos nada y todo el mundo sería pacífico y feliz. Lloro a mares, lo que instantáneamente capta la atención de los transeúntes, que me preguntan que me pasa y no les quiero responder. Parecen gente muy amable, a diferencia de los demás que he conocido.

Así no quiero vivir más. Tengo que aguarles la fiesta a todos y matarme. Empapar la calle de sangre y acabar con mi vida. La gente gritará, enloquecerá y espero que la policía meta a varios presos. Seaside Farms acabará, y con ella la cruel vida de las cautivas. Ellas deben ser libres.

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Ni-hao lectores!


Han bajado los votos y los vistos :( Pero no se despeguen de esta novela...las confesiones llegan en el próximo capítulo

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