Capitulo 3

1 0 0
                                    

*Narra Lauren* 

Abro los ojos y percibo un olor diferente con el que suelo levantarme por las mañanas. Miro a mi alrededor y automáticamente mi cuerpo no para de temblar, ya me acuerdo. Me acuerdo de un chico llamado Erik, se acercó a mí y comenzó a hablarme, un rato más tarde me metió en una furgoneta y me secuestró. 

Me levanto de la cama y me acerco al inmenso ventanal que hay en la habitación, me quedo observando toda la ciudad desde allí y comienzo a pensar sobre lo que pasó ayer. 

¿Por qué? ¿Estoy metida en algo que no sé? Soy una idiota por haber confiado en un desconocido. ¿Pero yo qué podía saber de esto?. Nada. Yo solo salí a cenar con todas y cuando se fueron vino ese idiota de Erik, que encima al estar en la furgoneta me dijo que podía confiar en el. ¿Es imbécil? ¿Cómo voy a confiar en alguien que me ha secuestrado?... 

Me vienen muchas cosas a la mente. Al menos sé que estoy en un edificio alto y más o menos, por las vistas, se situarme en la zona. De repente me viene una sola persona a la mente, ¡MAMÁ! 

Mierda. No me contestó a los mensajes. ¿Estará bien? ¿Y Alex? Estoy realmente asustada ahora mismo. Comienzo a caminar por toda la habitación y examinar cada cosa que hay. ¡Joder!, el mejor baño que he visto en mi vida, es más grande que mi casa entera. Bueno a ver, "no exageres Lauren", me digo a mi misma, hay de mejores. Salgo del baño y miro en los armarios, y no hay nada adentro. En las mesitas de noche también miro, pero tampoco hay algo que me ayude a saber en qué edificio estoy exactamente. 

"¿Abro la puerta?" pienso en voz alta. Espero que si hay alguien, no me haya escuchado. Apoyo la mano en la manilla de la puerta y la inclino hacia abajo, poco a poco voy abriendo la puerta y salgo de ahí. Parece ser que estoy en un piso de lujo o algo por el estilo, porque ahora si, esto es enorme. Voy para la sala de estar y no hay nadie. Siguen habiendo esos ventanales como los que había en la habitación. El sofá es de cuero blanco y espacioso. Giro automáticamente la cabeza hacia mi derecha y miro dirección a la cocina. Solo de ver que hay una me cruje la barriga, parece que no haya comido en días. Comienzo a abrir las estanterías y cerrarlas a base de portazos, por si hay alguien que venga y escucho pasos rápidos venir hacia aquí. 

Comienzo a ponerlo todo bien e intentar disimular pero no me da tiempo, veo una silueta alta detrás de mí reflejada a través de la nevera. Me giro y mi cara cambia en cuestión de unos segundos de estar hambrienta a querer repartir puños, es él, es Erik.

─Veo que estás de mal humor.─ dice acercándose a mí pero abriendo la nevera.─ ¿Quieres desayunar?

─¿Perdona?─ le contesto desconcertada─ ¿Pero tú quién te has creído que eres? ¿Eres imbécil o que?─ me voy tranquilizando a medida que voy soltando palabras.─ No quiero nada de ti, bueno, mejor dicho, sí. Solo una cosa, ¿me escuchas?─ le pregunto─ ¿Por qué cojones estoy aquí, eh?─ me acerco a él y le doy la vuelta para que me mire a los ojos, pero ahora es él el que me está intimidando a mí. Aunque no creo que yo le haya dado miedo en ningún momento. 

─ Para empezar, respondiendo a tu pregunta, si, te perdono.─ se ríe─ ¿Por qué estás aquí?─ pone cara de pensativo y sigue hablando- Eso lo sabrás luego, ¿de acuerdo?─ se acerca a mi lentamente─ Pero ahora estamos solos, mando yo, a si que coje algo y desayuna.─ me arrincona y pone un brazo a cada lado de mi cuerpo, no me deja salir. Me mira fijamente a los ojos y hago lo mismo. Sus ojos verdes me miran cada parte de mi cara sin parar. Yo también, pero me distraigo con sus labios, son muy carnosos y rosados, diría que los más impactantes que he visto. ¿Soy imbécil o que? ¿Cómo puedo estar pensando eso de él? 

El se da cuenta de eso y apoya su brazo derecho en mi hombro. Al tener su piel tocando la mía me estremezco, pero ninguno de los dos dice nada. ¿Un simple contacto físico y ocurre eso? Ni siquiera lo conozco, me tiene aquí encerrada y sigo sin saber el motivo. Me inclino hacia él y le aparto su brazo a otro lado, no quiero que me toque nunca más. Voy hacia la nevera y cojo la leche para después calentarla, me acerco al ventanal del comedor mientras tomo el desayuno y no digo nada, me dedico a pasar completamente de él. Sé que debería tener más miedo por todo esto, es muy raro, pero prefiero mantener la calma y sí tengo que negociar o hacer algo, pondré la condición de que a mi familia no le pase nada. 

Amores que asfixianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora