Capítulo 4. Un paso al frente

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¿Piensas que después de conocerte voy a querer estar en otro lado que no sea contigo?

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Estuve un buen rato tumbado en el suelo, sintiéndome la peor escoria. Mi padre tenía ese poder: nos reventaba a hostias y nos sentíamos mal nosotros. Oí el móvil sonar. Me tapé el oído izquierdo: apenas oía por él, pero cualquier ruido me parecía estridente. Supuse que era Silvia llamándome después de ver mis llamadas y sin haberme presentado a comer, pero no tenía fuerza para enfrentarme a mis miserias.

Fui al baño a mirarme. La mejilla izquierda me ardía y estaba roja, aunque apenas tenía algún rasguño. Eran años de práctica para pegar sin dejar muchas marcas. Me toqué en la zona de los riñones. Ahí sí me dolía de las patadas y lo tenía completamente amoratado.

Recordé que mi madre estaba en el hospital. Sola. Me eché agua en la cara y me decidí a ir a verla, pero a los dos pasos me dejé caer al suelo. No era apenas capaz de caminar. Me sentí fatal. Si fuera el protagonista de una película, me levantaría, sacaría fuerzas de mi orgullo y caminaría con un ligero cojeo. Sin embargo, aquello no era una película. Y yo no era el protagonista ni de mi vida.

Saqué el móvil y le escribí a Silvia.

Yo

Ven a buscarme a casa con el coche.

14:06

Por favor.

14:06

Se conectó inmediatamente

Silvia

Te estamos esperando.

14:06

Y mi madre tiene que ir a trabajar.

14:07

¿Dónde estás?

14:07

Yo

No hagas preguntas ahora, ¿vale?.

14:07

Cuando vengas te lo explico.

14:07

Pero ven a buscarme con el coche para ir al hospital.

14:07

Silvia

¿Qué ha pasado?

14:07

Yo

Mi madre...

14:08

No terminé la frase. Dejé el móvil caer y volví a desmoronarme. Al rato, miré el móvil y vi la previsualización del mensaje con el que me había respondido.

Silvia

Voy.

14:08

Quería contarle lo que había pasado con mi madre, pero prefería ahorrarme los detalles de lo que me había ocurrido a mí con mi padre. Me avergonzaba. Se supone que los hombres tenemos que ser fuertes, defender nuestros hogares y a los que amamos, y yo había sido incapaz de pararle los pies al hombre que había estado a punto de matar a mi madre. Nunca he sido de clichés ni roles, lo sabes. Jamás he querido aparentar ser un machito, pero es inevitable que el subconsciente colectivo haga mella en la manera en que uno se ve a sí mismo. Y yo me veía como un despojo.

Mientras me olvidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora