Capítulo 22. Peñíscola

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Recuerda pasarte antes por el capítulo de Hasta que te odié si aún no lo has hecho.

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"La vida es eso que transcurre entre momentos importantes".

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Y esta canción parece compuesta por Tristán en el momento en que están mirando las estrellas, una canción que, por su letra, parece feliz, pero que deja ese poso de melancolía. Y de paso, ¿es mi canción favorita de todos los tiempos? Es mi canción favorita de todos los tiempos.


El día anterior apenas nos hablábamos y esa noche estábamos juntos, abrazados, contemplando las estrellas; en silencio, porque no hacía falta decir nada.

Han pasado muchas cosas desde aquel día, incluso alguna buena. Nadie que indagara en mi vida se podría extrañar de que mis recuerdos vuelvan una y otra vez a aquel instante.

Si a alguien le interesara mi historia lo más mínimo, comprobaría que fue el único momento en que toqué la felicidad con los dedos, el breve paréntesis que me hizo comprender que la vida podría tener sentido.


—Ahora sí es tarde. ¿Qué quieres hacer?

—¡Son las 4:00! —dijiste, sorprendida, tras consultar la hora en el móvil.

—Al motel ya casi ni merece la pena ir. Podemos ir a la playa. Estamos a algo más de tres horas, así que llegaremos al amanecer.

Acordamos ir alternándonos para conducir, pero no pasaron ni diez minutos y ya roncabas. Detuve el coche en cuanto tuve ocasión, abrí el maletero para buscar una manta y te tapé con ella. Abriste ligeramente los ojos un segundo, te tapaste, acurrucada en el asiento, y me miraste. Sí, ahí aparecía. Por esa sonrisa valía la pena todo.

Estábamos llegando cuando empezó a amanecer. Me detuve en un mirador. Me daba pena despertarte, así que salí del coche y me detuve un rato a contemplar cómo las olas chocaban con furia contra los acantilados. El sol aparecía como saliendo del mar, inundando el cielo de un naranja intenso.

A veces, la vida nos lleva y nos trae con esa misma furia con que las olas se estrellan contra las rocas, y no nos permite detenernos a contemplar amaneceres como ese. Es lo bueno de haber sufrido tanto, que nunca me importó que la vida me adelantara por el carril derecho. Nunca mereció la pena lo suficiente como para perseguirla, así que podía pararme a contemplar cómo vibraba el reflejo del sol en el mar.

Te miré; seguías dormida en el asiento del copiloto. En el maletero llevaba algunas cosas de comer, así que preparé unas tostas. Entré al coche y te desperté con un beso en la frente.

—Me pareció un buen sitio para que veamos amanecer.

Poco a poco, fuiste abriendo los ojos. Nos apoyamos en el capó, cubiertos con tu manta, mientras apoyabas tu cabeza en mi hombro.

—¡Es precioso! —dijiste—. ¿Podemos quedarnos aquí toda la vida?

—¿Sí? ¿No tienes hambre?

—¡Cierto! —dijiste posándote del capó—. Y el desayuno es la comida más importante del día, así que vamos.

—Ahora bajamos a la playa y desayunamos en algún bar por allí. De momento...

Mientras me olvidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora