Capítulo 2. Lujuria

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"Una promesa es el comienzo de una mentira".

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Salí de El Rincón de Marc muy enfadado. No entendía la actitud de Silvia. Mientras conducía, me empecé a sentir mal. Descubrí que no me gustaba estar molesto con ella, que no podía irme a casa y dejar las cosas así. Estuve un rato estacionado en doble fila frente al bloque de pisos donde vivía. No podía dejar a Silvia allí; no estando enfadados. Decidí que tenía que volver. Por la ventana del salón de mi piso se veía luz, por lo que subí para comprobar que todo estaba bien. Sí, mi madre estaba echada en el sofá, durmiendo.

—¡Joder, mamá! —se me escapó al ver los orfidales encima de la mesa de centro.

No quería despertarla, así que lamenté haber gritado. Por suerte, no se inmutó. La tapé con una manta y salí de casa sin hacer ruido. Llegué a El Rincón de Marc, entré y busqué a Silvia. Me tuve que abrir paso a empujones prácticamente. Llegué hasta el fondo, donde estaba el aseo. Nada. Volví a la entrada. No daba con ella. En la barra encontré a mi grupo de amigos.

—¡Ey, ese Tristán! —gritó Javi mientras me abrazaba. Estaban todos muy borrachos.

—Oye, ¿has visto a Silvia?

—Te tiene pillado ¿eh? —contestó. No me hizo gracia el comentario, pero no dije nada. Quería encontrar a Silvia si aún estaba allí. Además, Javi no estaba para ningún tipo de conversación.

—¿La has visto? –repetí.

—¡Chicos, chicos! —gritó mientras levantaba el vaso de tubo—. ¿Alguien ha visto a Silvia? —Yo miré para otro lado un poco avergonzado por las voces de Javi, pero no pude evitar reírme. Todos negaron.

—Gracias. Si la veis, decidle que la estoy buscando.

Me despedí y me dirigí a la salida. Vi que Javi cuchicheaba algo con el resto, pero no le presté atención. No hasta que comencé a oír a un grupo de borrachos corear.

—¡Tristán! Oe ¡Tristáaan! Oeeee ¡Tristán! Oeeeeeee ¡Tristán, oeoeoeee!

Me partí de risa, claro. Sin embargo, funcionó. Al principio no sabía por qué lo hacían. Pensé que estaban haciendo el payaso, sin más. Cuando vi a Jon venir hacia mí, deduje que habían coreado mi nombre para que Silvia pudiera saber que yo estaba allí. ¡Qué genio, Javi! Aun borracho, solo a él se le podían ocurrir este tipo de cosas.

—Estamos aquí, en esa esquina —me informó Jon.

—Gracias, tío.

—Silvia no ha parado de llorar y decir que la ha cagado. No seas duro con ella, ¿vale? Entiende que se puso celosa...

—Sí, tranquilo Jon —le interrumpí. Gracias. Solo quiero verla y darle un abrazo. No puedo estar enfadado con ella.

Jon me dio un manotazo de compañerismo en la espalda y parpadeó lentamente mientras asentía. Cuando llegué hasta donde estabais se puso a llorar. Fui hacia ella y la abracé con fuerza.

—No, no llores. No quiero que estemos enfadados —le susurré. Le di un beso en la frente y me apretó contra ella.

—Lo siento —pudo decir; se le entrecortaba el llanto y no era capaz de explicarse—. Te vi ahí con ella... ¡Y está tan buena la cabrona! Que me dio miedo.

—No tienes nada que temer. —La acaricié y le aparté el pelo para limpiarle las lágrimas—. Tú eres mi todo — susurré mientras le daba un beso en la mejilla. Me miró con esos ojos grandes negros llenos de lágrimas—. No te preocupes, gatita. ¿Nos vamos y lo solucionamos?

Mientras me olvidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora