Capítulo 20. 'Amigos'

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Me había imaginado mil formas de confesarte lo que sentía, pero ninguna incluía los gritos y la rabia.

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No podía fingir más. Le dije a Silvia que, cuando se fuera de tu casa, me avisara e iba a recogerla. Al recibir su mensaje, y tras esperar unos minutos para no cruzarme con vosotros, fui a buscarla.

—¡Por fin solos!

Silvia se tiró a mi cuello en cuanto entró al coche. La aparté con delicadeza, pero para ella debí ser la persona más cruel del mundo al rechazarle ese abrazo que llevaba días deseando darme.

—Tengo que contarte algo.

No me atreví a mirarla, aunque sentí su sudor frío y percibí su miedo.

—Te prometí que si sentía algo por alguien te lo diría.

Guardamos silencio unos segundos, de esos silencios que parece que ralentiza el tiempo y se viven a cámara lenta.

—¿Me estás diciendo lo que creo que estás diciendo? Sabía yo que algo había. ¿Estás con Melania?

—No.

—¿Con quién, entonces?

—Con nadie.

—Tristán, cuéntame qué pasa.

—Estoy enamorado de otra.

—¿Cómo que estás enamorado de otra? ¿De quién?

—¿Acaso importa?

—Claro que importa. Vaya que si importa. Has roto la promesa que me habías hecho. Creo que tengo derecho a saberlo. Es lo mínimo.

Otra vez silencio. No me atrevía a pronunciar tu nombre. No quería imaginar qué daño podía hacerle.

—Sara.

—¿Sara?

—Estoy enamorado de Sara.

—¿Estás de coña? Estás de coña. Tienes que estar de coña. ¿Me estás diciendo que me he peleado con vosotros para que os soportarais y ahora estás enamorado de ella? ¿De verdad me estás diciendo eso?

—Lo siento mucho. No quería que pasara.

—Te eché en sus brazos. "¡Qué bien que sois amigos!", te animaba. Seré imbécil.

—Nadie podía saber que sucedería algo así.

—¿Y ella? ¿Qué ha dicho?

—Ella no lo sabe.

—¿Me dejas por alguien que no sabes si te ama? —preguntó, con impotencia. Asentí—. No puedo creerlo. ¡Qué tonta he sido!

—Silvia, lo siento mucho. No quería hacerte daño —dije mientras ponía mi mano sobre su brazo.

—¡No me toques! —chilló con voz muy aguda y con los ojos completamente abiertos por la ira—. No me toques. Tú, precisamente tú. Siempre pensé que eras distinto. Especial. ¡Y eres un mierda!

Salió del coche, enfurecida. Intenté ir tras ella, aunque sabía que cualquier cosa que dijera sería inútil.

—Silvia, no te vayas así. Te acerco a casa y hablamos tranquilamente.

Mientras me olvidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora