Capitulo IV

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— Quedaos aquí, volveré enseguida.

Mi hermano y yo nos quedamos solos en el recibidor, esperando a la familia Black. No les debía quedar mucho para llegar, creo que su casa estaba a unos kilómetros de aquí.

— ¿Emocionada, Iria? — Preguntó Lucius.

Asentí con la cabeza. No tenía muchas ganas de hablar.

— ¿Ganas de conocer a los primos de Narcissa y Bellatrix?

Asentí de nuevo.

— No te veo muy habladora. — dijo — ¡Ah, espera! Ya sé por qué estas así, por lo de esta mañana, ¿No es así?

Le dirigí la mirada y apreté los puños con rabia al recordar lo que ha pasado en el entrenamiento y lo que mi padre me dijo e hizo después. Lucius es un pesado en potencia, se cree que no me daba cuenta de que tenía envidia de mi, de mi poder, cuando a él lo tratan mejor que a mi. Lo único que quiere es hacerme daño. Y ya tengo suficiente con los recuerdos, las heridas y los moretones de esta mañana, como para ponerme a soportar a un chico inmaduro de 16 años.

Es el momento de devolvérsela

— Lucius, no quiero hablar de eso ahora. — respondí, pretendiendo sonar calmada.

— ¿Por qué? ¿No eres capaz de enfrentarte a un bicho inútil y tampoco tener una apacible conversación con tu hermano?

— Sí, pero en igualdad de condiciones. — repliqué — No puedo charlar ni tomarme en serio a alguien que está celoso de una niña de 11 años, querido hermanito.

Lucius pasó de su sonrisa de superioridad, a fulminarme con una mirada asesina. Le había dado en su punto débil. Por un momento, creí que iba a pegarme.

— Pero serás mocosa, pedazo de...

—¡Eh! ¡¿Qué está pasando aquí?! — Mi padre irrumpió en el recibidor, haciendo así que mi hermano se callase.

— Ni idea, Padre. Pregúntale a Lucius, estaba a punto de decir algo. — Le señale, con una expresión de completa indiferencia.

— ¿El que sí puede saberse?

— Na-Nada, padre, no iba a decir nada — tartamudeó.

— Bien, eso pensaba. Mirad, por ahí llegan los Black.

Iria 1 - Lucius 0
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— Cygnus, Druella, es un placer teneros aquí hoy — Mi padre dirigió su mirada a la menor de las Black — También a usted, Narcissa.

— El placer es nuestro, Abraxas. — respondió el señor Black, con una sonrisa que parecía más practicada que verdadera.

— ¿Y quiénes son estos dos chicos? — Preguntó, intentando hacerse el sorprendido.

Nota mental: Padre actúa de pena.

— Ellos son Sirius y Regulus — contestó Druella — Walburga me dijo que los trajera, para que pudiesen conocer a Iria y que así estuviesen entretenidos mientras que nosotros hablamos de lo que teníamos que hablar.

— Iria — Mi padre giró su mirada hacia mí — ¿Quieres mostrarles a Sirius y Regulus el jardín y así... jugáis? — Esa última palabra la nombró con una pizca de repugnancia, como si la palabra le asqueara.

También has de admitir que tienes un padre muy raro, Iria.

— Claro, encantada. — Dije con toda la dulzura que pude. Me dirigí a los dos chicos Black — Seguidme.

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