Capítulo XIX

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Unos pasos apresurados llenaron el silencio que había en el exterior.

— ¡Dónde estás pequeña mocosa! — Lucius le pegó un puñetazo a la puerta del armario, haciendo que tuviese que reprimir un chillido. — Tienes que explicarme porque he amanecido con el pelo de colores repugnantes.

Todo volvió a llenarse con silencio, vacío.
Bien, menos mal. Se había ido.

Estaba a punto de abrir la puerta, cuando de pronto escuche como alguien intentó abrirla.

No dio resultado. La puerta estaba cerrada.

Te has quedado encerrada.

No me lo digas otra vez que me agobio.

— ¡Lucius! ¿Qué haces? — dijo una voz lejana. Escuché como esa persona se acercaba hasta el. — ¿Por qué has salido corriendo?

Era Narcissa.

Oh, genial, reunión familiar.

— La que me ha hecho esto. — dijo, muy indignado. Seguro que ahora se está señalando el pelo dramáticamente. — es mi hermana.

— ¿Y por qué sabes que ha sido ella?

— ¿Le has visto la cara? ¡Se estaba riendo!

— Como la mitad de los estudiantes que se encontraban a tu alrededor. — Aclaró Narcissa. — No tiene por qué haber sido ella, puede haber sido cualquier otra persona.

En qué momento Narcissa me está defendiendo. Que simpática, ahora me cae mejor.

Te estará defendiendo pero sigues siendo tú la culpable.

¿No me digas? No lo sabía.

— Entonces, explicame ¿por qué ha salido corriendo cuando me ha visto? — replicó.

— ¿Por qué intimidas mucho? No sé, Lucius. Eso lo tendrás que hablar con ella.

Tampoco era necesario.

Sabes que si.

— Bueno, me voy, tengo el examen de encantamientos en unos minutos. — Continuó Narcissa. — Y deja ya de buscar a tu hermana. Ya hablarás tranquilamente con ella cuando la veas.

Lucius murmuró algo por lo bajo que no pude descifrar.

Percibí cómo se alejaban poco a poco hasta que ya no quedó rastro alguno de emociones en el pasillo. El ambiente se quedó tranquilo y silencioso, salvo por mi agitada respiración, que iba relajándose poco a poco.

Tengo que salir de aquí antes de que me encuentre.

Estás encerrada, ¿Recuerdas?

Mejor intentarlo que no hacer nada.

Cabezona…

Pesimista.

Acerque mi mano temblorosa al pomo de la puerta y lo giré lentamente, como si el más mínimo ruido fuese a despertar a una bestia. Cuando ya no podía girarlo más, cerré los ojos y empujé.

La puerta estaba abierta

La magia supera la lógica, supongo.

Asomé la cabeza y mire a ambos lados. El pasillo estaba desierto. Esta era mi oportunidad.

Salí caminando lo más rápido que pude hacia los jardines del castillo, intentando buscar un poco de aire fresco que me despejara la cabeza, la ira de mi hermano era demasiado intensa. Traspasé uno de los portones y salí corriendo hacia el enorme y frondoso árbol que se encontraba justo al lado del lago negro. Me senté en el césped, apoyando mi espalda sobre el tronco, y suspiré.

⋅Ataraxia⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora