Capítulo V

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– ¿Pero... qué haces? – pregunté susurrando.

Este chico es muy raro.

— ¿Crees que te va a tocar en Slytherin? — Preguntó con inquietud.

— Pero... ¿Y a qué viene eso ahora?

— ¿Lo crees o no?

— Pues no sé, hay muchas posibilidades. — respondí.

— Vale, eso es un no.

— Y eso como lo...

— Escúchame — me miró fijamente a los ojos — Si no caemos en Slytherin, que no lo haremos ambos eso seguro, — Intenté intervenir, pero volvió a ponerme la mano en la boca — estamos muertos. Nuestros padres nos tratarán como si fuésemos basura, y no sé tú, pero si al acabar la escuela ven que no les servimos, nos matarán.

Me quedé callada en el sitio y aparte su mano de mi cara. Sirius había sido bastante drástico, pero sabía que tenía toda la razón. Mi hermano y mi padre me presionaban diciendo que si no caía en Slytherin, sería la deshonra de la familia, ya que todos mis antepasados son de ahí.

Vamos, mi padre se enfadaría y pagaría aún más conmigo.

Nunca alguien que no fuese de mi entorno me había dicho esto tan directamente y con tanta desesperación. Por otro lado, también me sentía un poco aliviada de ver que no era la única con esa misma sensación.

— He hablado con mi prima Andy — añadió — Ella no cree que vayan a matarnos, pero sí de que las cosas empeoren desde ese momento en adelante.

Oh, genial.

— ¿Y tu prima tiene algún plan para evitar ese camino? — pregunté.

— No, pero yo sí. Escapar. — Respondió.

— ¡¿Cómo!?

No podía estar diciendo eso.

— Escapar ¿Lo has escuchado o te lo repito de nuevo?

— No hace falta — respondí con fastidio — ¿Y cómo piensas hacerlo? Porque no creo que sea sencillo.

— Todavía no tengo pensado hacerlo, pero si llega el momento en el que todo se ponga tenso, lo haré, y tú vendrás conmigo.

Ya está decidiendo por mi, esto es el colmo.

— No, no, no, de ninguna manera. — negué con la cabeza — Si quieres que nos maten, esa es la manera perfecta.

— Iria, si no huyes, morirás. — Dijo, apretándome los brazos justo en el lugar donde tenía el moretón de esta mañana. Intenté disimular una mueca de dolor, pero parece ser que no soy muy buena actriz, porque Sirius frunció el ceño al verme.

— ¿Estás bien? — Preguntó, extrañado.

— Si, estoy perfectamente — mentí, a la vez que me acariciaba disimuladamente el brazo derecho.

Sirius me miró directamente a los ojos, luego al brazo, de nuevo a los ojos y otra vez al brazo.

Oh, no. Lo sabe.

— ¿Qué tienes en el brazo? — dijo, acercándose para intentar cogerlo.

— No tengo nada.

— No me lo creo.

— No es nada. — corregí.

— A ver, enséñamelo.

Me levanté la manga del jersey con dificultad para mostrarle el moretón y la pequeña herida que tenía en la parte superior del brazo. Se quedó mirándola por unos instantes.

⋅Ataraxia⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora