Capítulo XI

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Enero de 1972

No se como he llegado a King's Cross de una pieza.

Estas han sido las peores navidades de mi vida, al menos, por el momento.

Antes de volver a casa por Navidad, estaba feliz. He hecho cosas que pensaba que no iba a hacer nunca, como tener amigos y poder disfrutar de mi vida. Y he aprendido muchas cosas, tanto de las asignaturas, como de mi misma. Ahora sé que no soy tan inestable como decían, solo tenía que saber cómo controlar mis emociones para no sentir las de los demás.

Después de Navidad siento como si toda esa alegría se hubiera esfumado.

Cuando volví, mi padre no me dirigió la palabra hasta que llegamos a la mansión, y justo cuando atravesamos la puerta, lo primero que se le ocurrió, fue darme una bofetada que hizo que se me saltasen las lágrimas.

— Tienes suerte de no haber caído en Gryffindor, aunque igualmente, eres una deshonra. — espetó, muy cabreado.

Y porque todavía no sabe que me he juntado con personas nacidas de muggles, cosa que seguramente habría hecho, porque no me habría parado a preguntar a todo el mundo si era sangre pura, imaginate si se entera...

Estarías muerta y enterrada.

— Lo siento, padre. — murmuré, intentando transmitir un sentimiento de culpa, aunque en realidad no la sentía. Sentía miedo.

— Si, claro... — dijo Lucius, con una sonrisilla de satisfacción. Le gustaba verme sufrir, eso lo sabía, pero esta vez estaba tan lleno de satisfacción como de orgullo.

Recibirá su merecido... Recibirá su merecido... Tiempo al tiempo.

Padre se dió la vuelta para dirigirse a su despacho, pero antes de empezar a caminar, dijo:

— Ah, y este año para ti no hay Navidad. Ahora, vete a tu dormitorio y no bajes hasta la hora de la cena, no quiero molestias.

Me subí a mi cuarto con ganas de salir ya de ese lugar. La verdad, no me importó eso de quedarme sin regalos y sin Navidad. Yo sabía en mi interior que la Navidad que celebraba mi familia no tenía nada que ver con lo que era en realidad.

Espero que una de ellas me quede en Hogwarts y la pueda vivir de verdad.

Después de eso, intenté portarme lo mejor que pude durante todas las vacaciones, completando cada entrenamiento que mi padre me imponía, los cuales cada vez eran peores que el anterior. Lo único que quería era dejar de hacerle daño a los "reclusos" y las criaturas que me traía mi padre, pero en esos momentos no podía evitarlo. Tenía que evitar que se enfadará, si no, podría ser capaz de echarme de Hogwarts y hacerme estudiar en casa.

Un completo infierno.

Literalmente.

Pero todo eso ya había pasado. Yo ya estaba sentada en uno de los últimos compartimentos de uno de los vagones del expreso de Hogwarts, esperando a que alguien se me uniera. Viendo que el tren ya se estaba poniendo en marcha, y no entraba nadie, me puse a buscar un libro muggle que conseguí esconder en mi mochila antes de irnos de vacaciones, tenía que terminarlo ya para devolverlo antes del plazo.

Conseguí encontrar el libro y lo saqué de la mochila.

"Ana de las Tejas Verdes"

Acaricié por unos segundos la suave portada de cuero, y finalmente abrí el libro y continué con mi lectura.

Es increíble la capacidad de teletransportación que podemos llegar a tener los lectores.

Vamos, que estás loca.

⋅Ataraxia⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora