Capítulo XXVI

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25 de Diciembre de 1972

Oscuridad.

Sólo veía oscuridad.

Pero comencé a ver algo.

El bosque… la mujer con el pelo pelirrojo que volaba como el viento debido a la velocidad a la que corría, siempre con un bulto que rodeaba con sus brazos… Y posteriormente el resplandor verde, el cual aterraba y cegaba a cualquiera, y llenaba todo de un dolor y de una sensación de muerte insoportable.

Súbitamente, desperté.

Mi respiración estaba agitada, y era capaz de notar cómo el sudor me recorría todo el tiempo.

Respiré hondo varias veces.

Era solo una pesadilla.

Una pesadilla que has soñado muchas veces.

Pero eso no significa que sea real.

...

Me desperecé con calma y me levanté tranquilamente de la cama, y nada más ponerme en pie, vi paquetes en mi ventana.

Se me había olvidado.

Hoy era Navidad.

Como no, si tienes la cabeza en las nubes.

Y bien a gusto que está allí.

Me acerqué a la ventana y me arrodillé junto a los pequeños paquetes que había depositados justo en el suelo. Durante un buen rato, me dediqué a coger y abrir regalos, con muchísima ilusión.

Casi nunca recibía regalos.

Un libro de historias muggles, chucherías, collares, pulseras, un bloc de dibujo y…

Un juego de ajedrez.

No me lo puedo creer.

Peter quiere revancha.

Estoy tan feliz que le voy a dejar ganar todas las partidas si él quiere.

Tu orgullo te lo impide.

Me da igual.

Habiendo terminado de abrir los regalos, procedí a vestirme con un vestido negro bonito y unas zapatillas cómodas que no me hiciesen daño en los pies, y baje a desayunar tranquilamente.

Mi padre no estaba en casa, iba a pasarse fuera de casa casi todas las vacaciones debido a reuniones de trabajo realmente importantes según él decía, y me había quedado sola con Lucius en la mansión. Al principio de las vacaciones, hicimos una especie de… ¿Pacto de hermanos? No sé cómo llamarlo.

— Iria, tenemos que hablar.

Suponiendo que iba a echarme en cara algo, resoplé y le respondí:

— ¿Qué quieres?

— Ya que vamos a pasar las vacaciones juntos y solos, te propongo algo. Tú me dejas en paz, yo te dejo en paz. Tú no preguntas, yo no preguntó. Tú no te chivas, y yo tampoco. ¿Entendido?

— Eh… vale.

— Eso espero.

Y en eso básicamente se basaba nuestro pacto. Yo podía pasarme horas en la biblioteca a la que no me dejaban entrar a menudo y él traía a sus amigos y se emborrachaba con ellos, y tan felices ambos.

La verdad, podría vivir todo lo que me queda de vida aquí así, sería alucinante.

Una pena que no vaya a ser así.

Llegué a la cocina y comencé a buscar cosas para comer mientras que los elfos domésticos cocinaban para la hora de la comida.

— ¡Hola Iria, que tal se encuentra esta mañana!

⋅Ataraxia⋅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora