CAPÍTULO 11

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No importaba lo mucho que se quejara, nadie parecía dispuesto a contradecir el hecho de que compartiría habitación con Iván. Rodrigo se sentía traicionado, no podía creer que su madre le haya hecho semejante cosa insensible.

Por eso se encontraba maldiciendo a Iván, a su mamá y a todos los que estaban en el autobús. A su lado no había nadie debido a que a todo ser humano que haya intentado sentarse a su lado, lo había matado con la mirada de mil maneras posibles.

¿Campo? ¿Cero internet? ¿Desconocidos? ¿Abstinencia sexual? Bien, eso se sentiría como el infierno, y si lograba salir vivo sin llamar a su mamá por urgencia, seria un milagro.

La verdadera historia es que Iván no había conseguido tener a Rodrigo como compañero, o al menos eso decía el. Rodrigo no le creyó nada porque al fin de cuentas, él había escuchado con sus propios oídos cuando el pelinegro le dijo a su madre que haría todo lo posible. Pero al inicio de ese día el director le comento que su madre había ido al instituto para dejarlo a él bajo la supervivencia de Iván Buhajeruk.

¿Cuántos años se creía que tenía? No hacía más que aumentar su rencor hacía el poste.

Al llegar al campamento dió un suspiro de cansancio. Si bien el lugar se veía mas acogedor de lo que imagino, eso no bastaba.

Por parte de Iván, este no hizo mas que llamar a Rodrigo y empezar a caminar hacía una de las cabañas. Se suponía que la habitación se compartiría de a 3, pero la madre del pelinegro fue tan exagerada que ya nadie quiso poner a otra persona con ellos. No estaba feliz de tener que lidiar con un amargado Rodrigo, pero tampoco podía fallar a la madre de este, no quería quedar mal.

—¿Por qué esto esta tan sucio? —fue lo primero que preguntó Rodrigo al dar un paso dentro de esa cabaña.

Iván exploro con la mirada el lugar. Era pequeño, y estaba muy sucio. Las telarañas yacían en el techo y el piso de madera estaba lleno de hojas. Sumado a que las camas estaban viejas y no parecían muy cómodas.

—Porque nosotros debemos limpiarlo. —contestó simple.

Vio a Rodrigo adentrarse mas en el lugar, cargando su maleta sobre el viejo colchón.

—Bien, que tengas suerte. Nos vemos luego.

Y planeó irse fácilmente por la puerta. Iván quedo indignado. No le enojaba tener que limpiar, no podría estar en esa habitación sucia por mas tiempo, pero ¿Rodrigo creía que el era tan tonto como para hacerlo todo solo?

—¿A dónde crees que vas?

—No te interesa.

Iván rodó los ojos.

—La verdad no. Pero de aquí no te vas hasta que hayas terminado de limpiar tu parte.

Entonces Rodrigo rió.

—¿Que te hace creer que lo haré?

—Si no quieres que le vaya con el cuento a tu madre, sera mejor que cooperes. —comentó Iván inocente, dando una sonrisa sínica.

Oyó a Rodrigo insultarle por lo bajo pero prefirió quedarse callado. Se estaba acostumbrando a ese trato desagradable.

Empezaron por sacar las telarañas, fue realmente horrible para Iván porque tenia miedo de que saliese una araña de algún rincón. Rodrigo no hacia más que reírse de él. Luego pasaron a limpiar un poco las paredes, quitaron el polvo de los pocos muebles que habían, Iván barrio y Rodrigo le saco la tierra a los colchones. Extrañamente hacían sus tareas sin hablarse, ni siquiera para destruirse verbalmente.

Terminaron en dos horas pero para Iván valió la pena. Todo había quedado limpio y ahora el lugar se veía mas acogedor. Rodrigo no hizo mas que sacarse la camiseta empapada, ambos estaban sudando.

Iván trato de mirar hacia algún otro lugar de la habitación, para su suerte el castaño estaba de espaldas y no podía ver como tenía a un espectador de su dulce y fuerte espalda.

—Quiero darme una ducha. —anunció cansado el mas alto.

Iván carraspeo su garganta nervioso e intento aparentar que nada pasaba.

—No sale agua caliente, y trata de no ocupar tanta.

—No necesito agua caliente.

"Tu eres lo caliente" pensó. Aunque obviamente no lo dijo.

—Seca luego el baño, no lo dejes sucio. —agregó.

Rodrigo le ignoró y buscó en su maleta ropa de repuesto. El pelinegro siguió observando su estructural cuerpo, adornado por las perlas de sudor. La verdad era que sus hombros eran anchos y su cintura delgada, bajando por un trasero y unos muslos atractivos y musculosos. Quedó embobado con sus brazos, con cada movimiento que el castaño hacia, sus músculos se movían al compás.

Iván se sentó en la cama y se tapó la evidente erección con la almohada.

—No me espies, bichito. —y con eso, el castaño se encerró en el baño, inconsciente de lo que pasaba en el interior del pelinegro.

A Iván no le tomó ni cinco minutos llegar a un placentero orgasmo silencioso, frotándose delicadamente con la almohada.

Comenzó a creer que debía hacer algo urgente para bajar sus hormonas.

Quizás Robleis estaría dispuesto a ayudarlo.

𝗽𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 › 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇 ( ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora