CAPÍTULO 19

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—Eres un irresponsable, ahora nos has metido en problemas a ambos. —susurraba Iván por lo bajo.

Rodrigo le había llevado debajo del gran puente, ahora veía sentado como la lluvia dibujaba pequeños círculos en el río. La vista era muy bonita, y al menos ya no se mojaba. El castaño volvió a sacar un cigarrillo e Iván no se atajó para comenzar con las preguntas.

—¿Por qué fumas tanto?

—Porque quiero.

El pelinegro suspiro insatisfecho. Decidió volver su vista al río y quedarse en silencio. Extrañamente estaba en paz en esos momentos, sin preocupaciones que lo estresan demasiado. Su cuerpo tembló debido al fuerte viento y se aferró aún más al pequeño suéter que tenía puesto, pero que de igual forma estaba empapado.

—¿Tienes frío? —preguntó el castaño.

—No. —contestó de inmediato, contradiciendo su respuesta, puesto que estaba tiritando.

Rodrigo rodó los ojos al ver lo terco que era el otro, y sin pensarlo mucho lo agarro de la cintura para acercarlo a su cuerpo, obviamente siendo no correspondido.

—¿Que haces?

—Te abrazo, así ya no sentirás frío. —susurró, haciendo función de su fuerza para mantener la cabeza de Iván contra su pecho.

Iván pataleaba para alejarse, no quería tener esa cercanía, no otra vez. Pero Rodrigo parecía decidido a no dejarlo ir, se estaba comportando extraño otra vez.

—Vamos, suelta, no quiero.

—Te estas cagando de frío Buhajeruk, deja de quejarte tanto, toma lo que te ofrezco y cierra la boca.

—Deberíamos volver... —murmuró Iván, dándose por vencido.

Se acurrucó cerca del cuerpo del castaño para obtener un poco de su calor, odiándose por estar disfrutándolo. Los brazos del contrario le rodearon por la cintura, apretándole más de lo necesario. Escondió el rostro en el cuello del contrario y se quedó quietito allí.

—¿Por qué eres tan quejica? Dios, eres tan estresante.

Iván al oír esas palabras solo rió sin gracia y junto sus manitos, acariciándolas nervioso. Carrera al ver eso pensó que estas eran muy tiernas y delgadas.

—¿Por qué estás haciendo esto Rodrigo? —preguntó el más alto, separándose un poco para mirarlo al rostro.

—¿Hacer qué?

—Esto, estar abrazándome justo ahora. Yo no te caigo y tú no me caes. Es muy raro.

Rodrigo suspiro y se le quedó mirando. Llevó una de sus manos hacia la mejilla del pelinegro, acariciándola lentamente, disfrutando de como este cerraba los ojos y buscaba aún más contacto.

—¿Te digo la verdad? No lo sé. El día que lo sepa, te lo diré.

Iván estaba enternecido, la necesidad de más contacto le estaba matando. Bajo el efecto de una de las gloriosas manos en su cintura y la otra en su rostro, no pensó siquiera lo que estaba a punto de decir.

—Hagamos un trato.

Carrera levanto una ceja y asintió.

—Dime.

Tomo aire y se acerco un poco mas a los labios ajenos, estos eran tan pequeños, esponjosos y se veían tan suaves. Se debía concentrar pero no podía.

—Mañana... mañana olvidemos lo que haya pasado hoy y lo que haya pasado en estos días. Y-yo no puedo seguir con esto, tu me dijiste que te dejara tranquilo y yo lo hice. Ahora el que me tiene que dejar tranquilo eres tú. Me lastimaste como no tienes idea al tratarme de un puto que se acuesta con cualquiera, yo no soy así y me da igual si me crees o no. Te tengo una especie de rencor y una especia de ganas, y te juro que no se si eso es posible Rodrigo, pero es lo que siento.

Volvió a tomar aire, las caricias habían parado y ahora el más bajo solo le miraba atento.

—Por eso te pido que olvidemos esto mañana, tú serás tú y yo seré yo. No nos hablaremos, nos odiaremos y no me abrazaras ni harás intentos de acercarte a mi. Solo te pido eso Rodrigo, necesito eso...

Se quedaron unos minutos en silencio, Rodrigo no decía nada y Iván solo comenzó a levantarse. Quería desaparecer de allí lo antes posible.

—Volveré a la cabaña, adiós.

El pelinegro comenzó a alejarse, sintiendo un extraño dolor en el pecho que estaba lejos de ser físico. Decirle eso a Rodrigo le había afectado de alguna manera, hasta tenía ganas de llorar. Tenía fuertes sentimientos encontrados de pronto que lo dejaron muy mal. Quizá solo era porque nunca nadie jamás le había tocado de la forma que lo hizo el castaño. Jamás había estado en una situación parecida a esa, a lo sumo que vio esas escenas fue en pornográfia gay. Pero un simple momento con él no le hacía olvidar todo lo hiriente que hacía el otro hacia su persona, aún estaba dolido y eso no se le olvidaría fácilmente.

—¡Iván! Mierda, espera.

Rodrigo lo seguía por detrás y al llegar a él lo miró con ojos comprensivos. Mando a la mierda las palabras de Iván y lo sujeto firmemente por la cintura.

—Si quieres que mañana olvidemos todo, al menos déjame besarte ahora. —susurró el castaño, juntando sus frentes, parándose un poco de puntas por la diferencia de altura. –Por favor, lo necesito, por favor...

Iván no se iba a negar a algo como eso, así que asintió lentamente, sintiendo de inmediato los suaves labios de Rodrigo sobre los suyos. ¡Si! Era como si dentro suyo estuviesen explotando bombas, el terremoto en su interior y las mariposas en su estomago se intensificaban tanto.

Carrera le rodeó con los brazos muy fuertes, abrazándolo sin soltarle, teniéndolo tan pegado a su cuerpo que la idea de marchar estaba muy lejana a su mente. Iván rodeo el cuello del contrario y acarició los cabellos castaños que de a poco se estaban volviendo su perdición.

Estaban consientes de que eso estaba mal, demasiado mal. Pero ya era tarde. Ya se habían pegado como imanes el uno al otro, sus labios se acariciaban entre ellos de una forma tan intima, húmeda y dulce que la sensación se sentía como éxtasis.

A Iván no le molesto ni un poco que Carrera se hiciera el distraído y metiera una de sus manos debajo de suéter y camiseta, y la otra en su trasero. Quería mas, quería muchísimo mas. Pero nada perdura demasiado, la falta de aire se hizo presente en él y se vio obligado a alejarse un poco.

—Tus labios se sienten tan bien... —murmuró Carrera con voz ronca.

—Los tuyos también Rodrigo, besame más por favor.

Se estaba entregando otra vez, lo necesitaba todo de Carrera, necesitaba que lo besara y tocará por todas partes. Pero para su asombro, el otro se nego.

—No podré parar, me tienes... loco. —se alejó tras decir eso, dejando al de alta estatura totalmente descolocado. –Joder, no me mires así. Estoy intentando por primera vez ser bueno contigo, se lo que digo, y creeme que ya no me podre detener. Me tienes tan cegado con tus besos y tu cuerpo que simplemente yo... no puedo. No te quiero lastimar más.

Iván entendió a la perfección todo y asintió. Él le había pedido eso ¿no?

—Venga, es hora de irnos a dormir, no vaya a ser que salga un oso y nos trague vivos.

Y Rodrigo volvía a ser él.

𝗽𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 › 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇 ( ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora