CAPÍTULO 18

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La lluvia no había parado en todo el día y como lo había predicho Iván, no tuvieron actividades a lo largo del día. El silencio mataba a Rodrigo de aburrimiento, no podía quedarse quieto y sus manos estaban inquietas. Observó como el pelinegro seguía con un libro en sus manos, preguntándose si alguna vez se cansaría de leer ese aburrido libro una y otra vez.

Iván estaba concentrado en su lectura y no le tomaba importancia a lo hiperactivo que estaba Carrera. Ya luego se cansaría y se dormiría, o lo que sea que estaba planeando hacer.

La tensión era tan grande entre ambos, que no podían siquiera mirarse por mas de dos minutos sin apartar la vista. Parecía que todo ese coraje que ambos guardaban, en esos momentos no existiese.

Iván estaba decidido en no dejar que nadie más lo lastimase, Rodrigo ya había sido lo suficientemente malvado con él como para que acepte ser solo un juego más. A veces odiaba ser tan inteligente y saber de las intenciones del castaño, a veces deseaba dejarse llevar, disfrutar un poco para luego volver a estrellarse. Pero no, era tan consciente de todo y tan estúpidamente listo. Conocía a los chicos iguales a Carrera como la palma de su mano, todos eran iguales.

—Ya me harte, voy a ir al bosque a caminar. —sentencio Rodrigo, levantándose de su cama.

Iván solo lo miro con una ceja alzada sin prestarle atención verdadera. El más bajo era ridículo ¿a donde iría si estaba lloviendo a cantaros?

—Buena suerte genio. —contestó sarcástico.

Rodrigo no le tomó importancia, se puso un abrigo y sus zapatillas, cogió una linterna de su maleta y antes de salir le dirigió unas palabras al moleston.

—Si no vuelvo, diles a todos que me comió un oso.

El pelinegro se carcajeó sin contenerse, puesto que en el bosque obviamente no había osos. La sonrisa se le fue de los labios al ver como Rodrigo se iba sin más.

¿Es que acaso ese chico estaba loco?

Se quedó intranquilo por una hora, el castaño aun no volvía y él no sabía qué demonios hacer. Se supone que el debía evitar que el otro hiciera eso justamente, salir de la cabaña por ahí a exponerse al peligro. Aún más si era de noche y estaba lloviendo.

Su mente se volvió un caos, estaba batallandose entre si debía ir a avisar a algún profesor o directamente ir a buscarlo. Estaba seguro de que si hacía lo primero, el castaño lo odiaría aún más por meterlo en problemas, pero si hacía lo segundo, se arriesgaba a que le pasase algo a él mismo.

Pero a veces en la vida hay que arriesgarse ¿no?

Se cambio las prendas por unas mas abrigadas, cogió también la linterna que se había traído, dispuesto de ir en busca de Rodrigo. Salio con miedo al exterior, pisando con cuidado debido al lodo extremo. Todo estaba tan oscuro y en pocos segundos ya se encontraba mojado de pies a cabeza. Quiso retractarse y volver a la cabaña, donde estaba mas seguro que nunca. Pero no, por primera vez iba a arriesgarse y no echarse para atrás. Por eso mismo encendió la linterna y partió para el bosque, seguro de lo que hacía, aún con el miedo carcomiendole.

¿Dónde se supone que lo debía buscar?

Iván ya se había adentrado al bosque y podía jurar que este no se veía tan tenebroso de día. Aceleró el paso, cayéndose varias veces gracias a lo resbaladizo de la tierra mojada. Recorrió lo que los profesores le habían mostrado del lugar, adentrándose un poco mas.

Luego de media hora ya se iba a dar por vencido y volver, cuando a lo lejos ve como Rodrigo estaba sentado bajo un árbol que le cubría de la lluvia, fumándose un cigarrillo muy tranquilo. Parecía muy metido en sus pensamientos, puesto que ni siquiera le había visto acercarse.

Rodrigo estaba realmente perdido en sus recuerdos, definitivamente al alzar la vista no se esperaba ver la imagen de Iván frente a el. Estaba mojado, con todo el pelo sobre la cara y parecía un pequeño cachorrito perdido.

—¡Tu, grandisimo idiota! —le grito Iván, enojado.

No le quedo de otra que tirar el cigarrillo y salir de su pequeño escondite. Se aprovecharía de lo furioso que estaba él más alto.

—¿Qué haces aquí? —preguntó alzando la voz, debido a que por la lluvia sus voces se escuchaban como susurros.

—¿No es obvio? vine a buscarte, te meterás en problemas y yo también.

Por alguna razón a Rodrigo le gusto mucho eso, quizá estaba interpretando mal esas palabras.

—Nadie se dará cuenta, no seas tonto Buhajeruk.

Iván rodó los ojos y solo negó con la cabeza.

—Como sea, vámonos.

Se giró y aceleró los pasos, pero estaba demasiado equivocado si creía que Rodrigo iba a desaprovechar una situación como esa. Este le tomó de la mano y cuando menos se lo esperaba, el más bajo lo había alzado a sus hombros como una bolsa de patatas.

—¡¿Que crees que haces?! ¡Bajame ahora Rodrigo Carrera!

—Shh, no te muevas tanto tontito.

—¡Voy a matarte imbecil! 

Rodrigo rompió en risas y sujetó con más fuerza al pelinegro por los muslos, emprendiendo su camino, lejos de la cabaña. La lluvia le estaba jodiendo el paso y la visión, por lo que aceleró a buscar un lugar donde pudieran quedarse.

—Eres un idiota, te odio Rodrigo. —le soltó Iván.

—No serás ni el primero ni el último cariño. —contestó el otro con burla.

En definitiva, haberlo ido a buscar había sido una pésima idea.

𝗽𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 › 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇 ( ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora