CAPÍTULO 8

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El sol se colaba por las cortinas de aquel salón silencioso, la única voz que se oía era al profesor de Matemáticas explicando cosas que a nadie le interesaba. Iba de un lado a otro vigilando que sus alumnos le presten atención.

Por eso Rodrigo siempre se sentaba al fondo, allí nunca lo miraban. Podría hundir su rostro en el banco y nadie sabría que estaría durmiendo.

Estaba tan relajado, tan sereno. Pero de repente tanta tranquilidad le aburría.

Ya habían pasado dos semanas desde que el poste mandón se había encargado de ignorarlo perfectamente, justo como él quería. Lo raro era que ni siquiera hacían contacto visual, el pelinegro bajaba la mirada a todo momento y Rodrigo no entendía el porqué.

Le encantaba que le respetase, pero empezó a sospechar que quizás se había pasado de la línea y el chico ahora estuviera aterrado con el, y eso ya no era lindo.

De todos modos no le prestó tanta atención, pensó que quizá ya se había resignado con él y que también quizá tenga una nueva víctima a la que molestar con su voz aniñada.

Miró disimuladamente a Iván, este estaba mirando hacia el frente prestando atención, lo que él debería estar haciendo de hecho. Rodrigo de repente no entendió lo forma de ser del pelinegro, era tan molesto y ahora no entendía porque. El chico ya lo había dejado de molestar ¿cierto?

Su móvil vibrando le hizo razonar y apartar la mirada. Antes de abrir el mensaje pudo ver que se trataba de Nicolás. El chico le estaba cayendo bien, quizás su forma espectacular de hacer sexo oral era la causa.

¿Quieres volver a venir a casa esta noche? Estaré solo cariño.

Uhm.

Se acomodó la corbata acalorado y guardó su móvil sin responder.

Él era así, le gustaba el sexo casual y relaciones para nada comprometidas. Su madre le rogaba para que le presentase a alguien pero eso sería demasiado arriesgado, por la simple razón que vivía cambiando a las personas con las que compartía revolcones.

Le gustaba ser así y nadie lo cambiaría.

─☮─

Para Iván se había vuelto costumbre ver al castaño lanzando miradas coquetas a sus amoríos en el instituto. Siempre le miraba desde un rincón sin que él otro se diera cuenta. Pudo ver que se había comenzando a juntar con Carlos y los de su grupo, algo le hizo pensar que encajaba perfectamente.

A lo que no se había podido acostumbrar era el impacto que tenía Rodrigo sobre su cuerpo, no podía evitar ahogar jadeos en su almohada cada noche a causa de eso. Lograba encender cada espacio que él creyó muerto, y la vergüenza seguía intacta.

Por eso mismo no se atrevía a mirarlo a los ojos, estaba seguro que se pondría rojo hasta las orejas y lo último que quería era mostrar debilidad.

No quería demostrar que ese castaño idiota comenzaba a dominar su frágil cuerpo.

𝗽𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 › 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇 ( ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora