CAPÍTULO 21

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Rodrigo se había llevado la reprimenda del año la noche anterior, al parecer sus padres se habían enterado de su inasistencia al instituto gracias a un informe del director. Y no era solo eso, sino que también exigían que fuese a clases presentable o no le dejarían entrar. Claro, en un lugar tan pijo no cabía alguien como él. A veces sentía que quería hacer sentir orgullosos a sus padres pero simplemente no podía, lo suyo no era eso, él se quería dedicar a la música o al arte, las ciencias políticas le agradaban poco y sobra decir que le aburrían. Pero también pensó que quizá había estado siendo muy egoísta e inmaduro.

Por eso mismo, en ese instante estaba yendo al instituto lo más presentable posible, tratando de no poner cara fea porque su madre le estaba llevando en su coche cuando él podía ir perfectamente solo y en su motocicleta.

—Cariño, ¿qué sabes de Iván? —preguntó su madre, saliendo con un tema que ni venía al caso. Rodó los ojos y recargó su cabeza sobre la ventanilla, viendo a través del cristal.

—No se nada, ya te dije que ni siquiera somos amigos.

—Pero bebé, es un chico muy dulce, debes acercarte a él. Puedes pedirle ayuda con los apuntes, quiero que te pongas al corriente en las clases y dejes de faltar, sabes que no te puedes permitir perder otro año más o sabes lo que sucederá. Ya tienes 18, necesitas hacer algo con tu vida además de...

Hmm, allí venía otra vez el sermón. El castaño agradeció que ya estaban a una cuadra de llegar o sabía que se terminaría tirando por la ventana.

—...por eso amor, hazte cercano a Iván, él te ayudará en todo. Es un encanto de persona...

—Si, si mamá, como digas. Te veo luego.

Le dio un rápido golpe en el hombro a modo de despedida y salió pitando del coche. Su madre solo le miró negando, resignada. Aún le quedaban esperanzas de que su hijo vea la luz y vaya por el camino correcto.

Iván siempre era el único en llegar temprano al aula, pero ese día fue diferente, puesto que a los cinco minutos que se había sentado en su correspondiente banco, alguien entró por la puerta. Alzó la mirada rápido y casi no se cree lo que ve. Rodrigo había ido a clases luego de una semana, y además ¿había llegado temprano? Eso debía ser un sueño. Tragó saliva cuando sus miradas se encontraron, agacho la cabeza de inmediato e intentó distraerse con algo. La incomodidad era tan notoria.

Se mordió los labios inconscientemente. Bendecía a sus ojos por ver semejante belleza; y es que Rodrigo vistiendo de esa forma se veía tan guapo, masculino y sexy. Su cabello estaba peinado, cosa que rara vez se solía ver. Su uniforme estaba correctamente planchado, la camisa se le ajustaba el cuerpo y le dejaba ver unos asombrosos brazos musculosos que él había tenido la fortuna de acariciar. Y el perfecto nudo en su corbata le ponía mal, se le venían tantos escenarios de lo que podría hacer con esa corbata roja. Su rostro estaba ardiendo, y dentro de poco lo haría él si seguía llevando esos pensamientos por el mismo rumbo. Le hizo una mirada rápida al pantalón del castaño y apretó sus muslos con fuerza, aguantando el deseo. Si Rodrigo supiera lo mucho que el pequeño pelinegro  venía anhelando de lo que tenía sobre sus piernas...

—Hey, tú...

El mencionado pegó un salto de asombro antes de tratar de aligerar las hormonas de su cuerpo para mirar a Rodrigo.

—Hola Carrera. ¿Qué pasa? —su aguda voz se oyó nerviosa y soltó una tos que se podía notar a kilómetros debido a su falsedad.

Rodrigo recargo sus brazos sobre su banco, manteniendo su distancia pero de igual forma provocando que el corazón del pelinegro se acelerase.

—Quería saber si luego me puedes pasar los apuntes de lo que dieron la semana pasada, estoy seguro de que los debes tener completos.

Asintió rápidamente.

—Te las dejo luego sobre tu banco.

—Genial, gracias bichito. —Rodrigo le dio un pequeño golpe en el brazo para luego irse.

Iván perdió su vista en aquella dulce espalda. Le era totalmente inevitable fijarse en esas cosas. Carrera era demasiado guapo para su estabilidad mental, le hacía tan mal a su cuerpo y mente. Necesitaba conseguir otro pasatiempo que no sea masturbarse con la imagen del ardiente castaño o se terminaría por volver loco.

Se sentía tan estúpido, él mismo le había dicho a Rodrigo que se alejasen para evitar seguir teniendo encuentros. El otro no había hecho más que cumplir con sus palabras, pero...

¿Por qué él no estaba contento con las suyas?

─☮─

La sala de ensayos del teatro tendría una obra pronto y Iván se encargaba de ayudar en el vestuario y otras cosas, como el presidente del centro estudiantil tenia que moverse mucho. A él le gustaría poder actuar en alguna obra pero eso jamás pasaría, le daba demasiada vergüenza, tenía miedo de fallar y quedar en ridículo. Cuando daba discursos era otra cosa, ya estaba acostumbrado a las miradas clavadas en él cuando hablaba, pero ni aún así se atrevía a actuar.

En eso ve al chico que siempre le causa un dolor de culo e intenta pasar desapercibido para que este no se acerque hacia él. Pero es un intento fallido e inutil.

—¡Iván! Que bueno verte ¿cómo has estado? Hace mucho que no sé nada de ti.

Iván sonríe incómodo.

—Todo bien Juan, no me he perdido.

El chico de cabellos negros asiente y lo mira por un rato, Iván sabe lo que se avecina y quiere salir corriendo. Conoce a Juan desde la primaria y sabe perfectamente de sus intenciones con él.

—Mira precioso, tengo dos entradas para el cine mañana. ¿Te apetece acompañarme?

El más alto cierra los ojos cansado, suspirando y extrañamente pensándolo más de lo cuenta. Y entonces se dice ¿por qué no?

—Claro, no tengo planes mañana...

—¿En serio? —pregunta Juan con asombro, sin poder creer que haya aceptado por primera vez a una de sus citas.

—Ajá. —contesta Iván, desinteresado.

—¡Genial! Pasaré por ti mañana luego del instituto. Prometo hacértelo pasar bien.

El más alto evita rodar los ojos y solo asiente con otra perfecta sonrisa falsa.

Iván tenía una cita y no era con la persona que verdaderamente deseaba tenerla.

𝗽𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 › 𝗋𝗈𝖽𝗋𝗂𝗏𝖺𝗇 ( ✓ )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora