Revelaciones y misterios

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—Entonces... —dice Dixi— encontraron este libro —lo agarra— donde hay escritas historias muy locas sobre lo que puede ser un Harkan, historias que claramente no creemos —afirma y nadie le contesta—. No las creemos, ¿verdad?

Los demás solo nos miramos sin saber qué contestar. Nadie quería decir que sí lo creen, porque sería muy loco, pero tampoco querían decir que no, porque vamos, nos persiguió una cosa con el cuerpo quemado. ¿Qué más loco que eso?

—Bueno —me aclaro la garganta—, el hecho de creer o no queda en cada uno, pero hay que tener la mente abierta. En este punto, puede suceder cualquier cosa —suspiro—. Pero si eligen creer, hay que tener en cuenta algo —los miro a todos—. Todo lo que creemos, nuestra vida, lo que hemos vivido... ¿quién sabe si ha sido una mentira o no? —río nerviosa—. Joder, aquí dice que incluso podemos, yo qué sé, ¿no ser completamente humanos? Maldición, estamos poniendo nuestras esperanzas en un libro de fantasía —me frustro.

—Ey, tranquila —dice D sentándose a mi lado—. Todo va a estar bien. Estamos juntos en esto —me abraza—. La verdad, no creo que sea tan descabellado. Sí, nos puede ayudar con el Harkan el libro, pero nadie dice que lo que está escrito en sus hojas sea completamente confiable —tranquiliza—. Como dijiste, mente abierta y más posibilidades también. No nos confiemos solo en esto.

—El rubio tiene razón —habla J—. Todo es hipotético, nada es fijo.

La habitación queda en silencio luego de eso. Nadie dice nada. Supongo que cada uno tiene algo en qué pensar, y no es para menos. Parece que estamos en una mala película de ficción.

—Bueno... —llama nuestra atención Ethan—. No sé si sea el momento, pero encontré pistas de a quién puede pertenecer el anillo —informa sacando su computadora de la mochila y prendiéndola—. Al parecer, es una joya que ha pasado de generación en generación en la familia Hudson —dice señalando algo en la compu, haciendo que nos acerquemos a ver qué es.

—¿La familia más poderosa del pueblo? —pregunta Em—. ¿Por qué siempre los ricos tienen algo que ver? Empiezo a creer que estamos dentro de una película —bromea.

—Real —apoya Dix riendo.

—Bueno, miren aquí —vuelve a hablar Ethan, mostrándonos una foto—. Este hombre aquí —amplía la imagen— fue el último dueño, hasta que desapareció hace unos años. Muy raro, la verdad —acota—. Lo único que encontraron de él fue una nota despidiéndose en el bosque. Cabe aclarar que junto a él desapareció el anillo.

—¡Ya me acuerdo! —grito sobresaltando a todos—. Fue hace tres años, ¿no? —le pregunto, él solo asiente—. Estuvieron meses buscando por el bosque. Nadie encontró nada. Fue raro. Quiero decir, persona de plata, con contactos y de buena familia, con todos los recursos para ampliar una búsqueda hasta la ciudad cercana, pero no lo hicieron. Después de un tiempo, solo dejaron de buscar y se olvidó todo —termino.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta J.

—Tenía catorce años, casi quince en ese momento. Siempre muy curiosa y papá lee el diario —simplifico—. Ponen muchas cosas interesantes en el diario.

Todos me quedan mirando sin decir nada.

—Sonaste como una vieja de 80 años —rompe el silencio D—. Me encanta —rie.

—Literal —apoya J.

—Bueno, en fin, la cosa es que de todas las desapariciones en los últimos años, esa ha sido la más rara —continúo—. ¿Y ahora aparece su anillo? ¿Con sangre? ¿Cuál es la posibilidad de que el hombre siga con vida?

—Tal vez volvió y lo atacaron —acota Em.

—¿Pero por qué volver? —pregunta Dix—. Han pasado tres años. ¿Por qué volvería ahora? Y si ese fuera el caso, ¿por qué se fue? ¿O qué lo hizo irse? Porque como veo la cosa, acá hay gato encerrado.

—La rubia tiene razón —habla Ethan—. ¿Para qué irse si vas a volver?

El silencio vuelve a hacerse presente en la habitación. Muchas preguntas, pocas respuestas.

—¿Y si el anillo no volvió con él? —llama nuestra atención J—. Vamos, piénsenlo. Es más probable que no haya sido él quien lo trajo. Tal vez alguien lo encontró porque el hombre lo perdió, o alguien se lo robó. Suena más creíble que el hecho de que alguien que desapareció hace tres años vuelva de la nada.

—Es verdad —asiente D—. Pero ¿y si el anillo nunca salió del pueblo? ¿Cuál es la posibilidad de que, en el hipotético caso de que se lo hayan robado o encontrado, vuelva al pueblo? Estamos a 150 kilómetros de la ciudad más cercana. ¿Quién vendría a un pueblo en el medio de la nada?

Tienen un punto, pero algo no cuadra.

—Bien, digamos que el anillo nunca salió de aquí. ¿Quién lo tendría? Nadie quiere problemas con esa familia. Créanme, son gente de poder —digo.

—Si no se lo devolvieron a la familia y el anillo había desaparecido junto al hombre, es muy probable que la persona que tuviera el anillo sepa algo de la desaparición del señor Hudson —habla Em.

—Joder, Dios —se frustra Ethan—. Si vamos a esto, entonces, ¿de quién es la sangre en el anillo? Porque no creo que sea del hombre que tiene tres años desaparecido. Y hay que ser idiota para dejar muestras de ADN en un anillo que se había esfumado con su dueño, un anillo que nadie más tiene, cabe aclarar.

—Cierto, la muestra de sangre —dice Dix—. Tuve que hacer malabares para que mamá me dejara hacerla. Fue complicado, pero lo logré. El problema es que no estará hasta dentro de unos días. No creerán cuánta gente puede caber en este diminuto pueblo, y si ahora dicen que puede ser alguien del exterior, peor, demorará más —suspira—. Lo siento, no puedo apurar nada.

—¿Por qué te disculpas? —le sonríe Ethan—. Eso es lo más genial que he escuchado. Nos librará mucho tiempo. Pero primero, concéntrate en el pueblo. Si la persona no es de aquí, habrá que ampliar la búsqueda. ¿Cuánta gente nueva ha recibido el pueblo estos años?

—No mucha, solo el mecánico Fredy —enumera con los dedos J—. El profesor Flicher y los nuevos de este año —hace una mueca—, que sacando al mecánico, son nuestro principal punto de mira. Y ahora más —suspira.

—¿Hace cuánto está el profesor aquí? ¿No llegó un año antes de la desaparición del señor Hudson? —pregunto alarmada.

—Sí, hace exactamente cuatro años —responde Em—. Dios, esto cada vez se pone peor.

—Bueno... —rio—, no podría ser peor la ver... —no termino de hablar cuando recibo un golpe con un almohadón.

—¡Ni se te ocurra decirlo! —me grita Ethan—. Cada vez que dices algo parecido a eso, sucede algo peor. Así que cierra la boca —me amenaza con otro almohadón.

—Es verdad, cierra la boca, loca —sigue D—. No empeores las cosas con tu karma instantáneo.

Yo solo no digo nada y me largo a reír, contagiándolos a ellos. No puedo decir que es mentira, porque es la verdad. El karma me persigue. No sé qué cosa hice en mi vida anterior, pero seguro nada bueno.

—Bien, no digo nada —termino de reír—. Y yo pensé que era la de la buena suerte —bromeo haciéndolos reír más fuerte.

Definitivamente, si algún día me faltan, no sé qué sería capaz de hacer.



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