— Bien, Emilie, dinos, ¿qué hacemos hoy? — pregunté, tirándome en su cama. — Tengo toda la tarde para ti, así que dispara.
— Tengo una idea — dijo Dixie, revisando el armario. — Vamos a arreglar este desastre, porque, Em, sabes que te amo, pero tu gusto en ropa es una aberración a la moda — terminó.
— No, eso sí que no — dijo Em, alejando las manos de su ropa. — Aléjate de mi ropa, rubia loca — rió, empujándola y sentándola a mi lado. — Está bien, ahora necesito decirles algo — suspiró poniéndose seria.
–Vamos linda, dispara- la animo.
–Bueno, ¿por dónde empiezo? – sonríe nerviosa.
–Por el principio morocha, por el principio.
–Muy graciosa Dix – responde- bueno, en fin. Como vieron, como saben y como les dije, los chicos no están aquí – empieza- y no es exactamente porque estuvieran ocupados... - se detuvo.
Me enderecé y miré a Dixie, dándome cuenta de que ella también estaba atenta.
— La cosa es — continuó — que tengo un problema con Ethan — soltó — y sé que, si los invitaba, los bocazas no se quedarían callados si les cuento el porqué.
— Em, cariño, no estoy entendiendo. ¿Cuál es el problema? Quiero decir, ustedes son los que se llevan mejor y...
— Me gusta — me cortó — y no sé cómo actuar. Ya me habían gustado chicos antes, como aquel con el que salí el verano pasado... — empezó a desvariar.
— Al punto, Emilie — la interrumpió Dixie.
— La cosa es que nunca me había gustado alguien tanto — suspiró y se sentó en el piso frente a nosotras —. Y es frustrante, porque nos conocemos desde niños y no sé cómo actuar. Tengo miedo de arruinarlo todo, miedo de dividir al grupo — terminó.
La habitación quedó en silencio unos minutos, cada una reflexionando. Yo pensaba en cómo responder. No era tan difícil; obviamente la apoyaría, pero conocía su inseguridad con este tema y no quería presionarla.
— ¿Eso es todo? Quiero decir, ¿ese es el problema?
— Sí, Dix, ese es mi problema — respondió Em, mirándola.
— No me malinterpretes — se apuró a decir —, pero pensé que sería algo relacionado con prestarle un libro y que te lo devolviera roto.
— Él no haría algo así.
— Em tiene razón. Creo que si alguna vez llega a romper un libro, se pondría a llorar al lado de él — reí, haciendo reír a Dix.
–Chicas...
–Bien lo siento – suspira calmándose- se lo difícil que es que te guste un amigo, créeme – tranquiliza ella mirándome- pero no está bien detener lo que sientes, te terminas haciendo daño a ti, y aunque siempre está la duda de lo que puede pasar, es mejor no quedarse con ella.
— Dix tiene razón — coincidí —. Guardarte las cosas no siempre es la mejor opción. Además, nos tienes a nosotras y a los chicos. Aunque no lo creas, te apoyamos independientemente de tu decisión y de la reacción de él. Ambos son nuestros amigos.
— Lo sé, chicas, pero no quiero arruinar nada. Me gusta él, pero antes de eso, es mi amigo.
— ¿Quién te dijo que vas a arruinar algo? — intervino la rubia —. No vas a arruinar nada, tontita — golpeó su brazo —. Hemos sido amigos desde niños, literalmente crecimos juntos. Nada puede romper nuestra amistad.
— Si no se rompió cuando Dalton vomitó encima de nosotros, no se romperá ahora — sonreí.
— Ugh, no me hagas recordar eso. Tuve que tirar mi remera favorita — comentó Em —. Fue lo más asqueroso que he visto en mi corta vida. ¿A quién se le ocurre mezclar vodka con ketchup? Solo a él, la verdad.
— ¡Ay, sí! Estuve semanas limpiando mi bolso. Creo que hasta ahora tiene olor — hizo una mueca de asco —. Por favor, no dejemos que tome más. Se pone idiota cuando lo hace.
— Eso será una misión imposible — reí —. La única relación estable que tiene es con él y el alcohol.
Todas estallamos en risas después de eso. Somos adolescentes y aunque no salimos todas las noches, cuando lo hacemos, sabemos cómo pasarla bien. Tenemos miles de anécdotas metiendo la pata y riendo. No siempre necesariamente tenemos que beber para hacer el ridículo; Dalton es prueba viviente de eso. Seguro que la mitad de los problemas en los que nos hemos metido han sido culpa suya, pero nadie lo culpa. Al final del día, siempre terminamos riendo.
— Ey, Rubí — me llamó Dixie —, ¿vamos a ver una serie? Em fue a buscar palomitas.
— Obvio, ya era hora de empezar una nueva — respondí —. ¿Cuál vamos a ver?
— Las Winx, definitivamente — respondió de inmediato —. Pero no la serie animada, sino la que sacaron con personas. Hace poco salió la segunda temporada — habló mientras veía cómo preparaba las cosas en la cama —. Y no es por nada, pero tengo dos ojitos que me permiten ver a la hermosura que eligieron como personajes — me miró —. Además, mis gustos, gracias al cielo, no me permiten discriminar a nadie, así que no me culpes si Riven y Stella me hacen sentir cosas — terminó cuando Em entró en la habitación.
— Pensé que las rubias no te gustaban — dije acomodándome —. Pensaba que la única rubia divina de la relación tenías que ser tú.
— Ay, por favor. ¿Has visto a Stella? Debe ser la rubia más linda que he visto en mi vida — dramatizó, acomodándose a mi lado —. Yo por ella, cualquier cosa.
— Te comprendo — dijo Em, encendiendo la computadora y sentándose a mi otro lado, dejándome en el medio —. Yo por Silva, todo.
— Esperen, esperen — las interrumpí —. ¿Ya han visto la serie?
— Sí — respondieron ambas.
— Debes ser la única persona en el mundo que no la ha visto — comentó Dixie.
— Ay, discúlpenme por no querer ver a personas con alitas que brillan — dije sarcástica —. Lo cual es muy realista, por cierto.
— No tienen alas — hablaron al unísono.
— Bueno, Bloom sí — habló Em —. Pero eso lo entenderás más adelante.
— ¿O sea que vamos a ver las dos temporadas? — pregunté incrédula.
— Sí — dijeron.
— Vale, bien, pero dejen de hacer eso — me rendí.
— ¿Hacer qué? — preguntaron juntas.
— ¡Basta! — terminé riendo.
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¿Crees en la magia? ©
FantasyEn el pequeño pueblo de Roseblood, la quietud de la noche siempre ha sido un manto de tranquilidad, un refugio del bullicio del día. Pero en los últimos meses, un rumor ha comenzado a propagarse como el fuego entre sus habitantes, un murmullo inquie...