—Estoy realmente jodida.
Las palabras se me escaparon de la boca antes de que pudiera controlarlas, sentada en una esquina de la habitación, con las rodillas dobladas contra mi pecho y la cabeza enterrada entre los brazos. Hacía días que había dejado de contar el tiempo. No había ventanas, ni relojes, ni nada que me indicara cuánto tiempo llevaba atrapada en este lugar maldito. Lo único que tenía era esa habitación sofocante, llena de frascos extraños, libros antiguos, y una maldita voz que no paraba de decirme lo que tenía que hacer.
—"No queda mucho tiempo, Rubi. Debes despertar."
Otra vez. Siempre lo mismo. Esa voz resonaba en mi cabeza, a veces suave, a veces insistente, pero siempre allí, recordándome que algo debía hacer. Pero no sabía qué hacer. O no quería hacerlo.
—¡Cállate! —grité al aire, pero sabía que no tendría respuesta. Nunca lo hacía.
Mi respiración era errática, y sentía el pulso acelerado. No podía salir de aquí. Había intentado todo: empujar la puerta, golpear las paredes, incluso patear los estantes en un ataque de furia. Pero nada funcionaba. Estaba atrapada, y cada vez me sentía más desesperada. No podía controlar la ansiedad que se acumulaba en mi pecho, amenazando con estallar en cualquier momento. Quería salir de esta habitación, quería volver a mi mundo. ¿Me estarían buscando? ¿Habría alguien afuera que supiera que estaba desaparecida? ¿O ya habrían olvidado mi existencia?
Mis amigos... Mis pensamientos se dirigían constantemente a ellos. ¿Dónde estarían? ¿Estarían bien?. Cerré los ojos con fuerza al pensar en ellos. ¿Me estarían buscando o habrían pensado que había huido, o peor, que estaba muerta? El tiempo en este lugar era tan extraño, no me daba hambre, ni sueño, tampoco podía decir si habían pasado horas, días o semanas. Solo sabía que estaba completamente sola.
—"Si no despiertas, lo perderás todo."
La voz volvió, como un latido constante en mi cabeza. Cada vez más apremiante. Sabía lo que quería de mí, pero no sabía cómo hacerlo. Quería que despertara mis habilidades, que leyera esos malditos libros y mezclara los líquidos de los frascos. Pero cada vez que lo intentaba, el miedo me paralizaba. ¿Qué pasaría si lo hacía mal? ¿Y si no estaba lista para esto?
Me levanté lentamente, tambaleándome un poco, y me acerqué a la mesa donde estaban los frascos. Algunos de ellos eran transparentes, llenos de líquidos en tonos vibrantes: rojos, verdes, azules y otros colores que no podía nombrar. Otros estaban tan oscuros que no se podía ver qué había dentro. Sabía que esos frascos guardaban algo importante, pero no entendía qué.
Mis ojos se dirigieron a uno de los libros que había dejado abierto en la mesa. Llevaba días mirándolo, leyendo las mismas líneas una y otra vez. El libro describía una ceremonia de despertar, algo que, según la voz, yo debía hacer para liberar el poder que dormía dentro de mí. Pero no entendía por qué tenía que hacerlo yo. No era una heroína de una novela de fantasía. Era solo Rubi, una chica que se había metido en más problemas de los que podía manejar. Alguien que tendría que haber escuchado cuando le dijeron que no siguiera.
—"Debes leer el libro y mezclar los líquidos."
La voz volvía a insistir. Ya había leído el libro mil veces, pero no me atreví a hacer lo que decía. Según sus instrucciones, debía mezclar tres de los líquidos, recitar una frase escrita en una lengua que apenas podía pronunciar y luego, lo peor de todo, beber esa mezcla. Y no solo eso, debía hacerme un corte en la palma de la mano para que la sangre se mezclara con el líquido. Como una triste y patética pelicula de brujas.
—¿Por qué yo? —susurré, con la mirada clavada en el libro—. ¿Por qué tengo que hacer esto?
La respuesta, como siempre, fue el silencio. O al menos lo que había aprendido a interpretar como una respuesta.
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¿Crees en la magia? ©
FantasyEn el pequeño pueblo de Roseblood, la quietud de la noche siempre ha sido un manto de tranquilidad, un refugio del bullicio del día. Pero en los últimos meses, un rumor ha comenzado a propagarse como el fuego entre sus habitantes, un murmullo inquie...