Capítulo 18

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A las tres y media estoy parqueando mi auto a la orilla de la calle, justo en la hermosa entrada hacia el salón. Veo la Pickup de Conrad desde aquí, está a dos coches por delante de mí, pero no lo veo a él, así que supongo que debe estar ya adentro.

Bajo el espejo del coche para verme y me retoco el bálsamo de labios. Últimamente los tengo agrietados y prefiero evitar la tentación de arrancar los pequeños hilos de piel que se desprenden, no porque duela, si no porque dejan una horrible marca. Me acomodo el cabello, dejo el bolso en el asiento de copiloto y bajo sólo con mi celular y las llaves.

Voy a la mitad de la entrada cuando miro a Conrad con el celular. Por alguna razón bajo la velocidad de mis pasos para verlo ahora que está distraído. Va con un pantalón verde olivo, una camiseta blanca por dentro y otra de botones por encima casi del mismo color que el pantalón. Casi, porque se nota que es uno o dos tonos más claros.

Cada vez me agradaba más su forma tan personal de vestir.

—Llegas tarde —me imita, como hace unos días. No puedo evitar sonreír.

—Es mi venganza —bromeo. Lo cierto es que pasé por la cafetería por algo de comer, pero no creo que quiera saber eso.

Conrad me mira unos segundos antes de acomodarme el cabello detrás de la oreja. De seguro me lo he acomodado mal al bajar.

—Lindo cabello.

Me encojo de hombros. —Sólo lo cepillé.

Eso lo hace sonreír.

Procedemos a caminar hasta el jardín donde se llevará a cabo la fiesta de compromiso con el señor de la limpieza guiándonos. Hay un salón rústico, que es en el Conrad estaba hace un momento esperándome, y donde se llevará a cabo la boda, y también está el salón del jardín, que es el que Sophie ha elegido al final 0ara la fiesta. En realidad, todo es un conjunto, pero tomando en cuenta que el jardín es lo suficientemente grande para meter a todos los invitados, no ha sido un problema limitar la fiesta sólo para el área del jardín.

Los siguientes treinta minutos somos Conrad y yo intentando analizar donde podríamos colocar las cosas e intentando visualizar su idea de las luces en el cielo en lugar de lo que yo tenía en mente, porque vamos, no es mala idea. Tomando en cuenta que la fiesta probablemente se alargue hasta la noche es evidente que las luces en un techo improvisado son mil veces mejor.

—Veo que te estás esforzando —lo interrumpo. Está sumamente entusiasmado mientras me ayuda, pero no sé porqué.

Habla sin parar, moviendo las manos, señalando los lugares. Ahora mismo está de pie justo donde sería la pista improvisada de baile.

—¿Eso crees?

Asiento.

—Trato de mejorar, ya sabes, por la otra vez.

No necesita explicarse mejor. Sé que se refiere a la dichosa despedida. Quisiera decirle que viene haciendo un buen trabajo desde entonces, pero bueno, es Conrad Doyle, no necesito alimentarle el ego.

En un santiamén Conrad tira de mí hasta acercarme a él. Pienso que va a abrazarme, incluso besarme, pero es sólo por lo inesperado del movimiento hasta que comprendo que sólo está pretendiendo que bailamos. Me río, porque es ridículo lo que hace y al mismo tiempo por lo bien que se mueve.

—No sabía que bailabas.

Conrad mueve la cabeza.

—Hay muchas cosas de mí que no sabes —sus ojos barren mi rostro un largo rato hasta que mira mis labios con atención, antes de recordarme porque estamos aquí—. La pista estará situada aquí y arriba estarán las dichosas luces. Imagina una lluvia de papeles recortados en formas de mariposa cayendo cuando Sophie y Ambrose hagan su baile. Las fotos serán brutales.

Todas esas cosas que nunca me atreví a decirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora