Capítulo 23

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Pa: Haré los macarrones que te gustan.

Es lo primero que leo cuando agarro mi teléfono. Ni siquiera me he metido a los mensajes, lo he leído en la vista previa. Mi mano se estrella contra mi frente porque no puede ser que lo haya olvidado.

Miro a mi lado y Conrad no está, ¿pero qué hay del olor que viene desde la cocina? Es absolutamente delicioso. Sigo desnuda en mi cama, así que retiro por completo la cobija que medio me cubre y me estiro antes de acercarme a mi guardarropa, sacar una camiseta y unas bragas y salir.

El olor se vuelve mucho más fuerte a medida que me acerco.

—Debiste ser chef y no fotógrafo.

Estoy recostada al umbral. Va con sus mismos pantalones y sin camiseta, pero no he pasado por alto la bolsa de ropa de la tienda de la esquina, así que me acerco a mirar.

—¿Dices que soy un mal fotógrafo? —me mira por encima de su hombro y le hago una mueca porque no pienso meterme ahí.

—¿Qué es esto?

—Necesitaba una camiseta. Puedo soportar el día con este pantalón, pero la camiseta estaba llena de sangre.

Me siento en la encimera y muevo mis piernas.

—Sobre eso —Conrad deja lo que está haciendo y me mira—, creo que va a tener que ser después.

—¿No quieres?

—Sí quiero —no me avergüenza lo increíblemente rápido y decidida que he sonado—. Es sólo que quedé de ver a papá. Es una comida. Nunca duro un día entero con él.

No me hace sentir orgullosa decir eso, pero papá y yo, aunque nos llevamos bien, no es la relación más amorosa y unida padre e hija que podrías ver. Definitivamente hay relaciones mucho mejores que la nuestra.

—Bueno, ¿y si vamos después de nuestra cita? Ni siquiera es una cita, sólo quiero llevarte a un lugar.

—¿Ir después de la cita?

Conrad ladea la cabeza.

—No voy a pedirle tu mano a tu padre, Ann. Puedes decirle que estuvimos organizando la boda y por eso estamos juntos.

Eso es muy acertado. Pero no quita mis nervios al pensar en papá y Conrad juntos, comiendo. Los tres. Debería insistir en que no, pero realmente no hay nada de malo con eso.

—De acuerdo —señalo con el mentón a la cocina—. ¿Qué haces?

—Omelette —apaga la cocina y comienza a servir el desayuno, pero veo como lanza miradas en mi dirección cada cinco segundos desde la isleta.

Cuando me doy cuenta de que es constante, me comienzo a reír en silencio hasta que se da cuenta de ello y se apoya en la isleta, mirándome con los ojos ligeramente entrecerrados.

—¿Qué es gracioso?

—Como intentas disimular.

Conrad rodea la isleta con lentitud hasta que lo tengo en medio de mis piernas. Paso mis manos por sus brazos desnudos. Tiene un corte en el hombro que no vi anoche, pero a Conrad ni siquiera le importa. La herida de su ceja se ve seca, pero definitivamente tenemos que ir al hospital.

Al hospital y a una farmacia, vaya.

—Se ve mejor, pero necesitas puntadas —le digo, pasando mi pulgar por su ceja.

Conrad me mira con algo diferente en sus ojos. Está genuinamente feliz, y no deja de mover sus ojos en todas direcciones por mi rostro. Creo que para él es exactamente igual de surrealista a como lo es la situación para mí, pero se siente bien, y es lo único en lo que pienso centrarme ahora. No tengo ganas de ponerme a pensar en que demonios estamos haciendo, porque sea lo que sea que estamos haciendo, se siente muy bien.

Todas esas cosas que nunca me atreví a decirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora