Cuando miro el Pickup de Conrad parquearse justo detrás del mío me cruzo de brazos. Un minuto después lo tengo a mi lado.
—Llegas tarde.
Conrad mira la hora en su reloj de muñeca y me mira como si estuviera jugando.
—Son sólo diez minutos.
No digo absolutamente nada, simplemente entramos al local. Quedé con Conrad para terminar el asunto de las invitaciones y para ello debemos deshacernos de la lista de regalos que Ambrose y Sophie han dejado en nuestras manos. Ni siquiera han elegido qué tipo de lista prefieren, pero para ser honesta, no me sorprende. A los novios les suele dar cierta vergüenza pedir obsequios. A los Doyle les da igual porque, precisamente, tienen dinero para ello, y se rodean de personas que no sean muy diferentes.
Aún así, yo he elegido la opción más económica. Así personas como mi padre, por ejemplo, podrán llevar algo para los novios del mismo calibre que los demás y no sentir que su presente es inferior al resto.
—¿Ya me vas a explicar que hacemos aquí?
—Te lo dije el domingo. Estamos por la lista de regalos. Necesitamos enviar las invitaciones para hoy.
Noto, por su expresión, que sigue sin comprenderlo. Suspirando pesadamente, le digo:
—La lista de regalos para bodas es para que los invitados puedan ayudar a los novios con cosas que les hace falta. Es como una tradición —le explico, mientras atravesamos un pasillo viendo todo, aunque yo estoy analizando los precios y anotándolos en mi agenda. Conrad, por el contrario, me mira a mí—. Muchas tiendas ofrecen la posibilidad de armar la lista de matrimonio para que los familiares y amigos no tengan que preocuparse pensando qué regalar a los futuros esposos. De hecho, algunas, se encargan de indicar a los novios lo que tienen disponible cuando, en lugar de que los invitados vengan aquí y den un presente en la boda, los novios hacen una caja para que depositen el dinero en la boda. Pero creo que es mucho más linda la mesa de regalos.
Miro las copas de vino y añado el precio en la lista que estoy creando. Me ha parecido buena idea elegir esta opción, ya saben, dudo que Ambrose y Sophie quieran electrodomésticos y ni hablar de mantelería u objetos de baño. Esta me pareció la opción más sencilla, elegante y económica.
—¿Hay opciones para eso? —pregunta Conrad, quitándome la copa de la mano para regresarla a su lugar para que yo pueda seguir anotando.
—Hay muchas —le digo, todavía escribiendo—. Mantelería, baño, baterías de cocina, electrodomésticos, utensilios. Casi elijo los utensilios, pero me ha parecido buena idea elegir la opción de Cristalería y vidrio. Nuestros hermanos no necesitan amueblar su casa ni mucho menos regalos tan necesitados como una olla arrocera o una lavadora. Con copas y licores estarán bien. Sólo necesitamos hablar con el dueño de aquí e ir a la licorería que está como a una cuadra de aquí para verificar los precios. Creo que no es tan caro, si no también está la opción de comprar licor en los supermercados. No es tan elegante, pero es licor, a fin de cuentas.
Me meto el boli en el bolsillo y cierro la agenda. Me sorprende ver a Conrad recostado a un poste de brazos cruzados, mirándome. Tiene una diminuta sonrisa y está observándome. Fija e intensamente. Ni siquiera parpadea.
Que no diga nada un largo rato me impacienta, así que río un poco nerviosa por ello.
—¿Por qué me miras así?
—Es que me gusta escucharte.
Suena terriblemente honesto, e inconscientemente casi puedo sentir que se me doblan las piernas. No todos los días una persona te dice cosas como esa, que parecen ser cualquier cosa, pero que son agradables de escuchar. Aún así, me meto la agenta en el bolso y me cruzo de brazos.
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Todas esas cosas que nunca me atreví a decir
RomanceAnya, una joven planeadora de bodas, se niega a ayudar en la boda de su hermana, quien está por casarse con Ambrose, el hombre que ella ama en secreto. Luego de que no tenga más remedio que aceptar, se verá obligada a planearlo todo mano a mano junt...