La "Guardería"

"Decoración"

Se acerca una de las fechas más importantes del año, a algunos les gusta y a otros disgusta, a varios los tiene apurados y a otros los pone emocionados; en este caso, la guardería Tokyo-Kanto Gang se prepara, finalmente, para la ocasión, colocando los famosos adornos y decoraciones de noche de brujas.

— Qué lugar, qué emoción, todos cantemos esta canción~...— canta el pequeño fragmento de la canción que suena por toda la habitación, así genera el ambiente de miedo y emoción por Halloween.

— Ten otro— el mayor de los Shiba le entrega un fantasma de papel.

— Gracias, Taiju— el blondo lo coloca en la puerta principal mientras tararea la canción—. ¡Terminamos!

Ese anuncio hizo que el de mechones azulados suelte un suspiro, tanto hacer adornos de origami con sus hermanos le cansaron las manos.

— ¿Quieres decorar las paredes también?

— ¡Sí, vamos!— alegre, se encaminan hacia las cajas con decoraciones en sus mesas de trabajo y sacan de ahí unos cuantos.

— Aquí hay fantasmas— habla tranquilamente Shiba sacando un par de ellos.

Hanagaki corrió directamente a la sala de descanso y solo asomó la mirada por el marco de la puerta.

— ¡¿Dónde?!— su cuerpo tiembla como gelatina con la mirada miedosa.

— No, hablaba de los fantasmas de papel— desglosa una tira de ellos para que el otro entienda a qué se refiere y así dejó de temblar.

— Aahh...— sale por fin de su escondite llendo a su encuentro con el otro—, sí, vamos a usarlos.

Taiju tomó otra tira de fantasmas, llegan a la solución de tomar una silla para llegar a la altura adecuada en la pared.

— Voy por una silla al comedor— deja las decoraciones en la mesa mientras ve cómo el blondo saca de la caja el extremo de una tira de calabazas que se empieza a desglosar.

— Está bien, yo arreglo esto de aquí— y tira tras tira va saliendo de la caja, como si se tratara de los pañuelos unidos que los magos sacan de sus sombreros.

Extrañado, el de mechones azulados lo dejó un momento, tomó una de las sillas de sus cuidadoras y con algo de esfuerzo la llevó a la sala principal. Al regresar, había perdido de vista al blondo y hay una pila de papel de calabazas cerca del lugar donde lo dejó.

— Ey, ¿Dónde te metiste? Aún no terminamos aquí— lo busca con la mirada y rodea la mesa de trabajo pero no lo ve por ningún lado.

Ahora esa pila de papel se empieza a mover, provocándole un pequeño escalofrío.

— ¡Puah...!— sale de entre las calabazas a quien estaba buscando—, ¡Esto no tiene fin!

La declaración desubicó al otro, pues no recordaba que esa clase de tiras tan largas existiera en las tiendas. Una vez que ayudó al blondo a salir de ahí, revisó el fondo de la caja, y se encontró con la envoltura de dónde proviene el adorno.

— Aquí dice que mide 50 metros de largo, como para decorar una cuadra— anuncia algo confundido.

— Oh, ya entiendo— y el otro muestra la misma expresión que cuando le entiende finalmente a un problema de matemáticas—. Recuerdo que compraron de esas tiras para no comprar más de pocos metros.

— ¿Quisieron ahorrar algo de dinero?— cuestiona siguiendo la lógica que presenta la situación.

— Así parece— habla tranquilo, pues si madre también a hecho eso y pueden durar varios años y no pasarían de moda.