Capítulo 54 [Editado]

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Rebusqué en sus bolsillos en busca de algún paquete de cigarrillos, cuando lo encontré saqué uno, me lo llevé a la boca y lo encendí, lo miraba fijamente, sudaba bastante, estaba pálido, tembloso, sus ojos húmedos, se podía apreciar el sufrimiento que estaba sintiendo, sonreí con sadismo sintiendo una gran satisfacción.

— Vamos a hablar, de tío, a sobrino—comenté recostándome con los brazos cruzados— A pesar de hacerme una idea, quiero saberlo... ¿Cómo diablos te gastaste mis diez millones de dólares?—cuestioné mirándolo fijamente, su respiración era un poco acelerada

— Viajé... Por todo el mundo... Compré un yate enorme... Mujeres hermosas, regalos para ellas... Pero, mi perdición, fue ir a las vegas... Hice todos tipos de apuestas, y cada vez... Sumas más grandes, cuando quise darme cuenta, no tenía nada—contó con la voz entrecortada, asentí dándole una calada al cigarrillo

— ¿Por qué pensaste que iba a darte dinero? ¿Acaso me crees estúpido?—pregunté

— Llámalo, fe—solté una carcajada ante sus palabras

Me puse de pie mirándolo con asco, le di una última calada, me quedé contemplando el cigarrillo unos instantes, para acto seguido, clavárselo en el rostro haciendo que soltara un grito de dolor

— Yo lo llamaría, estupidez—dije con malicia

— Hijo de puta...—susurró con la cabeza gacha, lo agarré del cabello haciendo que me mirase

— Ese eres tú, y ya me dé hablar, quiero volver a casa con mi mujer—le solté con brusquedad, me acerqué a la puerta dando unos golpes en ella.

De inmediato entraron Fusco y Longo, se acercaron desatándolo, lo sacaron de la habitación arrastras seguidos de mí. Íbamos por un pasillo poco iluminado, solo se escuchaban nuestros pasos, nos detuvimos delante de una puerta de metal.

Al abrirla vi una silla, un barril, cadenas, las cuales iban sujetas al techo, y un barril en medio de la habitación, les hice una señal para que se marchase, asintieron tirándolo al suelo, y se fueron dejándonos solos.

Me acerqué al barril destapándolo, estaba lleno de agua con cubos de hielo, me acerqué a él mirándolo con una sonrisa torcida, en sus ojos había miedo, lo agarré de su ropa tirando de él poniéndolo de pie, sin mucha dilación le metí la cabeza en el agua, no tardó mucho en empezar a retorcerse ante la falta de aire, lo saqué unos instantes, antes de volver a sumergirlo.

Estuve así unos minutos hasta que me cansé de ello, lo guíe hacia la pared, donde había unas cadenas colgadas del techo, lo até, tiritaba de frío, posiblemente también del dolor, me acerqué a la mesa, agarré un látigo, volví a él comenzando azotarle, arrancándole gritos de dolor, no me detuve, hasta que no vi como su piel iba abriéndose.

Para el punto en el que nos encontrábamos, ya había empezado a llorar en silencio del dolor, tiré el látigo al suelo, respiré hondo, sintiendo mi brazo algo cansado, me acerqué a la mesa, pasé mi vista por todo lo que había en esta, agarré un bote de alcohol y volví hacia él rociándoselo por el cuerpo, sus gritos eran descargadores, de repente, se quedó callado, se había desmayado.

Me quedé observándolo unos instantes, respiré hondo tirando el bote de alcohol, me di la vuelta caminando hacia la puerta, la abrí y salí de esta, vi a Carlo apoyado contra la pared

— ¿Está muerto?—cuestionó, negué con la cabeza

— No... Pero no por falta de ganas—comenté soltando un suspiro

— Daniela—

— Daniela...—volví a suspirar, él sonrió asintiendo

— ¿Nos vamos?, las chicas estarán preocupadas—cuestionó, asentí caminando por el pasillo

Entre tus Manos © [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora