XXXIII

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—¡Okey!—, gritó Jimin desde la cocina de Yoongi. Con mucho cuidado, llevó un pequeño pastel de chocolate con glaseado de caramelo y diez velas encendidas hacia la sala de estar. —Está listo.

Yoongi había estado leyendo en su sofá mientras Jimin preparaba su torta. Al acercarse lo vio cerrar su libro y discretamente lo metió en su estuche de cuero, que estaba colocado en el piso.
Jimin lo observó, pero no hizo ningún comentario al respecto. Solo sonrió mientras dejaba el pastel.

—¡Feliz cumpleaños a ti!—, Jimin comenzó a cantar.

Yoongi hizo una mueca cuando comenzó, pero cuando terminó la canción y aplaudió, se estaba riendo. Entonces Jimin lo miró expectante mientras se inclinaba para apagar las velas.

—¿Pediste un deseo?

—Por supuesto. —La boca de Yoongi se contrajo mientras examinaba el pastel cuya preparación había tomado horas de él por la mañana. —¿Hiciste el pastel tú mismo?

—Sí. Y no te atrevas a reírte. Hornear no es uno de mis talentos. Pero hice lo mejor que pude.

—Se ve genial. No deberías haberte tomado la molestia.

Jimin le dirigió una mirada indignada.

—¿Por qué diablos no debería?— Los labios de Yoongi se crisparon de nuevo. Sintiendo una ráfaga de calor ante la visión familiar de su hermoso y divertido rostro, Jimin explicó: —No pude poner veintiséis velas en tu pastel.

Yoongi le lanzó una mirada fría desde debajo de sus pestañas que hizo reír a Jimin. Luego admitió:

—Ayer fue mi cumpleaños, ¿sabes? No hoy.

Le dio a Yoongi el cuchillo para que pudiera cortar porciones para los dos.

—Lo sé. Pero fuiste un idiota al programar un compromiso en tu cumpleaños. Así que tuve que conformarme y crear la celebración esta noche.

Él nunca lo admitiría, pero estaba un poco herido porque Yoongi  había hecho tal cosa. Nunca hablaron sobre el trabajo de Yoongi. Sabía que a veces se iba por las noches. Tomaba su maletín y nunca decía una palabra sobre lo que hacía.

Debió haber reducido significativamente sus clientes, como le había dicho que estaba haciendo. No se había ido más de dos o tres noches en la semana.

Habían pasado dos meses desde que había dejado de ser el cliente de Yoongi. Después de toparse en el bar del hotel, y lentamente ser  amigos. Al principio, había sido un poco incómodo. Jimin estaba nervioso alrededor de Yoongi y Yoongi era bastante distante. Pero gradualmente se habían sentido más cómodos el uno con el otro, y ahora Jimin lo veía o hablaba con él casi todos los días.

Pero odiaba que no se hubiera retirado de su trabajo como escort. Todavía odiaba la idea de cada uno de sus clientes y todo lo que hacía con ellos. Odiaba que no dejara de objetivar y devaluarse a sí mismo, lo que podría no ser parte de la experiencia de todos como escort, pero ciertamente parte de la suya. No lo juzgaría, sabía que las razones que lo llevaron a este trabajo eran demasiado complejas para que él las entendiera realmente.

Pero él quería que Yoongi se detuviera y a la vez no.

De alguna manera, era más seguro de esta manera. Mientras continuara con su profesión, no habría posibilidad remota de que se desarrollara un romance entre ellos. Esa barrera hizo que fuera más fácil para Jimin superar la confusión y el autoengaño que había sufrido antes.

Sin embargo, todavía lo odiaba. Cada vez que Yoongi  recogió su maletín y salía a encontrarse con un cliente. Incluso había programado una cita para su cumpleaños, cuando debió haber sabido que Jimin quería celebrarlo con él.

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