#08 : ¿No te cansas?

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SOFT SIDE

JENNIE, DANIEL

MIÉRCOLES

Se podían contar con una mano las ocasiones en las que Jennie y Daniel se enfrentaban a estar a solas del resto, pero cuando sucedía, una pesada tensión flotaba en el aire.

Desde el incidente de la joven, ninguno volvió a dirigirse la palabra.

Ella se sentía confundida, e incluso culpable por no haberle agradecido.

Él estaba decepcionado, mas no sorprendido.

Una cosa era certera, ninguno admitiría esos extraños sentimientos en voz alta.

Y estos parecían sentirse aún más insufribles ante la presencia de la incomodidad, que los hacía sentir acorralados a pesar de estar dentro de un elevador para siete personas.

Estaban por llegar al piso que Jennie había marcado, pero de repente ocurrió algo que, se dijo Daniel, solo ocurre en películas.

El ascensor se detuvo, dejándolos a cinco pisos del primer piso.

—No puede ser. —se susurró Jennie para sí.

—Tiene que ser una broma. —agregó Daniel y comenzó pasear sus dedos por la tabla de botones para ver si el elevador respondía.

Qué fastidio ¿Por qué tiene que pasarme esto con ella?

¿Tenía que ser con él?

Daniel miró a Jennie y esta mirada fue devuelta casi al instante, provocando que las apartasen con la misma rapidez del comienzo.

—¿Pueden vernos a través de las cámaras, ¿verdad? —preguntó él.

—Eso es obvio. —respondió ella arisca, cosa que hizo que el joven pusiera los ojos en blanco.

—No entiendo como no te cansas.

Jennie soltó una risa nasal sarcástica.

—¿De qué?

—De ser tú.

Ese comentario generó que aquel candado imaginario que existía en el corazón de la más baja, se debilitase un poco. Supo que se lo tomó de manera personal porque se sintió muy atacada, cosa que no era normal en su persona.

Menos tratándose de un comentario hecho por Daniel.

—Eres un...idiota. —contestó, impulsiva.

El insultado se quedó atónito por unos instantes y no por dolor, sino porque cada golpe que la CEO daba, parecía agrandar esa decepción casi prohibida.

Volvía a preguntarse qué esperaba. Jennie Kim era así, una mujer desagradable y malagradecida.

Si alguna vez existió algo parecido entre ellos, ya se había esfumado por completo.

—Vaya, al parecer tu padre no te conoce.

—¿Qué?

—Una artista sensible, eso es lo que eras, ¿no? —Daniel dio un paso hacia su jefa, quien lo observó con un brillo de asombro en sus orbes.

Claro, pensó la muchacha, su padre había hablado de más. Era obvio que lo haría con alguien como él, a quien consideraría hasta un ''buen partido'' para su hija de no ser por las diferentes clases sociales.

Daniel no iba a tocar el tema de su madre, porque a diferencia de Jennie, él no pensaba caer TAN bajo.

Sin embargo, debía ser honesto en que no le faltaron las ganas de hacerlo porque consideraba que se lo merecía.

—¿Y qué si alguna vez lo fui? ¿Acaso te dijo por qué dejé todo atrás? —atacó con bronca.

—Sí...—respondió el chico y procedió a bajar la mirada. La respuesta recibida lo obligó a bajar un poco los humos mentales, al punto de sentirse ligeramente apenado.

Esa imagen que mostró logró enternecer a Jennie y hasta consiguió atrapar su atención por más tiempo de lo esperado.

Cuando Daniel volvió a conectarse a la mirada de Jennie, parecía mirarla con otros ojos.

Ella sabía que podría haberla destruido con la información en su poder, pero decidió tomar otro camino.

Y frente a aquello a Jennie no le nació pensar que era un perdedor, es más, el simple hecho de etiquetarlo con algo como eso, incrementaba su culpa. 

Permanecieron enlazados por unos segundos más, incapaces de decirse algo.

El muchacho notó como ese tarde no traía los labios rojos, sino de color marrón claro y como su expresión, en general, lucía distinta. No traía una cara de culo, tampoco lucía enojada, sino que parecía desprender tristeza.

La jefa se sintió indefensa, aún luego de que el pitido de reanudación del servicio se hiciera escuchar.

Se preguntó si era preocupación genuina.

—Deja de mirarme así y de actuar como si te importara en lo más mínimo. —habló la chica e interrumpió la conexión.

El oficinista no contestó e hizo lo mismo.

Y fue una lástima, porque una parte de Jennie amagó a querer que Daniel dijera que se equivocaba, que sí le importaba.

No hubo más palabras y el elevador se abrió poco tiempo después, dejándolos libres...y separándolos. 

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