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YARON.

Estoy frente a ella, nos miramos, nos retamos con la mirada.

Que mierdas se cree esta niña para venir con superior, a mí.

—Montar en el coche, llevarla donde siempre —digo a mis hombres saliendo de la escena.

Oigo sus gritos, y me da igual que me maldiga a gritos. Se ha metido con el diablo.

Me monto en el coche, acelero como si no hubiera un mañana. No me da miedo la velocidad. La adrenalina corre por todo mi cuerpo. El sabor a la sangre que correrá esta noche me inunda las fosas nasales, de imaginar como la volaré los sesos.

Aparco el coche en el garaje, y subo a mi cuarto, sin prestar atención a las chicas que me miran, como si tuviera esta noche que elegir a una. Pero están de suerte esta noche, ninguna acabará el la cama, tengo mejores cosas que hacer.

Llego a mi habitación, me quito la ropa, e ingreso en la ducha, apoyo los brazos en la pared y miro a mis pies, mientras el agua cae en mi espalda.

Joder, estoy en la mierda, es una puta diosa, la mirada le brillaba aunque estuviéramos debajo de esas luces oscuras.

Es más guapa en persona, la quiero entre mis piernas. Quiero follarla hasta que grite mi nombre, esa puta boca seguro que sabe deliciosa. Nunca beso a mis chicas de servicio. Pero que me pasa con esta mujer.

La erección es tal, que me libero yo mismo. Cuando ya estoy satisfecho, me visto con una camisa blanca, desabrochada, y unos pantalones negros atados con un cinturón del mismo color, conjugado con los zapatos.

Muevo mi pelo mojado, hasta que queda más a menos peinado. Me echo colonia. Desaparezco por la puerta y bajo directamente a donde se que van a estar.

En el camino me encuentro a Daven, que por el momento no sabe nada de mi huida a la ciudad.

—¿A quién vas a matar hoy? , y porque te has echado tú mejor colonia–ríe sin parar nuestros pasos.

—Espera a entrar y ya veras, no quiero oírte decir ni una palabra quien manda aquí soy yo —sigo advirtiendo.

Entramos, y me siento en mi trono, coloco los codos en el escritorio de madera, Daven queda apoyado en una pared más lejos de mí.

Mis hombres aparecen con la mujer, mi amigo me echa una mirada de alucinación, le hago una mueca.

—Soltarme, Figli di puttana —grita peleando con las piernas mientras uno de mis hombres la tiene sujeta de los hombros.

Cuando llegan y la sientan en la silla y se intenta levantar.

—Io che tu, non lo farei—la amenazó con la mirada.

Deja de luchar, mis hombres la atan a la silla. Y ella me mira con odio, me da exactamente igual. Muchos me odian, exactamente todos los que se sientan aquí.

—¿Cómo te llamas? —Aunque se ese dato quiero que salga de su boca

—No te tengo miedo, Diablo —ríe con suficiencia.

—Si te hago una pregunta respondes—digo con una voz profunda.

—No obedezco tus órdenes—dice y me empieza a cansar su orgullo.

—Tú nombre preciosa, por las buenas o las malas—empiezo a desabrochar mi cinturón.

Me levanto cansado, y me pongo al otro lado del escritorio de pie, cruzando las piernas.

—Alessia Bianco, señor Lucifer —enseña sus lindos dientes en una risa.

Juro que esta acabando con mi paciencia, a lo mejor con mi polla en la boca no piensa igual.

—Bien Alessia, voy a matarte y voy a mandar un cachito de tu cuerpo a tu novio. Luego le mataré a él —digo jugando con el cinturón en mis manos.

—Jamás conseguirás matarle, el que vas a morir vas a ser tú —ríe y además de sonar como una melodía, me irrita a su vez.

Con un movimiento cojo la pistola del escritorio y apunto a su cabeza.

—Sabes que no lo harás, te crees que eres el dueño del infierno, pero no eres capaz de matar a una mujer —ríe aun más alto.

Y es verdad, si he utilizado a las mujeres, las he hecho sufrir, pero cada mujer que ha pasado por aquí han acabado envidadas muy lejos. Una de mis normas es no matar a mujeres, pero la única manera de que no se salga con la suya es acabar con la vida de esta perra.

—Siento mucho decirte que estás muy equivocada, Alessia —disparó a su pierna y aguanta el dolor como puede.

La sangre sale sin detenerse. Y el olor me pone cachondo. Su olor y su presencia también.

—No has apuntado bien, Lucifer está perdiendo facultades —ríe pero esta vez le fallan la fuerzas.

—¿Estás de coña? Mátala de una puta vez es un maldito dolor de cabeza —dice Daven.

Le miro ordenando que se vayan todos fuera.

—Has visto como no puedes matarme —dice mirándome directamente.

Vuelvo a disparar. Esta vez en la otra pierna.

—Vuelves a fallar —intenta reír pero el dolor puede con ella.

—Te voy a hacer sufrir, hasta que acabe con tu maldita vida —desaparezco del lugar mientras escucho su risa.

Una sola llamada hace que mis hombres recojan a la chica, y se la lleven al cuarto oscuro, atada de pies y manos. Allí abajo sin nadie.

Subo, la camisa esta llena se salpicaduras de su sangre. Cuando llego a la cocina me sirvo una copa de vino tinto. Seguidamente me quito la camiseta.

Una de mis empleadas llega a la cocina, no se que hacen a estas horas rondando por mi casa, tienen una hora exacta.

—¿Qué mierdas haces fuera de tú habitación? –dije muy enfadado.

—Daven, me mando para un servicio —mira hacia abajo, con vergüenza.

—No necesito follar, vete por donde has venido —veo como desaparece mientras acabo la copa de vino.

Cuando acabo, de la puta rabia tiro el vidrio al suelo. Se rompe en mil añicos.

—¿Qué es todo este escándalo? ¿Que coño te pasa en la cabeza Yaron? —dice Daven sirviéndose una copa y sirviendo otra para mí.

—No puedo matarla.

Mi amigo me mira sorprendido, y acabo bebiéndome el líquido de un trago.

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NOTA DE AUTORA:

Gracias por seguir leyendo aunque tarde mucho en actualizar.

¿Qué os está pareciendo?

Nos vemos el próximo viernes lo más seguro.

Gracias ❤️

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