9.

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YARON.

Me coloco la corbata negra de mi traje nuevo, agarro la máscara de cabeza entera y bajo al salón donde me espera Daven.

Cuando bajo, todas mi sirvientas me miran lascivamente, entrenar me ha venido genial.

Mi colonia se funde en el aroma del salón haciendo que la estancia se vuelva excitante.

—¿Estas listo? —preguntó a mi amigo ignorando los ojos puesto en mí.

—¿De verdad quieres hacer esto? —pregunta con duda.

—No me cuestiones Daven —digo agarrando las llaves de la mesa de cafés.

—Sabes perfectamente que yo y tus hombres podremos con este tema —dice volviéndome a cuestionar y como siga así le rompo la cara.

—Vámonos —ordenó, agarrando la máscara de una mano, las llaves en otra me encamino al garaje.

Detrás de mí, me sigue Daven. Cojo el Lamborghini Murciélago. Y piso el acelerador a fondo, necesitaba conducir ya.

—Tendrás que asumir las consecuencias después de esto, no va a ser igual —dice rompiendo el silencio dentro del vehículo.

Hago chirriar las ruedas y meto una velocidad más.

—Cállate y déjame de joder —digo adelantado un coche con la rueda justo en la línea. Me pita pero no hago ni puto caso.

Cuando llego al destino, aparco el coche de mala gana.

Estamos en un restaurante, hemos confirmado la cita con el hombre y empresario que ha estafado a miles de clientes y a acosado a más de cuatro empleadas jóvenes. Y a sobornado para ganar tanto dinero que ahora voy a repartir a todos los trabajadores, para que luego digan que él diablo no es justo.

Me coloco la careta y entro en el restaurante, Daven se quedará vigilando.

Voy directamente a la mesa reservada, el hombre ya me espera impaciente, cree que va a firmar un contrato y solo se va a encontrar con la muerte.

Muchos miran la careta con terror o con curiosidad otros se ríen, aunque sea un restaurante de cinco estrellas y muy reservado no puedo dejar que me vean la cara públicamente.

Es la primera vez que voy a actuar a la luz.

—¿Señor Meier? —dice dudando.

—El mismo —digo áspero.

—Esto es una encerrona ¿Verdad?, un niñato que quiere jugar con el más millonario de esta ciudad —dice bebiendo de golpe su copa de vino—. Esta secretaria es una basura, nunca hace nada bien—farfulla intentando irse.

Aplastó su mano contra la mesa, si él supiera que esto no es una broma, que va a morir.

—Siéntate, esto no es una broma —digo muy firme.

—¿Y por que esa ridícula máscara? —dice echándose otra copa de vino.

Encima es un alcohólico, una escoria vaya.

—Pronto sabrás el misterio de todo esto —río para mis adentros.

—El contrato ¿Está listo? —dice mirándome a los ojos que no logra ver.

—Claro que sí, pero para ello debemos ir a mi coche allí estaremos en un ambiente más privado, cuando se habla de dinero no querrá usted que la gente se entere —la palabra dinero los vuelve locos a babosos como él.

Nos ponemos en marcha, camino detrás de él, no se va a escapar, pero por si acaso cambia de idea y no me apetece pegar tiros a toda esta gente inocente.

AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora