16.

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YARON.

Agarro su cadera atrayéndola hacia mí, para que su cuerpo caiga conmigo en el colchón. Se me escapa un gruñido de dolor al tirar la herida reciente, pero me da igual, porque devoro su boca como si fuera mi comida favorita, que lo es.

—Dime que me amas, Shopia, dímelo y no me mientas— le aparto un mechón que se le ha quedado tapando su ojo.

Me mira, con dolor, con rabia, con anhelo. Todo en ella es un caos en ese momento, estoy rompiendo sus muros, lo noto. Estoy más cerca que vuelva a aceptarme, que volvamos a estar juntos.

—Te amé— soltó en un susurro nada convincente.

—Miéntete a ti misma, todo lo que quieras rubia, pero aquí estas aceptando que te tome como mía.

No la dejo responder porque mi lengua se introduce en su dulce boca, saboreo el sabor a menta que pudo provenir de un chicle o caramelo.

Su piel empieza a arder por debajo de la ropa, sus mejillas se están tornando completamente rojas. Adoro la forma que se deja llevar por mis manos firmes que ahora la agarran de la espalda, de un arrebato de perdida de paciencia arranco todo lo que lleva en la parte superior de su cuerpo. La tela rajada le cae, mientras me muestras sus redondos pechos, y sus pezones completamente erectos. Es una obra de arte, admito que me tomo unos segundos largos en observarla, en como baja y sube su corazón desbocado.

Doy media vuelta  y me coloco encima de ella, dejando besos por su cuello, hasta que muerdo sus pezones sin apartar la mirada de su linda cara.

Desabrocho tortuosamente sus pantalones y los retiro, para luego romper su tanga de encaje negro. Subo sus piernas hasta que quedan a medida de mi cara, huelo su intimidad humedecida, para luego saborear cada uno de sus flujos, haciendo que gima en voz alto.  Mi miembro esta duro, quiero perderme en ese interior estrecho. Pero me deleito con ella hasta que el éxtasis le llega. 

Retiro de mi la ropa sin cuidado, cuando estoy listo, beso de nuevo sus dulces labios, su piel toca la mía, hago que habrá los ojos y me mire mientras coloco en posición.

—Yo si te amo— y así sin más había dado el único arma que tenían para destruirme.

Sin dejar que hablara, la penetro con fuerza, las embestidas son rudas, bombean fuerte en su interior, arrancando muchos gritos de su parte que son melodía para mis oídos. Consigo que se corra contra mi pene, unas cuantas veces más antes de salir de ella, darla media vuelto y colocarla en poción a cuatro patas, extendidas en la cama, agarro sus manos detrás de su espalda, para volverme a clavar en ella. Y dejo que mi polla resbale por su interior, cuando me voy a venir agarro su pelo a tirones y me dejo ir, con un jadeo muy profundo, la saco con cuidado haciendo que el líquido espeso resbale también por sus labios exteriores, cae rendida al igual que yo a su lado.

Nuestros cuerpos vuelven a estado de reposo lentamente, no puedo mirarla a la cara sin que me duela el alma por saber que no soy correspondido, no ahora, no cuando ella se empeña en pasar página. Pero estoy acostumbrado a coger todo por la fuerza, con Shopia no puedo. Es mi debilidad.

Aun sabiendo todo eso las palabras se me salen de la boca, sin culpa, y con el corazón en la mano.

—Cásate conmigo, empecemos de cero, eres la única persona que controla el diablo que llevo dentro— nos quedamos mirándonos asimilando las palabras que acabo de decir.

—Yaron, ya estoy casada...— una lagrima más que de pena, de culpa corre por su mejilla y me rompo en dos.

—Divórciate, cásate conmigo Shopia, te necesito como el aire para vivir, no quiero que te vayas con tu marido, no quiero que no estés a mi lado. Ya no— mis palabras salen frías como un iceberg rompiendo un barco por la mitad.

AvernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora