Averno

7.

YARON.

Me levanto con un dolor de cabeza, y de polla terrible, mire a mi masculinidad por encima de los calzoncillos.

¿Qué mierdas?

La culpa la tiene ella, porque mierdas no puedo pegar un disparo. Lo he hecho con miles.

Me levanto de mala hostia, ignorando mi erección. Ayer por la noche dejé a Daven con la palabra en la boca, y se que hoy ya no me queda más remedio que afrentar la situación.

Me coloco mi ropa cara, cojo el móvil y llamo a mis hombres, quiero saber si han conseguido infiltrarse. Me dicen que todo está correcto, pero no me fio.

—Ya se despertó el señor del infierno —dice Daven y me dan ganas de partirle la sonrisa.

—No estoy para bromas —advierto.

—Se ve, se ve —sigue riendo.

Le miro con cara de cansancio, los dos nos ponemos serios y empezamos a caminar hacia el averno. El subsótano es ese sitió frío, donde las almas negras son atrapadas. Ese es mi trabajo.

—¿Iras a verla? —dice mi amigo rompiendo el silencio cargado.

—Que sufra, hasta que muera desangrada —digo sin ánimos.

Paso al lugar donde vigilo la ciudad, es un día tranquilo, el cielo está gris, nada parece ir mal. Las calles están más tranquilas que lo normal, a lo mejor es porque puede llover.

Pero algo dentro de mi cabeza, todo el rato, piensa que es un presagio, que me quieren destronar, y estoy cayendo.

Tengo que poner de nuevo el orden en mi ciudad.

—¿En que piensas? —me interrumpe Daven.

—Necesito salir de caza —digo sorprendiendo.

—Hace mucho que no sales a buscar a tus víctimas—dice mirándome fijamente.

—El otro día salí a cazar a esa estúpida mujer —digo elevando los ojos.

—¿Y eso qué tiene que ver? —dice aun más impresionado.

—Que el diablo vuelve a la caza —digo más convencido que nunca.

Muevo la cámara por toda la ciudad, necesito que la adrenalina vuelva por mis venas. Se que muchos quieren mi cabeza, y llevo mucho tiempo oculto en las sombras, eso se acabo.

—Si vuelves a salir, puede que acaben contigo y con todo, si descubren quién eres estás acabado—dice Daven.

—Jamás volveré a ser derrotado —miro sus ojos cargados de preocupación.

Las noches eran oscuras en el suelo de cemento, la tormenta ya a cesado. El miedo se ha apoderado de mí, el frío a su vez. Tengo toda la ropa calada, la noche esta muy oscura, se escuchan hombres borrachos, sin darse cuenta que puede que pronto la lluvia vuelva a caer con fuerza.

Los perros callejeros ladran de miedo, los escucho como lobos aullar, me rodeo con mis propias piernas, intentando guardar todo el calor posible.

Pero no es suficiente, decido seguir caminando por las calles, a ver si el movimiento físico hace que vuelva a correr la sangre. Pero estoy en los huesos, mis botas rotas están empapadas. Al intentar andar, chapotean haciendo un ruido extraño a la misma vez, que me dificulta andar.

Estoy muy cansado, pero me esfuerzo a dar un paso más. La cabeza está mirando al suelo. Llevo años en la calle, mamá y papá nunca me quisieron. Desde muy pequeño estaba a la intemperie.