ALESSIA
Me grito desde el despacho, con mi padre todo era igual. Nunca había que levantarle la voz. Nunca fue un padre bueno ni digno. Pero es lo que las chicas en este mundo tenemos que pagar. El narcotráfico, era así. Mundo de hombres, llenos de mujeres para usar alrededor, llamándolas putas. Y yo era un cachorro intocable para mi padre pero no dudaría en hacer lo mismo conmigo. Y sabía que ese día llegaría más tarde que pronto.
—Hija— me indico para que me sentara en el sillón delante de su escritorio de madera.
—Padre—dije seria.
—Está aquí tu prometido, es el hijo de una buena familia. Uno de los mayores, con mucho dinero— ahí llego la primera bomba—.Le he asegurado que aun eres pura— ahí vino la segunda—. Quiero que le recibas con las piernas abiertas y hagas todo aquello que te pida.
Mis piernas temblaron, pero que podía esperar de un padre que siempre miraba el dinero por encima de su mujer y su hija, que era infiel, que se metía rayas de cocaína. Que pegaba a su mujer cuando estaba por las nubes, y la violaba casi cada puta noche, pero mi madre jamás escaparía de él. Ya se acostumbró. También fue vendida. Siempre al principio te prometen lujos y buenos tratos pero al final, todo es una mierda. Pero ni aunque quisiera ya no podía salir de esa situación había cumplido los dieciocho años, desde hace mucho tiempo lo sabía. Y ya no podía salir huyendo.
—Siempre me mantuviste como una monja de clausura, padre. Nunca he salido de esta maldita horrible mansión —dije, no me daba ningún miedo ya no.
Se levantó en silencio y llego hasta mí, olio con cuidado mi pelo, para luego levantarme la mano y golpear con fuerza mi cara y un puñetazo que hizo que por mi nariz saliera sangre.
Volvió sobre sus pasos hasta sentarse en su asiento.
—No me vuelvas a levantar la voz así Alessia, sabes que odio hacerte daño— dijo pero todo eran putas mentiras.
En unos segundos después en los que me recuperaba y no le apartaba la mirada con ojos llenos de rabia. Entro un chico con pelo rubio tirando a castaño. Ojos azules. Era un dios griego por favor.
—Mi padre te dirá la hora y cuando te hará la transferencia por tú hija— dijo con seriedad.
Luego su mirada llego hasta mí que intentaba controlar las lágrimas y la hemorragia.
— ¿Qué ha pasado?— volvió la mirada a mi padre.
—La he enseñado los buenos modales—dijo él con seriedad.
Me levante y salí del despacho corriendo aprovechando la confusión de los dos. Necesitaba lavarme la cara y las manos. Cuando llegue a dar la vuelta de la puerta unas manos me agarraron.
—Tranquila, déjame ayudarte—sus ojos se volvieron a clavar en mí, juro que casi me derretí.
Su cuerpo estaba demasiado cerca de mí podía sentir su respiración cerca de mi nuca. Nunca me había sentido así, jamás. No sé cuánto tiempo estuvimos así, por lo que se fueron solo segundos. Hasta que me encontré en el baño, con él lavando mi cara llena de ese líquido espeso rojo.
Cuando la hemorragia se cortó, cerró el grifo y me miro con una mirada penetrante.
—Siento, que casarte conmigo, tenga que ser obligado, a la fuerza. Tampoco estoy muy convencido de esto. No te lo voy a negar eres bellísima, pero sabes perfectamente el código de mafiosos. No te enamores, te hace débil. Y por eso jamás te daré lo que tú en verdad quieres.
—No me des explicaciones ahora, sobre leyes y normas, me las se todas, el gilipollas de mi progenitor se ha encargado de enseñarme a la fuerza todas—dije levantando la voz.
Los hombres no me daban miedo, no me daba miedo el dolor físico. Había sido una chica fuerte y atrevida. Yo sola me eduque, por mucho profesor privado que llegara a casa y me diera lecciones de mierda.
—Puedes hacer las maletas y venir esta noche conmigo o esperarte a la noche de bodas, como tú quieras. Tienes de tiempo hasta que acabe de hablar del acuerdo con tu padre—salió de la habitación sin mirar atrás.
Estuve tentada a salir huyendo de verdad, quise salir corriendo, pero no tenía forma de hacerlo. Y la única forma era irme con mi futuro marido. Empecé a meter toda la ropa con cuidado, cuando acabe, me acerque a la habitación de mi madre.
—Intente impedírselo cariño, pero ya eres mayor, no puedo hacer nada—sollozaba con fuerza.
—No llores mama, puedo sobrevivir a todo, ya soy mayor, te prometo que acabare saliendo de todo esto y sacare de aquí—trague mis lágrimas con dificultad.
Mi madre me beso la frente y sin mirar hacia atrás volví mis pasos hasta mi habitación.
Cerré la maleta, y un carraspeo sonó a mi espalda.
—Al final has decido venir conmigo—dibuja una sonrisa.
—Que más da esperar a casarnos, que irme ahora contigo, así voy conociendo mi jaula—dije irónicamente.
—Tranquila, a mí tampoco me gusta, me han obligado a casarme. Yo tenía novia ¿Sabes? — dijo con fastidio.
Me quede mirándolo fascinada, sus palabras me quedaron muda. Era normal que un chico tan guapo tuviera pareja. Los dos estábamos atados y jodidos.
Y eso fue quien hizo que tuviéramos una mínima conexión inicial.
—Pero lo siento, Alessia las normas están puestas. Y tienes que deberme sumisión— dijo y esta vez miro al suelo como si estuviera avergonzado de tener que hacerme pasar por esto.
Y aquí me encontraba de nuevo encerrada con un hombre aun peor, él es el diablo.
—
Nota de autora:
Aquí tenéis un poquito de Alessia.
Perdón por tardar tanto en publicar pero estoy con los exámenes finales. Pronto volveré a estar todos los Viernes por aquí.TikTok también caosentreletras
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Averno
Teen FictionYaron Meier es Lucifer. Ocupa su trono plateado, es el dueño de su ciudad. Nadie mueve un pie sin que él observe y castigue. Si te atreves a tocar algo que es suyo, arderas en el caldero de Satan. Alessia Bianco es la nueva caza del diablo. Y eso le...