Capítulo 11: Peluca

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- Vale - le respondí a Leo, todavía dándole la espalda - no hay problema. Te espero allá. 

Lucero me puso una mano en la espalda y me guió hasta la salida de las duchas. Ahí me pegué la cachá de que salir de ahí no era tan buena idea. Había cambiado a tres tipos desnudos (medianamente conocidos) por el plantel entero paseándose en pelota delante mío. Pero ya no me podía echar para atrás.

Agaché la cabeza para ignorar las miradas clavadas en mí. El Gato me llevó hasta el final de los camarines donde me topé con unas piernas peludas de alguien sentado en un banquito. Se estaba poniendo los calcetines.

- Che - lo saludó Lucero a mis espaldas - ¿te la puedo dejar encargada un rato? Es invitada de Gil y yo todavía me tengo que cambiar. 

Alcé un poco la mirada. Era el mismo chico del afro que me abrió la puerta. Ya estaba vestido, solo le faltaba ponerse los zapatos. Me estaba saludando con una sonrisa.

- Sí sí - respondió él - andá tranquilo, que experiencia cuidando niños ya tengo. 

Me ofendí un poco por su comentario, pero estaba demasiado aturdida como para reclamar.

- Dale Reina - el Gato me puso una mano en el hombro para que lo mirara, me volví a topar de frente con su six pack - te dejo con Peluca entonces, esperá acá un rato.

"¿Peluca?", pensé, "bueno, ya me imagino por qué".

Por lo menos tenía cara de simpático.

- Hola - buscó llamar mi atención - ¿cómo te llamás?

Entonces me di cuenta: Solo el colorín sabía mi nombre, Lucero y Solari me estaban tratando con toda confianza y ni siquiera me habían preguntado, así deben ser los hombres. Qué decepción.

Me cayó bien este tipo, hasta ahora es menos jote que el parcito ese.

- Rosario - respondí, todavía un poco nerviosa.

- Rosario - repitió él para recordarlo - y decime, ¿qué sos vos de Leito Gil?

"Uff, está difícil la pregunta", quise decir, pero me preocupaba que si contaba todo lo de anoche nos pudiéramos meter en problemas. Digo, literal que me escondió en el bus y me metió al hotel donde se supone que no pueden haber minas... Y si le sumamos que yo me tiré a la cancha y casi me llevan detenida por desórdenes en el estadio, esto resulta cero conveniente.

Decidí simplificar la historia dejando solo lo esencial.

- Eh, nada - intenté ordenar mis ideas - pasa que nos conocimos anoche en el hotel y le pedí una camiseta firmada, entonces me dijo que viniera aquí hoy, eso es todo.

Peluca se empezó a reir.

- Bueno, no sabía que Leito era de los que hacían esas cosas pero... Vale, esperalo acá conmigo - se hizo a un lado para que me sentara junto a él.

- ¿Qué? - me eché para atrás - no, eso no es lo que...

Intenté explicarme. Ahora el Peluca pensaba que me había acostado con él a cambio de la camiseta, que el colorín me había invitado hasta acá como recompensa después de una aventura de una noche.

Pero me detuve, eso era mucho más convincente que contarle toda la historia de la Tiane, el estadio, el bus...

- Disculpa - cerré los ojos e intenté empezar la conversación de nuevo, pero tanto movimiento alrededor de nosotros me distraía - no te lo he preguntado, ¿tú tienes algún nombre? ¿Digo...?

Echó la cabeza hacia atrás, soltando una carcajada y aplaudiendo.

- ¿Vos crees que de verdad me llamo Peluca? - rió - pues no, aunque me gustaría, ¿eh? 

Luego me extendió la mano con un gesto teatral.

- Maximiliano Falcón, mucho gusto.

Estreché su mano, aliviada de que se hubiera disipado la atención entre nosotros. 

- Rosario - volví a decir, para que tuviera sentido este saludo de presentación.

El Maxi se quedó un rato pensando cuando escuchó mi nombre.

- ¿Qué pasa? - le pregunté confundida.

- Nada - sacudió la cabeza - es que es curioso. Te llamás Rosario, andás buscando a un argentino... Yo soy uruguayo, ¿eh? No te ilusiones - bromeó.

- No te preocupes - me reí yo también, ahora más relajada - oye y, ¿crees que Leo se va a demorar mucho?

- ¿Leito? Uff - volvió a hacer gestos exagerados - Leito en el baño es como una nena, y si sabe que lo está esperando una chica tan linda como vos... De aquí a que vuelva ya vas a ser legal, con eso te digo todo.

Suspiré, un poco frustrada. Miré a mi alrededor, el resto del plantel ya estaba medio chato de que yo siguiera ahí, por mucho que estuvieran cómodos paseándose en toalla en algún momento se iban a tener que vestir, y parece que este era un lugar "prohibido" para mujeres. Ojalá que el colorín llegue antes de que me empiecen a odiar.

- Oye... - Peluca se dio cuenta de mis preocupaciones - no te lo tomes a mal pero... creo que vamos a tener que hacer algo contigo. Dejame buscar, debo tener algo por aquí.

Empezó a buscar en su mochila. Sacó un termo con mate, su celular, un polerón... Hasta que dio con un par de calcetas, me las mostró y sonrió con orgullo.

- Dime que no están usadas - bromeé - olvídate de que me voy a poner eso.

Les hizo un nudo para unir ambas calcetas y conseguir un trozo largo de tela. 

- Vení - volvió a hacerse a un lado para que me sentara - que si no te cuido bien, Lucero me mata. 

Puso la venda alrededor de mis ojos, me sentí como en esas películas gringas cuando le dan golpes a ciegas a las piñatas.

- ¿Te aprieta mucho? - me preguntó.

- No, tranquilo - le sonreí aunque no pudiera verlo - está bien así.

- Bien - sentí que se volvió a sentar a mi lado - y... ¿qué quieres hacer mientras esperamos?

La verdad es que no lo pensé mucho.

- Tengo una pregunta - me atreví a decir - ¿es normal que traigan chicas aquí? Pensé que no se podía.

Falcón dejó escapar un largo suspiro.

- No, la verdad es que no - su voz sonaba extraña, mucho menos alegre - así que debes ser una chica muy especial para que Leo te haya traído aquí. 

Luego de eso vino un silencio incómodo. No me gustaba la idea que el Maxi se estaba haciendo de mí, yo no era ninguna gruppie, pero saber que yo era la primera que Gil traía acá me hacía sentir especial, aunque no terminaba de agradarme del todo.

- ¿Sabes qué? - continuó - como sos una chica muy especial, te voy a dejar hacer algo que solo ha hecho mi mujer.

Me entusiasmé, sabía que estaba hablando de su pelo y me daba como ASMR tocarlo:

- ¡Es muy grande! - estiré las manos para buscarlo a tientas - Quiero tocarlo, ¿puedo?

Peluca tomó mis manos para guiarlas hasta el tremendo afro que tenía en la cabeza. Ya empezaba a rozarlo cuando...

- ¿Qué está pasando aquí? - exclamó la voz del colorín, asustándonos a los dos.

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Son malpensadas weon hfkdjd

Para las que ya me conocen, saben que hay pistas escondidas en estos primeros capítulos antes de que empiece todo el drama *risa malvada*

Pongan atención en la actitud de Maxi Falcón, es todo lo que diré.

Me encanta la buena aceptación que ha tenido este fic, no me lo esperaba para nada.

Se siente como cuando publiqué mi primera novela con Erick Pulgar, ¡gracias por sus comentarios bonitos!

De la misma hinchada (Leonardo Gil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora